—Anel, permiso —me dice Dukensy parada en la entrada de la sala de juntas donde llevo rato reunida con un cliente y su abogado.
—Dime —le insto a hablar.
—Tienes una llamda de tu esposo en línea —me advierte.
Dudé en tomar o no la llamada, sin embargo, como es rara la ocasión que Azael me llama a los teléfonos de la empresa, decidí contestar.
—Discúlpenme unos segundos —me excusé y salí hacía la recepción.
—Pierda cuidado —me contestó uno de los presentes.
Sin titubear, al llegar al escritorio de Dukensy tomé la llamada.
—Hola —le saludo.
—Amor, te estuve llamando a tu móvil —me informa.
—Estoy en medio de una junta con un cliente, por eso no lo cargo encima—, le advierto.
—Ohm, ya —guarda silencio por unos segundos&md
Si bien creí estar preparado para este momento, en la medida que escuchaba de los labios del doctor que la recuperación de Anel es un hecho cierto y más cerca que nunca, me preocupé.Quise ignorar las palabras de Anna, quien con toda intención en cada uno de nuestros encuentros se ha encargado de hacerme ver cómo pudiera reaccionar Anel de recordar y encontrarse con la verdad.No es que tema ser juzgado, ya de eso he tendió bastante en la vida. De lo que sí sé es no estar preparado, es a perderla por una mala interpretación de mis intenciones.A esta mujer la quiero más que a ninguna otra. La respiro en la sangre, en cada latir de mi corazón, en el bombardeo de que este da para ordenar a la sangre circular.Ya sabía que era una bruja capaz de dominar todas mis intenciones, me apresó en su bruma de misterio y aquí estoy a sus pies, preso ante
Como viene haciendo últimamente, Azael en seguida me puse de pie en le avión, tomó mi mano de forma posesiva. No la apretó como las veces anteriores, pero sí con la firmeza que un padre le imprime a su hijo en la calle para protegerlo.Esta nueva actitud de él, aunque me incomodaba, no la protesté, lo que menos quiero es discutir con él por algo que tal vez solo sea una muestra excesiva de eseamor que siente por mí y me demuestra en todo momento.No estoy acostumbrada a recibir tanta atención. Solo mi padre se esmeró en hacerlo y solo hasta donde yo se lo permitía.Recordar esto, me hizo estremecer pues ese pensamiento pareció querer traer al frente de mis recuerdos a otro recuerdo que me dejó un mal sabor y una sensación incómoda en el cuerpo.—¿Te sucede algo amor? —me pregunta Azael al sentirme estremecer.—Nada importante, solo sentí un leve escalofrío —respondo mirando alrededor para distraerlo y evitando que comenzara a interrogarme. Al no saber que sentí ni porque, estimo que n
La reacción repentina e inexplicable de Anel me desconcertó, no supe cómo actuar ni que decirle. Solo permanecí observante por breves segundos. Me quedé allí parado de frente de a ella, pensando que tal actitud pudiera ser el resultado de algún recuerdo que de pronto llegó a su memoria, me paralicé, esperé su reacción a lo que imaginé pudiera venir. El miedo reflejado en su mirada, en la expresión de su rostro, no me dio lugar a duda de que era un recuerdo, y no cualquier recuerdo, sino aquel que determinará el comienzo de una nueva etapa en nuestra relación. Ese recuerdo que será mi cruz o tal vez la salvación a seguir bajo la presión de una reacción repentina.Me aparté lo suficiente para dejar que hiciera lo que fuese haría. La miré caminar hasta el jardín y tomar asiento en silencio, en una tranquilidad desconcertante.Mi mente solo quería una cosa, y era saber ¿qué le sucedió?, ¿qué puede estar pasando por su mente en este momento?A riesgo de recibir el arranque de ira que su he
—¿Qué te gustaría hacer hoy? —escucho detrás de mi la voz de Azael.—No sé, lo que tú quieras —respondo sintiéndome un tanto desanimada y a la vez un cansancio inusual.Justo cuando volteo a verlo bostezo sin disimulo, llegó de pronto, sin darme tiempo a controlarlo. De la pena puse mi mano sobre los labios.—Disculpa —le digo apenada.—Seguro estas agotada por el viaje y que no hemos probado comida hoy —me da dos palmadas en uno de los glúteos—, apresúrate para ir a comer algo y luego damos un paseo por la playa. ¿Te parece?—Lo que tu digas está bien —le contesto forzando una sonrisa.Alargo mi mano para tocar su pecho y luego camino hasta el vestier donde él dejó las maletas. Solo hasta ahora soy consciente que el haber traído ropa fue innecesario. Parecía que tenía todo planificado, o tal vez he estado aquí y en mi proceso de haber olvidado algunos pasajes de mi vida lo olvidé, sacudí la cabeza al sentirme abrumada por la mezcla de la confusión y el agotamiento.Mientras revisaba
—¿Te gusta? —me pregunta Azael mientras caminamos en la orilla de la playa tomados de la mano.—Es hermoso —le contesto luchando con la única mano que tengo libre para impedir que la fuerza del viento que insiste en traer al frente de mi rostro todo el cabello y no me permite voltear a mirarle a los ojos.—Me alegro que te guste amor —responde abrazándome por el hombro.—¿En dónde estamos? —pregunto con curiosidad.—Confórmate con saber que toda esta vista también es tuya, todo lo que está en esta isla te pertenece —toma mi mentón obligándome a levantar la mirada hacia sus ojos—, lo único que debe interesarte es saberte en el lugar que está destinado a hacernos felices —me responde pegándome a su cuerpo.Solamente asentí con un leve movimiento de la cabeza. No supe que responderle. La forma tan romántica y a veces tan misteriosa con la que suele responder alguna de mis interrogantes me dejó confundida. Las palabras de Azael por momentos tienden a confundirme, habla como si la vida dep
El mayor de mis temores se hizo presente finalmente, llegó el día que tanto había querido eliminar de la historia de nuestras vidas. Guardé la esperanza de que de todos los recuerdos de Anel, esa parte dramática, la razón de ser de su accidente quedara definitivamente en el olvido.La buena fortuna no me sonríe esta vez. En su mirada vi odio y dolor reflejado. Por primera vez en mi vida viví lo que es el dolor de perder en vida a alguien. La Anel de esta mañana de hace apenas unos minutos atrás se escapó, ya no está.Al frente de mi reposa sentada en esa silla con la mirada perdida en el horizonte y el cuerpo en una pose de total abandono una mujer destruida, una mujer que se reniega a aceptar la realidad.¿Cómo hacer para hacerle entender que lo que hemos vivido estos tres años es real?, ¿cómo hacerle ver que su amor por mi es tan genuino como el que me invade el cuerpo en este momento?El miedo es la sensación más desgarrante que he podido sentir, nunca antes de ella, sabía lo que e
Despierto desorientada, abro los ojos y todo me da vueltas, los vuelco a cerrar para pasar el efecto de esta sensación tan incomoda. Me mantengo así por largo rato. No pienso, mi mente pareciera estar en blanco por unos minutos y más por la sensación tan desagradable del vértigo sin haberme puesto de pie. El malestar me obliga a no pensar sino buscar sentirme mejor para poder abandonar la cama e ir lo más rápido que pueda al sanitario.Cuando estimo que me siento mejor, lentamente abro los ojos, y enfoco la vista, poco a poco giro la cabeza alrededor de la habitación donde me encuentro.«Ya me ubiqué», pienso mientras procuro sentarme sobre el colchón de la cama. Al hacerlo y ver que no me sentí atolondrada, me fui arrastrando en la cama hasta llegar a la orilla.En seguida los recuerdos del día anterior aparecieron en mi cabeza, dejándome la misma sensación de tristeza y desolación que estruja mi pecho al comprender mi situación.Al mismo tiempo, siento aturdimiento por no encontrar
Respiré profundo para no dejar que la ola de calor que comenzó a recorrerme por el cuerpo, como muestra de la irritación que ver una vez más a Anel huir de mí, me produjo. Apenas la vi salir corriendo de la habitación quise detenerla, tomarla entre mis brazos para transmitirle la confianza de que conmigo no corre peligro alguno, hacerle entender que solo quiero demostrarle el amor que ella, sin mayor esfuerzo, despertó en mí.¿Cómo negar lo que siento por ella? Me niego a dejarla ir de mi lado. Esa no era la idea del matrimonio que tenía pensado para ambos.Nunca consideré casarme con ninguna otra. Por lo menos, no hasta uno de esos tantos días de los que estuvo en coma postrada en esa cama de hospital. Verla día y noche, allí pálida, sin movilidad, ausente de todo discernimiento de la realidad que estaba viviendo, no solo me confirmó el deseo tremendo que sentía por ella, incluso, de manera enfermiza quise hacerla mía allí en esa cama, hacerme parte de ella de una vez. Esa necesidad