Calista Caminé hasta el final del pasillo de la casa que me recibió cuando huí de la mansión Vasileiou, al abrir la puerta los hombres más relevantes de la organización que manejaba mi esposo, traficantes de influencias, sobornos a funcionarios públicos para acceso de medicamentos que estaban fuera del comercio, entre otros actos delictivos que respaldaban a Aetos. Sabía que todo aquello estaba mal, pero era así como funcionaba el mundo y era así como nos manteníamos arriba sin decaer. —Bienvenida, señora Vasileiou —todos se pusieron en pie en mi caminata a la cabeza de la mesa, al estar frente a ellos posé mis manos donde está mirándolos a todos, viendo la seriedad y el respeto plasmados en sus rostros. —Es hora de actuar, señores —una sonrisa torcida se dibujó en mi rostro —requiero de sus servicios. —¿Cuáles son sus órdenes? —Quiero que hagan caer los negocios de Andreus Michailidis, sus conexiones con el mundo delictivo derrumbadas. Recolecten cada prueba que pueda hundirlo y
Aetos En silencio observé sus ojos nerviosos, sus manos sudando y removiéndose inquieta por lo que acababa de revelar. Una noticia que agitó mi corazón y que venía asimilando desde hace una semana. —Lo sé —le dije llevando una de mis manos a su mejilla y acariciarla suavemente. —¿Lo sabes? —preguntó aturdida, parpadeando y esfumando todo nerviosismo en ella. —Si —sonreí a medias —conozco todo de ti, Calista. ¿Creíste que no me iba a dar cuenta de tu pequeño vientre abultado? Lo noté el fin de semana que estuvo conmigo, conocía el cuerpo de mi mujer como la palma de mi mano y era lo suficientemente inteligente como para saber que no era gordura. Por los relatos ella no se alimentaba bien, Elora dijo que se la pasaba vomitando debido a la mala alimentación y que hubo un momento en el que decidió levantarse, volviendo a comer y retomando cierta vida en ello. No me quedó ninguna duda que lo que estaba pasando era un embarazo, una noticia que fue como hiel en mi boca, que me hizo cues
Calista Di el último sorbo a mi hijo apartando el plato de comida que acababa de devorar, completamente complacida en todos los aspectos sonreí ante la perplejidad del hombre sentado frente a mi. —¿Qué? —solté queriendo reírme en su cara, desde hace unas semanas era normal que comiera tanta comida en un solo tiempo.—Nada —sonrió recargando sus codos sobre la mesa mirándome con intensidad, lo acontecido seguía taladrando en mi cabeza preguntándome si había sido sincero o sólo se sentía presionado porque yo lo quería. —Deberías acostumbrarte a verme comer así, también a vomitar a cada nada y a hacer ejercicio como loca para no subir de peso más de lo debido. Alzó sus cejas e hizo una mueca extraña. —¿Siempre comes así? —Si —reí levantándome de la silla y yendo a sentarme a sus piernas —¿tendrás problemas con verme convertida en una ballena? —No, ¿por qué habría de tenerlos? —preguntó frunciendo el ceño extrado. Me encogí de hombros, tenía mucho sueño pero no quería desperdiciar
CalistaSolté una pequeña carcajada ante sus palabras sin sentir ni una pizca de miedo porque buscaran una anulación del testamento o quitarme esas acciones de la empresa cuando no eran ni mías puesto que su propietario aún vivía. —Y ya que andas contando viejas historias, Cristel, ¿le has contado a tu prometido lo mucho que lloraste porque Aetos no te quiso a ti? ¿Lo que le lloraste a nuestros padres para que convencieran a mi esposo que se casara contigo? Apuesto a que no —volví a reír ante su cara pálida y la mirada penetrante de su prometido —¿lo ves Andreus? Siempre quedas en segundo plano cuando te paras al lado de Aetos, incluso ahora que no está sigues permaneciendo en su sombra y siempre será así. El hombre se enfureció y dejó de ver a Cristel para venir hacia mi, me levanté rápidamente mirando a mis escoltas acercarse a prisa para retenerlo de irse contra mí pero el hombre caminaba a zancadas y no quedó más que tomar el cuchillo de mesa como arma de defensa. Sus ojos bril
Andreus Detuve mi caminar frente al ventanal que daba vista al frente sosteniendo una taza de café en mi mano y la otra sobre mi bolsillo, mis ojos sin poder apartarse de la mujer de rojo que caminaba como si el mundo entero le perteneciera, aumentado mi repudio hacia ella, siendo todo lo que quería destruir por interferir en mi camino. La m*****a perra que se estaba moviendo tan astutamente bien, mejor de lo que llegué a pensar. Era como la versión femenina de Aetos, quien desde la tumba se estaría riendo de mí por no haber acabado con todo lo que él era. Flameaba en ira al verla y tenerla en casa siendo ella la que tenía el poder de absolutamente todo lo que pisábamos, quien frustró cada uno de mis planes y se burló en mi cara viéndome como si fuera escoria a su lado. Pero la dejaría disfrutar de su gloria momentánea, con lo que Cristel había dicho anoche era suficiente para comenzar a tomar lo que por derecho nos correspondía. Ella no era nadie y me encargaría de recordárselo.Mi
Calista Mi móvil vibra sobre mi escritorio anunciando la llamada que llevaba esperando toda la mañana. Descolgué relajándome sobre mi silla y giré hacia los ventanales de cristal observando la ciudad mientras una de mis manos descansaba sobre mi vientre. —Te escucho —Las acciones están a la venta, señora Vasileiou. Estoy en espera de su orden para proceder. —Cómpralas —ordené de inmediato —y dale la noticia hoy. ¿Te has comunicado con la prensa? —En un momento, estoy enviando la información que me envió por la mañana. —Perfecto, asegúrate de que salga a la luz cuando sus acciones sean mías —sonreí imaginando lo duro que sería aceptar que había perdido lo que tanto peleó y que en cuestión de horas su padre también lo perdería todo al invertir en una empresa fantasma —no quiero errores. —No los tendrá. Corté la llamada soltando una pequeña risa, la venganza era tan dulce y placentera. Se confiaron demasiado y pensó que llevaba las de ganar. Tan equivocado estaba al creer que pod
Calista Guardé silencio sin poder apartar la mirada de aquella mujer haciendo memoria de donde la había visto antes, no podía dejar de ver aquel abultado vientre y preguntarme cómo había hecho para hacerlo crecer o si realmente estaba embarazada. —Interesante —solté después de lo que parecieron minutos —¿cuántos meses tienes, Olvia?—Cinco meses, él y yo jamás dejamos de frecuentarnos. Ni siquiera cuando se casó con ustedes, han sido muchos años de nuestra relación y alguien que apareció de un momento a otro no significaría nada para dejar de follarnos como nos gustaba. Alcé una de mis conteniendo una pequeña risa y sólo me limité a asentir sin poder decir ni una palabra, forzando mi memoria para recordar de donde la conocía. —¿Qué pasó Calista? —se burló Andreus caminando al mini bar para servirse un trago, tenía el rostro golpeado y notaba que se le dificultaba caminar bien sin hacer una mueca de dolor. Seguramente su socio le había propinado una golpiza por las pérdidas —Vas a
CalistaMe deshice rápidamente de su agarre, mis ojos flameando de enojo por verlo ahí sonriéndome como si yo estuviese feliz de verlo. Ahora mismo lo último que desea era tenerlo frente a mí, un deseo ferviente de golpear su pecho y reclamarle por lo que aquella mujer me había dicho. Me sentía dolida y con un nudo atascado en mi garganta. Su sonrisa se borró al notar mi seriedad, sus ojos me escrutaron y algo en él se incendió al fijarse en el escote de mis senos.—¿Qué se supone que estás haciendo aquí? Te dejé en Londres, te dije que tuvieras paciencia ¿tan difícil se te hizo confiar en mi? —No soy alguien que se quedará de brazos cruzados y esperando que otro haga el trabajo por mi. Si pensaste eso es porque todavía no me conoces —respondió volviendo a su seriedad habitual encendiéndome más la sangre. —No, es obvio que no te conozco —solté dando un paso atrás —no tengo ni la menor idea de quién eres, que se supone que quiere o...—¿Qué es lo que sucede? Porque a juzgar por lo