AetosEl amanecer brillaba en el horizonte, no sabía cuántas horas llevaba sentado en aquel sillón con la mirada perdida a través del cristal de la ventana, las situaciones desagradables que había vivido a lo largo de mi vida para llegar a todo lo que tenía. La lucha constante por un Emporio que me ha hecho sangrar hasta casi matarme, he dejado parte de mi alma en ello para ser merecedor, para demostrarle a quien se suponía era mi figura paterna que era digno de ello. Ahora me preguntaba si realmente había valido la pena tal sacrifico, me olvidé de mi mismo, dejaron de importarme las personas a mi alrededor y lo que sentía era absolutamente nada hasta que llegó ella. Ahora no sabía que hacer con ese sentimiento que parecía quemarme, que me hacía querer protegerla de todo y de todos, tal vez por eso no pude seguir en Londres y vine a ella. Había desatado su enojo y seguía sin dirigirme la palabra pero a pesar de eso se quedó conmigo esta noche, en otra habitación pero fue incapaz de r
Los pasos apresurados hacían eco en la gran sala, agitado llegaba hasta donde su padre era atendido por uno de los médicos que estuvo a cargo de la salud del antiguo señor de la casa. —¿Qué ha pasado? —preguntó mirando a su madre con los ojos enrojecidos y a su padre con el rostro demasiado pálido. —Tu padre lo ha perdido todo, se dejó embaucar por hombre que se desapareció llevándose todos los millones de la empresa y dejándolo con grandes deudas —explicó su madre entre dientes mirando a su esposo como al más estúpido de todos los hombres.Pese a no ser una empresa de gran renombre si les daba grandes ingresos, perderla sólo sería una prueba más de lo incapaces que eran para manejar algo tan grande como lo era el Emporio Vasileiou. —¿Qué fue exactamente lo que hiciste? —furioso se acercó a su padre tomándolo del cuello de su camisa importándole poco que el hombre estaba a otro infarto de morir —¡¿A quién le diste tanto dinero y sin consultarlo?! —Déjalo o esta vez si morirá —le p
—¿Sorpresa? —rió Calista divirtiéndose con las reacciones de todos, su madre que dio un paso más adelante queriendo ir a abrazarlo pero reteniéndose al saber lo poco que le agradaban las muestras de cariño a su hijo. —¿Cómo es que…? —Andreus quiso formular la pregunta pero no pudo, el miedo comenzando a recorrerle el cuerpo. —¿Cómo es que estoy vivo después de que mandaste a asesinarme? —se escucharon algunos jadeos silenciosos de parte de los empleados que permanecían como estatuas en la sala sin comprender del todo el por qué habían solicitado sus presencias —Una prueba más de que no puedes hacer las cosas bien. Fuiste capaz de enterrarme cuando no tenías mi cuerpo, eres tan ingenuo por mucho que te la des de mente maestra, mira que has caído en cada una de las trampas que mi esposa pudo para ti.—¿Estás demente? No tuve nada que ver en ese atentado, estás mal de la cabeza si piensas que todos conspiran contra ti —trató de rehuir de la mirada severa de Aetos buscando los ojos de s
CalistaLos flashes me bajaron la mirada, las preguntas me aturdieron al no entender entre tanta palabrería. Aetos se posicionó a mi lado sujetando con firmeza mi cintura caminando por la pequeña alfombra hasta llegar a la sección de las fotografías entre tanta euforia. «¿Está vivo? ¿Por qué se hizo pasar por muerto? ¿Donde estuvo todo este tiempo?» eran algunas de las preguntas cuando nos acercamos a los periodistas para darles las respuestas que tanto ansiaban. —Jamás fingí mi muerte —contestó con tranquilidad. —Pero hicieron su sepelio, la prensa cubrió en todo momento. ¿Por qué hacerle creer al mundo que estaba muerto? —Todo este tiempo estuve en estado de coma en un hospital en Londres, mis enemigos me dieron por muerto y enterraron un ataúd vacío mientras intentaban matar a mi esposa. Todo por la lucha de un imperio que no les pertenecía y mi esposa creyó prudente no desmentir mi muerte para que no me buscaran y terminaran el trabajo —sus ojos conectaron con los míos por un i
Calista Alcancé a escuchar a Aetos dando órdenes sobre qué hacer con el cadáver y la limpieza para eliminar las huellas que pudieran involucrarnos en el caso. Pasaron alrededor de dos horas hasta que salimos de aquel lugar, con la voz de mi consciencia recriminándome por lo que había hecho. —¿Sucede algo? —me preguntó él envolviéndome en sus brazos y pegándome a su pecho. —No, es sólo que... —no puede terminar de hablar porque no encontraba una palabra que abarcara ese sabor amargo y ese sentimiento de vacío que comenzaba a consumirme. Los gritos de Andreus aún se repetían en mi cabeza y por mucho que supiera que se lo merecía una pequeña parte de mi me acusaba por mi forma tan cruel de actuar. —Te sientes mal por haber presenciado todo —terminó por mi —escucha, no voy a justificar lo que hicimos porque no hay manera de hacerlo pero... él quería hacer lo mismo con nosotros. —Lo sé, pero... no sé, hay algo dentro de mí que desaprueba totalmente todo lo que hice con él. Creo que...
Aetos Dejé a mi esposa en el hotel donde se hospedaban sus amigas luego de conocerlas de forma más directa. Me hacía sentir tranquilo al verla relajada y ya no tan tensa como lo ha estado en todo este tiempo, quería recompensarla después de todo lo que había pasado estando embarazada comprendiendo que sus emociones eran el doble y que las cosas le afectaban más. Conduje por la ciudad hasta llegar a la oficina, algunos de los empleados sin poder ocultar la sorpresa de verme ahí como si hubiese vuelto de entre los muertos. Aunque era así, admitía que no me había gustado que asumieran que estaba tres metros bajo tierra y que había perdido en esta vida. Al entrar a la oficina mi secretaria informó que el fiscal ya me esperaba adentro para ponerme al tanto de la situación con Alysa y Cristel. Me daba jaqueca tener que pensar en ellas, la última quería que sufriera más por haber traicionado a su propia hermana por un hombre o más bien por una posición más alta de la que tenía. Las leyes
Aetos Sonreí al verla salir del hotel balanceando sus caderas de un lado a otro viéndose demasiado sensual, se detuvo frente a mi tirando de mi cuello para besarlo con pasión. —Mmm, siempre tan delicioso —murmuró contra mi boca —te extrañé. —Sólo fueron unas horas —rodeé su cintura y fijé mis ojos en los suyos, había tanta intensidad en ellos. —Nuestro bebé quiere pasar todo el tiempo pegado a ti —se encogió de hombros apartándose ligeramente de mi —¿me llevas a casa? Tengo muchas ganas de jugar un rato contigo. Su mirada juguetona me hizo sonreír y apresar su labio inferior con ansias de volver a tenerla como hace unas horas, de perderme en su cuerpo que tanto me prendía y me tenía completamente hipnotizado. —Será más tarde —hice una mueca moviéndome para abrir la puerta del auto —tu familia te está esperando. —¿Qué? —hizo un gesto de malestar —¿por qué los dejaste ir? no tengo ánimos de escuchar reclamos o peticiones de retirar los cargos contra Cristel.—No puedes huir de ell
Calista La reacción de madre era algo que esperaba, me molestaba que siempre fuese así mientras padre guardaba silencio sin objetar nada porque en el fondo también pensaba lo mismo. Me sentí frustrada al no tener a la abuela Brianni que me defendiera, que me vieran frágil cuando siempre me mostré indiferente a todas sus preferencias. Me alejé de ellos caminando a mi habitación para estar sola, para pensar en hacer lo que era mejor para mi y si eso requería alejarme de mi familia lo haría sin dudarlo porque ahora nadie más importaba que la pequeña familia que estaba formando. —Hija, ¡espera! —la voz de mi padre me hizo detenerme frente a la puerta y mirarlo sobre mí hombres caminando a prisa hasta mi. —¿Qué? ¿Tú también me pedirás que la saque de ahí? —solté sin molestarme en ocultar la rabia que sentía, en cómo deseaba tener el poder para incendiar todo hasta sacar hasta la última gota del resentimiento que cargaba desde hace años. —No —sacudió su cabeza —jamás te pediría eso. —