Calista Di el último sorbo a mi hijo apartando el plato de comida que acababa de devorar, completamente complacida en todos los aspectos sonreí ante la perplejidad del hombre sentado frente a mi. —¿Qué? —solté queriendo reírme en su cara, desde hace unas semanas era normal que comiera tanta comida en un solo tiempo.—Nada —sonrió recargando sus codos sobre la mesa mirándome con intensidad, lo acontecido seguía taladrando en mi cabeza preguntándome si había sido sincero o sólo se sentía presionado porque yo lo quería. —Deberías acostumbrarte a verme comer así, también a vomitar a cada nada y a hacer ejercicio como loca para no subir de peso más de lo debido. Alzó sus cejas e hizo una mueca extraña. —¿Siempre comes así? —Si —reí levantándome de la silla y yendo a sentarme a sus piernas —¿tendrás problemas con verme convertida en una ballena? —No, ¿por qué habría de tenerlos? —preguntó frunciendo el ceño extrado. Me encogí de hombros, tenía mucho sueño pero no quería desperdiciar
CalistaSolté una pequeña carcajada ante sus palabras sin sentir ni una pizca de miedo porque buscaran una anulación del testamento o quitarme esas acciones de la empresa cuando no eran ni mías puesto que su propietario aún vivía. —Y ya que andas contando viejas historias, Cristel, ¿le has contado a tu prometido lo mucho que lloraste porque Aetos no te quiso a ti? ¿Lo que le lloraste a nuestros padres para que convencieran a mi esposo que se casara contigo? Apuesto a que no —volví a reír ante su cara pálida y la mirada penetrante de su prometido —¿lo ves Andreus? Siempre quedas en segundo plano cuando te paras al lado de Aetos, incluso ahora que no está sigues permaneciendo en su sombra y siempre será así. El hombre se enfureció y dejó de ver a Cristel para venir hacia mi, me levanté rápidamente mirando a mis escoltas acercarse a prisa para retenerlo de irse contra mí pero el hombre caminaba a zancadas y no quedó más que tomar el cuchillo de mesa como arma de defensa. Sus ojos bril
Andreus Detuve mi caminar frente al ventanal que daba vista al frente sosteniendo una taza de café en mi mano y la otra sobre mi bolsillo, mis ojos sin poder apartarse de la mujer de rojo que caminaba como si el mundo entero le perteneciera, aumentado mi repudio hacia ella, siendo todo lo que quería destruir por interferir en mi camino. La m*****a perra que se estaba moviendo tan astutamente bien, mejor de lo que llegué a pensar. Era como la versión femenina de Aetos, quien desde la tumba se estaría riendo de mí por no haber acabado con todo lo que él era. Flameaba en ira al verla y tenerla en casa siendo ella la que tenía el poder de absolutamente todo lo que pisábamos, quien frustró cada uno de mis planes y se burló en mi cara viéndome como si fuera escoria a su lado. Pero la dejaría disfrutar de su gloria momentánea, con lo que Cristel había dicho anoche era suficiente para comenzar a tomar lo que por derecho nos correspondía. Ella no era nadie y me encargaría de recordárselo.Mi
Calista Mi móvil vibra sobre mi escritorio anunciando la llamada que llevaba esperando toda la mañana. Descolgué relajándome sobre mi silla y giré hacia los ventanales de cristal observando la ciudad mientras una de mis manos descansaba sobre mi vientre. —Te escucho —Las acciones están a la venta, señora Vasileiou. Estoy en espera de su orden para proceder. —Cómpralas —ordené de inmediato —y dale la noticia hoy. ¿Te has comunicado con la prensa? —En un momento, estoy enviando la información que me envió por la mañana. —Perfecto, asegúrate de que salga a la luz cuando sus acciones sean mías —sonreí imaginando lo duro que sería aceptar que había perdido lo que tanto peleó y que en cuestión de horas su padre también lo perdería todo al invertir en una empresa fantasma —no quiero errores. —No los tendrá. Corté la llamada soltando una pequeña risa, la venganza era tan dulce y placentera. Se confiaron demasiado y pensó que llevaba las de ganar. Tan equivocado estaba al creer que pod
Calista Guardé silencio sin poder apartar la mirada de aquella mujer haciendo memoria de donde la había visto antes, no podía dejar de ver aquel abultado vientre y preguntarme cómo había hecho para hacerlo crecer o si realmente estaba embarazada. —Interesante —solté después de lo que parecieron minutos —¿cuántos meses tienes, Olvia?—Cinco meses, él y yo jamás dejamos de frecuentarnos. Ni siquiera cuando se casó con ustedes, han sido muchos años de nuestra relación y alguien que apareció de un momento a otro no significaría nada para dejar de follarnos como nos gustaba. Alcé una de mis conteniendo una pequeña risa y sólo me limité a asentir sin poder decir ni una palabra, forzando mi memoria para recordar de donde la conocía. —¿Qué pasó Calista? —se burló Andreus caminando al mini bar para servirse un trago, tenía el rostro golpeado y notaba que se le dificultaba caminar bien sin hacer una mueca de dolor. Seguramente su socio le había propinado una golpiza por las pérdidas —Vas a
CalistaMe deshice rápidamente de su agarre, mis ojos flameando de enojo por verlo ahí sonriéndome como si yo estuviese feliz de verlo. Ahora mismo lo último que desea era tenerlo frente a mí, un deseo ferviente de golpear su pecho y reclamarle por lo que aquella mujer me había dicho. Me sentía dolida y con un nudo atascado en mi garganta. Su sonrisa se borró al notar mi seriedad, sus ojos me escrutaron y algo en él se incendió al fijarse en el escote de mis senos.—¿Qué se supone que estás haciendo aquí? Te dejé en Londres, te dije que tuvieras paciencia ¿tan difícil se te hizo confiar en mi? —No soy alguien que se quedará de brazos cruzados y esperando que otro haga el trabajo por mi. Si pensaste eso es porque todavía no me conoces —respondió volviendo a su seriedad habitual encendiéndome más la sangre. —No, es obvio que no te conozco —solté dando un paso atrás —no tengo ni la menor idea de quién eres, que se supone que quiere o...—¿Qué es lo que sucede? Porque a juzgar por lo
AetosEl amanecer brillaba en el horizonte, no sabía cuántas horas llevaba sentado en aquel sillón con la mirada perdida a través del cristal de la ventana, las situaciones desagradables que había vivido a lo largo de mi vida para llegar a todo lo que tenía. La lucha constante por un Emporio que me ha hecho sangrar hasta casi matarme, he dejado parte de mi alma en ello para ser merecedor, para demostrarle a quien se suponía era mi figura paterna que era digno de ello. Ahora me preguntaba si realmente había valido la pena tal sacrifico, me olvidé de mi mismo, dejaron de importarme las personas a mi alrededor y lo que sentía era absolutamente nada hasta que llegó ella. Ahora no sabía que hacer con ese sentimiento que parecía quemarme, que me hacía querer protegerla de todo y de todos, tal vez por eso no pude seguir en Londres y vine a ella. Había desatado su enojo y seguía sin dirigirme la palabra pero a pesar de eso se quedó conmigo esta noche, en otra habitación pero fue incapaz de r
Los pasos apresurados hacían eco en la gran sala, agitado llegaba hasta donde su padre era atendido por uno de los médicos que estuvo a cargo de la salud del antiguo señor de la casa. —¿Qué ha pasado? —preguntó mirando a su madre con los ojos enrojecidos y a su padre con el rostro demasiado pálido. —Tu padre lo ha perdido todo, se dejó embaucar por hombre que se desapareció llevándose todos los millones de la empresa y dejándolo con grandes deudas —explicó su madre entre dientes mirando a su esposo como al más estúpido de todos los hombres.Pese a no ser una empresa de gran renombre si les daba grandes ingresos, perderla sólo sería una prueba más de lo incapaces que eran para manejar algo tan grande como lo era el Emporio Vasileiou. —¿Qué fue exactamente lo que hiciste? —furioso se acercó a su padre tomándolo del cuello de su camisa importándole poco que el hombre estaba a otro infarto de morir —¡¿A quién le diste tanto dinero y sin consultarlo?! —Déjalo o esta vez si morirá —le p