Falta muy poco para el final, queridos lectores. Gracias por seguir aquí
Calista Mi móvil vibra sobre mi escritorio anunciando la llamada que llevaba esperando toda la mañana. Descolgué relajándome sobre mi silla y giré hacia los ventanales de cristal observando la ciudad mientras una de mis manos descansaba sobre mi vientre. —Te escucho —Las acciones están a la venta, señora Vasileiou. Estoy en espera de su orden para proceder. —Cómpralas —ordené de inmediato —y dale la noticia hoy. ¿Te has comunicado con la prensa? —En un momento, estoy enviando la información que me envió por la mañana. —Perfecto, asegúrate de que salga a la luz cuando sus acciones sean mías —sonreí imaginando lo duro que sería aceptar que había perdido lo que tanto peleó y que en cuestión de horas su padre también lo perdería todo al invertir en una empresa fantasma —no quiero errores. —No los tendrá. Corté la llamada soltando una pequeña risa, la venganza era tan dulce y placentera. Se confiaron demasiado y pensó que llevaba las de ganar. Tan equivocado estaba al creer que pod
Calista Guardé silencio sin poder apartar la mirada de aquella mujer haciendo memoria de donde la había visto antes, no podía dejar de ver aquel abultado vientre y preguntarme cómo había hecho para hacerlo crecer o si realmente estaba embarazada. —Interesante —solté después de lo que parecieron minutos —¿cuántos meses tienes, Olvia?—Cinco meses, él y yo jamás dejamos de frecuentarnos. Ni siquiera cuando se casó con ustedes, han sido muchos años de nuestra relación y alguien que apareció de un momento a otro no significaría nada para dejar de follarnos como nos gustaba. Alcé una de mis conteniendo una pequeña risa y sólo me limité a asentir sin poder decir ni una palabra, forzando mi memoria para recordar de donde la conocía. —¿Qué pasó Calista? —se burló Andreus caminando al mini bar para servirse un trago, tenía el rostro golpeado y notaba que se le dificultaba caminar bien sin hacer una mueca de dolor. Seguramente su socio le había propinado una golpiza por las pérdidas —Vas a
CalistaMe deshice rápidamente de su agarre, mis ojos flameando de enojo por verlo ahí sonriéndome como si yo estuviese feliz de verlo. Ahora mismo lo último que desea era tenerlo frente a mí, un deseo ferviente de golpear su pecho y reclamarle por lo que aquella mujer me había dicho. Me sentía dolida y con un nudo atascado en mi garganta. Su sonrisa se borró al notar mi seriedad, sus ojos me escrutaron y algo en él se incendió al fijarse en el escote de mis senos.—¿Qué se supone que estás haciendo aquí? Te dejé en Londres, te dije que tuvieras paciencia ¿tan difícil se te hizo confiar en mi? —No soy alguien que se quedará de brazos cruzados y esperando que otro haga el trabajo por mi. Si pensaste eso es porque todavía no me conoces —respondió volviendo a su seriedad habitual encendiéndome más la sangre. —No, es obvio que no te conozco —solté dando un paso atrás —no tengo ni la menor idea de quién eres, que se supone que quiere o...—¿Qué es lo que sucede? Porque a juzgar por lo
AetosEl amanecer brillaba en el horizonte, no sabía cuántas horas llevaba sentado en aquel sillón con la mirada perdida a través del cristal de la ventana, las situaciones desagradables que había vivido a lo largo de mi vida para llegar a todo lo que tenía. La lucha constante por un Emporio que me ha hecho sangrar hasta casi matarme, he dejado parte de mi alma en ello para ser merecedor, para demostrarle a quien se suponía era mi figura paterna que era digno de ello. Ahora me preguntaba si realmente había valido la pena tal sacrifico, me olvidé de mi mismo, dejaron de importarme las personas a mi alrededor y lo que sentía era absolutamente nada hasta que llegó ella. Ahora no sabía que hacer con ese sentimiento que parecía quemarme, que me hacía querer protegerla de todo y de todos, tal vez por eso no pude seguir en Londres y vine a ella. Había desatado su enojo y seguía sin dirigirme la palabra pero a pesar de eso se quedó conmigo esta noche, en otra habitación pero fue incapaz de r
Los pasos apresurados hacían eco en la gran sala, agitado llegaba hasta donde su padre era atendido por uno de los médicos que estuvo a cargo de la salud del antiguo señor de la casa. —¿Qué ha pasado? —preguntó mirando a su madre con los ojos enrojecidos y a su padre con el rostro demasiado pálido. —Tu padre lo ha perdido todo, se dejó embaucar por hombre que se desapareció llevándose todos los millones de la empresa y dejándolo con grandes deudas —explicó su madre entre dientes mirando a su esposo como al más estúpido de todos los hombres.Pese a no ser una empresa de gran renombre si les daba grandes ingresos, perderla sólo sería una prueba más de lo incapaces que eran para manejar algo tan grande como lo era el Emporio Vasileiou. —¿Qué fue exactamente lo que hiciste? —furioso se acercó a su padre tomándolo del cuello de su camisa importándole poco que el hombre estaba a otro infarto de morir —¡¿A quién le diste tanto dinero y sin consultarlo?! —Déjalo o esta vez si morirá —le p
—¿Sorpresa? —rió Calista divirtiéndose con las reacciones de todos, su madre que dio un paso más adelante queriendo ir a abrazarlo pero reteniéndose al saber lo poco que le agradaban las muestras de cariño a su hijo. —¿Cómo es que…? —Andreus quiso formular la pregunta pero no pudo, el miedo comenzando a recorrerle el cuerpo. —¿Cómo es que estoy vivo después de que mandaste a asesinarme? —se escucharon algunos jadeos silenciosos de parte de los empleados que permanecían como estatuas en la sala sin comprender del todo el por qué habían solicitado sus presencias —Una prueba más de que no puedes hacer las cosas bien. Fuiste capaz de enterrarme cuando no tenías mi cuerpo, eres tan ingenuo por mucho que te la des de mente maestra, mira que has caído en cada una de las trampas que mi esposa pudo para ti.—¿Estás demente? No tuve nada que ver en ese atentado, estás mal de la cabeza si piensas que todos conspiran contra ti —trató de rehuir de la mirada severa de Aetos buscando los ojos de s
CalistaLos flashes me bajaron la mirada, las preguntas me aturdieron al no entender entre tanta palabrería. Aetos se posicionó a mi lado sujetando con firmeza mi cintura caminando por la pequeña alfombra hasta llegar a la sección de las fotografías entre tanta euforia. «¿Está vivo? ¿Por qué se hizo pasar por muerto? ¿Donde estuvo todo este tiempo?» eran algunas de las preguntas cuando nos acercamos a los periodistas para darles las respuestas que tanto ansiaban. —Jamás fingí mi muerte —contestó con tranquilidad. —Pero hicieron su sepelio, la prensa cubrió en todo momento. ¿Por qué hacerle creer al mundo que estaba muerto? —Todo este tiempo estuve en estado de coma en un hospital en Londres, mis enemigos me dieron por muerto y enterraron un ataúd vacío mientras intentaban matar a mi esposa. Todo por la lucha de un imperio que no les pertenecía y mi esposa creyó prudente no desmentir mi muerte para que no me buscaran y terminaran el trabajo —sus ojos conectaron con los míos por un i
Calista Alcancé a escuchar a Aetos dando órdenes sobre qué hacer con el cadáver y la limpieza para eliminar las huellas que pudieran involucrarnos en el caso. Pasaron alrededor de dos horas hasta que salimos de aquel lugar, con la voz de mi consciencia recriminándome por lo que había hecho. —¿Sucede algo? —me preguntó él envolviéndome en sus brazos y pegándome a su pecho. —No, es sólo que... —no puede terminar de hablar porque no encontraba una palabra que abarcara ese sabor amargo y ese sentimiento de vacío que comenzaba a consumirme. Los gritos de Andreus aún se repetían en mi cabeza y por mucho que supiera que se lo merecía una pequeña parte de mi me acusaba por mi forma tan cruel de actuar. —Te sientes mal por haber presenciado todo —terminó por mi —escucha, no voy a justificar lo que hicimos porque no hay manera de hacerlo pero... él quería hacer lo mismo con nosotros. —Lo sé, pero... no sé, hay algo dentro de mí que desaprueba totalmente todo lo que hice con él. Creo que...