Calista Me dejé caer en el sillón de la oficina sin contener la sonrisa que me provocaba volver a verlo, sin importar que fuera a través de una pantalla. Mi corazón latía acelerado, emocionada como una adolescente antes de ver al primer amor de su vida. Encendí la laptop para hacer la videollamada a su móvil, Elora me había informado que hace unos minutos se lo había entregado y puesto al tanto de todo. «1, 2, 3...» Tomé una calada de aire viendo nuevamente su hermoso rostro, las lágrimas comenzaron a salir y no me molesté en contenerlas. Mi corazón parecía querer estallar con tantas emociones que me avasallaron, quise volar hasta allá para abrazarlo y besarlo hasta el cansancio, llorar en su pecho y hacerle saber el dolor que me causó su ausencia y la felicidad que me desbordaba saber que muy pronto estaríamos juntos de nuevo. —¡Joder, Calista! —la exclamación salió de su boca cuando sus ojos se cristalizaron y de sus ojos se deslizó una pequeña lágrima viéndose tan humano al de
Calista Saboreé el delicioso desayuno como si fuese lo mejor que había probado en el mundo, últimamente mi hambre era voraz y tenía que dedicarle tiempo al gym o me convertiría en una ballena. Todas las mañanas era la misma rutina, vomitar hasta vaciar mi estómago para luego comer como si no hubiese probado bocado en días. Mi bebé me tenía así. Estaba ansiosa por ver crecer mi vientre, nunca pensé que esto me emocionaría tanto pero cada que pensaba en ello una enorme sonrisa se dibujaba en mi rostro. Por las noches solía imaginar cómo sería, si tendría mis rasgos o los de su padre, amaba el color de mis ojos pero realmente deseaba que tuviera los de Aetos que eran maravillosos. Suspiré sacando mi móvil viendo la foto de pantalla que era la misma que tenía en mi antigua oficina en VM. Mis ojos se llenaron de lágrimas, la sensibilidad era algo que todavía me costaba controlar. —¿Calista? —alguien se detuvo frente a mí y al alzar la mirada solo maldije mi suerte al ver a Ulises fren
Calista Egan se quedó dormido después de media hora de vuelo lo que fue muy bueno y evitaría dar explicaciones, el resto del vuelo fue bastante tedioso para mi, algunas turbulencias me hicieron ponerme de pie e ir a vomitar al baño. Esperaba que aquellos síntomas desaparecieran pronto porque estaba cansada de vaciar mi estómago a cada nada y a la sensibilidad de este con algunos olores. —Sólo unas horas y estaremos con papá —susurré a mi pequeña pancita que sólo era visible para mi. Estaba demasiado nerviosa pensando en las posibles reacciones que tendría con la noticia, quizá si se hubiese dado en otro momento hubiese entrado en shock al no tener planeado ser madre a corto plazo pero él o ella llegó en el momento más adecuado, cuando necesitaba una razón para aferrarme a la vida, cuando sentí perderlo y reconfortarme que un pedacito de él yacía dentro de mi. Mojé mi rostro y me observé en el reflejo del baño, estaba pálida. Un movimiento más y volvería a vomitar. Con esfuerzo regr
Calista Después de aquel momento regresé con los ánimos por las nubes, con el ego alto al sentirme la mujer más importante de toda Grecia, al tener en mi poder las empresas de ten gran prestigio y teniendo las mismas influencias de mi esposo sobre el gobierno griego. Antes de regresar a Atenas me reveló grandes secretos que me daban más poder, uno que ni Andreus sabía que poseía. Al llegar a la mansión entré encontrándome con los ojos serpentinos de mi hermana que bajaba las escaleras al lado de Alysa y su amiga a la que ya había olvidado su nombre. —¿Qué hace esta mujer aquí? —alcancé a escuchar que le preguntó a su amiga. —Es mi casa, ¿por qué no habría de estar en este lugar? —Tu esposo murió, no tienes nada que hacer aquí. Rodé los ojos burlándome de su idiotez pasando por su lado para ignorarlas y pasar de largo. —Era obvio que sólo estaba con Aetos por su dinero. ¿Sabes qué creo? Lo de Andreus lo inventó cuando no pudo seducirlo la muy zorra...—Será mejor que cierres la
Calista Caminé hasta el final del pasillo de la casa que me recibió cuando huí de la mansión Vasileiou, al abrir la puerta los hombres más relevantes de la organización que manejaba mi esposo, traficantes de influencias, sobornos a funcionarios públicos para acceso de medicamentos que estaban fuera del comercio, entre otros actos delictivos que respaldaban a Aetos. Sabía que todo aquello estaba mal, pero era así como funcionaba el mundo y era así como nos manteníamos arriba sin decaer. —Bienvenida, señora Vasileiou —todos se pusieron en pie en mi caminata a la cabeza de la mesa, al estar frente a ellos posé mis manos donde está mirándolos a todos, viendo la seriedad y el respeto plasmados en sus rostros. —Es hora de actuar, señores —una sonrisa torcida se dibujó en mi rostro —requiero de sus servicios. —¿Cuáles son sus órdenes? —Quiero que hagan caer los negocios de Andreus Michailidis, sus conexiones con el mundo delictivo derrumbadas. Recolecten cada prueba que pueda hundirlo y
Aetos En silencio observé sus ojos nerviosos, sus manos sudando y removiéndose inquieta por lo que acababa de revelar. Una noticia que agitó mi corazón y que venía asimilando desde hace una semana. —Lo sé —le dije llevando una de mis manos a su mejilla y acariciarla suavemente. —¿Lo sabes? —preguntó aturdida, parpadeando y esfumando todo nerviosismo en ella. —Si —sonreí a medias —conozco todo de ti, Calista. ¿Creíste que no me iba a dar cuenta de tu pequeño vientre abultado? Lo noté el fin de semana que estuvo conmigo, conocía el cuerpo de mi mujer como la palma de mi mano y era lo suficientemente inteligente como para saber que no era gordura. Por los relatos ella no se alimentaba bien, Elora dijo que se la pasaba vomitando debido a la mala alimentación y que hubo un momento en el que decidió levantarse, volviendo a comer y retomando cierta vida en ello. No me quedó ninguna duda que lo que estaba pasando era un embarazo, una noticia que fue como hiel en mi boca, que me hizo cues
Calista Di el último sorbo a mi hijo apartando el plato de comida que acababa de devorar, completamente complacida en todos los aspectos sonreí ante la perplejidad del hombre sentado frente a mi. —¿Qué? —solté queriendo reírme en su cara, desde hace unas semanas era normal que comiera tanta comida en un solo tiempo.—Nada —sonrió recargando sus codos sobre la mesa mirándome con intensidad, lo acontecido seguía taladrando en mi cabeza preguntándome si había sido sincero o sólo se sentía presionado porque yo lo quería. —Deberías acostumbrarte a verme comer así, también a vomitar a cada nada y a hacer ejercicio como loca para no subir de peso más de lo debido. Alzó sus cejas e hizo una mueca extraña. —¿Siempre comes así? —Si —reí levantándome de la silla y yendo a sentarme a sus piernas —¿tendrás problemas con verme convertida en una ballena? —No, ¿por qué habría de tenerlos? —preguntó frunciendo el ceño extrado. Me encogí de hombros, tenía mucho sueño pero no quería desperdiciar
CalistaSolté una pequeña carcajada ante sus palabras sin sentir ni una pizca de miedo porque buscaran una anulación del testamento o quitarme esas acciones de la empresa cuando no eran ni mías puesto que su propietario aún vivía. —Y ya que andas contando viejas historias, Cristel, ¿le has contado a tu prometido lo mucho que lloraste porque Aetos no te quiso a ti? ¿Lo que le lloraste a nuestros padres para que convencieran a mi esposo que se casara contigo? Apuesto a que no —volví a reír ante su cara pálida y la mirada penetrante de su prometido —¿lo ves Andreus? Siempre quedas en segundo plano cuando te paras al lado de Aetos, incluso ahora que no está sigues permaneciendo en su sombra y siempre será así. El hombre se enfureció y dejó de ver a Cristel para venir hacia mi, me levanté rápidamente mirando a mis escoltas acercarse a prisa para retenerlo de irse contra mí pero el hombre caminaba a zancadas y no quedó más que tomar el cuchillo de mesa como arma de defensa. Sus ojos bril