Capítulo 5

Calista

Adonis tocó mi puerta para la hora de la cena, seguía sin tener ánimos pero decidí bajar, me vestí con un suéter de cuello de tortuga rojo y un pantalón del mismo color, resaltando el color de mi piel.

Salí de mi habitación escuchando el murmullo abajo, en cuanto el repiqueteo de mis tacones resonó en el mármol se hizo silencio, por primera vez sentí la mirada de todos en mi, incluso Aetos volteó en mi dirección mirándome sobre la copa que sostenía.

—Buenas noches —saludé fingiendo una sonrisa.

—Mi hija Calista —me presentó madre ante los presentes .

—Mucho gusto —Egan, el hermano menor, extendió su mano para tomar la mía y dejar un beso en la muñeca —Es usted muy hermosa, señorita.

Asentí en respuesta, los demás siguieron con sus conversaciones, la señora Aricia se mostraba indiferente y ponía su atención sólo en mi hermana y mi madre.

Sentí el peso de una mirada, busqué al dueño de ella y me encontré con los de Aetos, por poco me ruborizo al tener su atención, era extraño. Sin temor a nada caminé a él, quien permanecía alejado de los demás, recostado sobre una pared bebiendo champán.

—¿De nuevo está huyendo? —pregunté cuando estuve a unos pasos, él se encogió de hombros y terminó de beber todo el contenido.

—Ya sabe lo que pienso de esto.

—Sólo véalo como un negocio más, uno en el que sólo trabajará un año.

—¿Así ve todo usted, señorita? ¿Cómo un negocio? —inquirió alzando una de sus pobladas cejas.

—Si, no tengo motivos para verlo de otro modo.

No dijo nada y sólo me observó permaneciendo sereno a la vista de todos. Era muy difícil saber lo que pensaba y ese misterio que lo envolvía me hacía sentir atraída hacia él, como magnetismo.

—Está usted muy hermosa esta noche, señorita —me halagó tomándome por sorpresa —tiene unos bonitos ojos.

Si antes no me ruboricé, esta vez no pude evitarlo. Sentí la cara caliente presa del sonrojo.

—Gracias —contesté en un susurro, alguien carraspeó a mi espalda, de reojo miré a su madre llegar junto a Cristel.

—Querido, creo que es momento que conozcas un poco a tu futura esposa —comentó mostrando a mi hermana e ignorando, nuevamente, por completo mi presencia.

Al sentirme incómoda me alejé yendo al lado de mi padre que se encontraba sentado en uno de los sofás, se veía cansado.

—Para ser un hombre que consiguió el negocio que quería no pareces tan contento, padre.

Hizo una mueca

—No lo veo muy convencido, a penas y nota a tu hermana.

De soslayo lo miré conversando con mi hermana, su madre regresó junto a la mía luego de lograr su cometido.

—Míralos, están conversando —de inmediato volteó al lugar que le señalé con gesto en mi cabeza, sonrió cambiando su semblante y mirándose mas animado.

—Eso es perfecto, ellos juntos se ven así.

«¿Estaba mal sentir esa pequeña espinita en mi pecho?» No era envidia, pero me llegaba a molestar un poco su preferencia hacia Cristel.

—Si, ¿te ha dicho algo?

—¿Quién?

—Aetos

—No, ha sido su madre quien ha hablado en su nombre, él lo único que hizo fue hablar de las "falencias" de mis servicios al transportar sus productos.

—Es exigente, parece no muy convencido de darnos una segunda oportunidad y eso no nos conviene. Si él rompe el lazo con nuestra empresa muchos clientes se irán —comenté haciendo una mueca al pensar en las consecuencias que acarreaba perder al Emporio Vasileiou.

—Esperemos que con el matrimonio desista de la idea. Tengo todas las esperanzas en tu hermana —enderecé mi espalda al oírlo decir aquello.

—Eso espero —me puse de pie —si me disculpas saldré un rato a tomar aire en lo que está la cena.

Asintió

—Enviaré a alguien a avisarte.

Caminé saliendo al jardín, el viento frío me hizo cruzar los brazos y arrepentirme de inmediato el haber salido, amaba el frío pero mi cuerpo no lo soportaba mucho.

«¿Qué me pasa?» me pregunté a mi misma, no entendía lo que estaba ocurriendo, mi molestia al no ser siquiera una opción para esta unión.

Mis deseos me estaban arrastrando a una oscuridad que cada vez me gustaba menos, ni siquiera me acordaba de mi novio, no me interesaba pasar tiempo con él y a penas ocupaba parte de mis pensamientos. Por momentos olvidaba que él existía en mi vida, últimamente sólo estaba centrada en avanzar, en lograr mis propósitos aun cuando sentía que en el lugar donde estaba solo permanecería estancada, a la sombra de mi padre o de mi hermano, incluso de la propia Cristel.

—Quizás... —comenzaron hablando a mi espalda sobresaltándome, por sobre mi hombro miré al responsable. —Lo que estaba buscando si lo encontré en la familia Athanasiou.

—¿Y qué es eso, señor Vasileiou? —pregunté desinteresada mirándolo pararse a mi lado.

—Mi futura esposa —se encogió de hombros —siempre he pensado que la mujer que ocupara ese papel debía ser muchas cosas, entre ello, inteligente.

—¿Por qué me dice esto? —esta vez me grité por completo hacia él observando su perfil —Es más, ¿por qué está aquí? ¿me está siguiendo? Se ve incorrecto que me vean tan cerca de usted, se harán ideas equívocas de las que no quisiera ser partícipe.

—¿Ideas incorrectas? —preguntó girándose hacia mi dando dos pasos permaneciendo demasiado cerca.

—Si, seré su cuñada y con quien debería estar en este momento con Cristel, no conmigo.

Pareció ignorar mis palabras y sólo observó mis ojos, a esta distancia pude observar bien los suyos, eran de un color poco común y a mi parecer era perfectamente hermosos. Aguamarina.

—¿Qué pensarías si te dijera que no te veo como mi cuñada? —el tono de su voz fue bajando, volviéndolo casi un susurro suave. Su rostro fue acercándose y por instinto cerré mis ojos, entré abriendo mis labios, sintiendo su aliento mezclarse con el mío. Sus gruesos labios rozaron los míos, volviéndolo en una suave caricia. Emití un jadeo, sintiéndome embriagada por su cercanía, su mano rodeó mi cintura y mis manos rodearon su cuello. De un momento a otro nuestros labios no pudieron resistir más, los suyos apresaron los míos, envolviéndolos en una danza deliciosa. Poco delicada, feroz e incitando al deseo.

—Quiero que tú seas mi esposa —murmuró contra mis labios —no quiero a tu hermana, te quiero a ti.

No tenía el valor de abrir los ojos y enfrentarme a esto. Pensando en todo lo que conllevaría esto, en el horrible desplante para Cristel.

—Se de tu potencial, de tus ambiciones y en que a mi lado serás esa mujer poderosa que siempre has deseado. No te prometo amor, pero si respeto, atención y cumplirte cada jodido deseo.

Me aparté mirando a cualquier otro sitio menos a él. «Esto es lo que deseaba»

—Quiero lograr mis objetivos por mis propios méritos, no por hombre.

—No te daré nada, sólo te daré la oportunidad de demostrarle al mundo quien eres. Que tu nombre sea conocido por ser lo que siempre has querido, al lado de tu familia solo seguirás engrandeciendo sus nombres, no el tuyo.

—¿Cómo es que sabes tanto? —pregunté volviendo a mirarlo, ladeando mi rostro y tratando de descubrir lo que escondía en sus ojos.

—Yo lo sé todo, así como sabía desde un inicio a quien en verdad quería.

—¿Dirás que siempre me quisiste a mi? —pregunté mirándolo incrédula.

—Sólo diré que fuiste quien llamó mi atención, no busco sólo un rostro bonito para lucir. Tú eres eso que necesito a mi lado, inteligente, ambiciosa y hermosa.

—¿Estás jugando conmigo, no es así?

—No, sabes que no lo hago. Y Calista, no soy un hombre paciente y será mejor que me des una respuesta ahora.

Lo miré por unos largos segundos, indecisa por mi decisión. No solía ser una mujer que le diera tantas vueltas a un asunto pero esto me había tomado desprevenida.

—Si —respondí cuando le vi la intención de marcharse —me casaré contigo si prometes darme todo eso que dijiste.

—Todo estará en ti, Calista —hizo un gesto con la cabeza señalando el interior de la mansión —entremos y demos la noticia.

Me ofreció su brazo, respiré hondo mentalizándome que esto era por mi, que no debía pensar en nadie más. Entrelacé nuestros brazos y caminé a su lado, manteniendo mi mentón en alto, la mirada decidida para no dejarme intimidar por lo que podría ocurrir. Lo lamentaba por Cristel, pero así como ella sólo buscaba su beneficio y en ningún momento pensó en mi, yo también haría lo mismo.

En cuanto entramos sentí la mirada de Egan quien codeó suavemente a su madre indicándole que mirara en nuestra dirección, la señora tensó su mandíbula reparando en nuestro agarre, no se esforzó por mostrar su disgusto. Mi hermana alzó una de sus cejas, mi madre parecía no entender nada al igual que Adonis, a quien no parecía importarle la situación. Padre se levantó al verlo entrar, a él lo único que le interesaba era poder seguir con los negocios. No creía que tuviera problema en con quien se quedaba Aetos, por su parte nos entregaría a las dos si con eso conseguía la unión de ambas familias.

Jakelin Amaya

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