Calista —No te duermas, Calista. —¡Déjala! —se metió madre enojada —no quiero que la molestes, la niña tiene demasiadas cosas encima para que la estés presionando tanto. En unas horas será la fiesta de compromiso y ella tendrá las ojeras más grandes que todo este avión. —No te metas, Agatha. Los ignoré y no abrí mis ojos, me dejé vencer por el sueño cayendo en la oscuridad de la inconsciencia. Al final no supe si me dormí o me desmayé, quizás fue lo último porque él fuerte olor del alcohol me hizo despertar, mi vista estaba empañada y mi cuerpo helado y sudoroso. —Ya despertó —escuché la voz de mamá —Trae agua, Cristel. Llevé las manos a mi cabeza queriendo que se me quitara ese enorme malestar. —Tengo frío —susurré volviendo a cerrar los ojos. —Bebe un poco —pusieron el vaso en mis labios obligándome a beber. —Tienes que comer algo—Lo único que quiero es dormir. Cinco minutos después todo se comenzó a despejar, me retiré a la habitación para poder dormir y relajarme o esto
Calista —Suerte la que tienes, eh, Calista. Te lo callaste el domingo —comentó la tía Layna —Era una sorpresa —correspondí a medias su amabilidad. —La familia Athanasiou tiene un nuevo integrante —rió mi abuela, la miré extrañada, no estaba muy de acuerdo con esto y que soltara este tipo de comentarios era raro. Pero mis dudas se eliminaron rápidamente cuando vi la copa de champán en sus manos. —¿Estás tomando abuela? —Solo un poquito. —Cali, creo que ya te has esforzado suficiente esta noche, será mejor que vuelvas a descansar. No te ves bien, cielo —mamá se acercó mirándome con preocupación. —Aún es muy pronto —contesté mirando a toda la gente que esperaba un momento para acercarse a felicitarnos. —Tu madre tiene razón, te llevaré arriba. Yo me encargaré de los invitados —Artis intervino. Lo miré indecisa y terminé accediendo porque en realidad aún no me sentía bien del todo, menos para estar rodeada de tantas personas y con ropa incómoda. Mi ánimo estaba por el suelo para se
CalistaDejé caer mi espalda tras la puerta de mi habitación con una sonrisa tonta y mis dedos sobre mis labios. Mi pecho subía y bajaba con el pequeño momento lujurioso que acababa de vivir, cerré mis ojos para traer las imágenes a mi cabeza. «¿Hace cuanto no me sentía así?» Tan viva. Los malestares desaparecieron, mi mente estaba relajada y mi cuerpo agradecido por el pequeño descanso. Me aparté de la puerta para desvestirme, deslicé mis pies hacia el baño para preparar la tina. Necesitaba calmar ese calor en mi cuerpo, esa llama que se encendió y no quería apagarse hasta probarlo, hasta prenderme junto a él. Mi cuerpo se estremeció al entrar en contacto con el agua tibia, la música de fondo le dio un toque más relajante. Alcancé la copa de vino que serví antes de entrar al agua, di un sorbo mientras traía a mi mente los recuerdos que empezaban a impregnarse en mi piel. Él tomando fuertemente de la cintura, deslizándolas hacia mi trasero para apretarlo entre tanto sus labios toma
Calista —¡Despierta! ¡Es hoy, es hoy! —alguien sacudió mi cuerpo logrando despertarme de mala gana, me removí y puse una almohada sobre mi cabeza. —No molestes —le pedí a Cyrilla, escuché las voces del resto de mis amigas y sus pasos acercándose. —Levántate —jaló la sábana y me quitó la almohada, entre todas me obligaron a levantarme y me empujaron al baño —los estilistas llegaran en media hora, ya hemos pedido el desayuno. Ayer en la noche llegamos a Atenas, mis amigas y mi familia me acompañaban. Miré mi reflejo en el espejo, viendo el temor en mis ojos y el nerviosismo. Abrí el grifo para mojarme la cara, quería estar bien y que no me pasara lo del día del compromiso.Me di un baño tomándome mi tiempo mientras me preguntaba si estaba haciendo lo correcto, si esto en verdad funcionaría o sólo sería un calvario. Era inevitable no sentir temor, lo que me esperaba era incierto, tendría que convivir con desconocidos incluyendo a mi futuro esposo. Salí en bata a la habitación, mi ma
Calista La fiesta llegó a su fin, me despedí de todos permaneciendo sonriente y con mi mejor cara. No quería que nadie supiera el temor que me daba enfrentarme a mi nueva vida sola, me asustaba no tenerlos a mi lado como siempre había sido. Ahora sólo lo tendría a él, a un desconocido.Me tomó de la mano y me llevó al ascensor, la suite presidencial fue preparada para nosotros esta noche, al amaneces tomaríamos el vuelo a la isla de Tenerefe, donde pasaríamos tres días. Estaba nerviosa y se me hacía difícil ocultar las ansias que me carcomían por estar a solas con él.—Apenas y cabes aquí —soltó una risita viendo toda la tela de mi vestido, durante toda la velada lo miré tomar alcohol, no se veía tan lúcido pero tampoco tan ebrio. Se las apañó para llegar a mi y tomarme de la cintura pegándome a su pecho y adueñándose de mis labios, casi gemí al sentirlo de nuevo, deborándome y explorando mi cavidad bucal con su legua. —Ya quiero tenerte para mi, Calista —murmuró descendiendo sus la
CalistaAl anochecer volvimos al hotel para vestirnos y bajar a cenar en uno de los restaurantes de la zona, estaba tan hambrienta que ni siquiera me esmeré en arreglarme tanto. En veinte minutos ya estaba lista con mi bolso en mano, él salió detrás de mí sin apartar su mano de mi cintura, un gesto que no podía negar que me gustaba bastante. —Bienvenidos, señores Vasileiou. Su mesa está por acá —nos recibió uno de los camareros en la entrada del restaurante. El sitio reservado era en una parte aislada y más privada, lejos del resto de los comensales. En el centro había una botella de vino y las cartas en cada lado. Me senté frente a él, quien comenzó a probar el vino y yo a leer la carta, casi todo lo escrito en ella se me antojaba. Después de un pequeño debate en mi interior me decidí por uno de los platillos. Su móvil comenzó a vibrar, de reojo lo miré como lo apagaba y fijaba la mirada sobre mi, quise sonreír, me gustaba tener su atención, el que prestara atención a cada uno de
Calista Sentía las miradas sobre mi, hombres y mujeres, mi esposo en ningún momento me soltó. Por un momento alcé la mirada hacia él, se veía tranquilo, con su mentón siempre en alto y esa mirada serena. Tomando asiento en una de las mesas que se encontraban más cerca de la playa, mi estómago rugía y casi me avergonzaba porque él lo escuchara. —¿Estás segura que sólo quieres bañar y no conocer los alrededores? —preguntó luego de que hubiésemos ordenado. —De hecho estaba pensando en dar un paseo en yate —comenté desviando la mirada hacia el agua azulada, sintiendo la brisa que tanto amaba sentir. —Alquilaré uno —respondió tomando su teléfono y hablando con no sé quién para que le consiguiera un yate. Desayunamos en silencio, luego caminamos hasta la orilla mientras preparaban el yate. Su brazo rodeaba mi cuello manteniéndome pegada a su cuerpo, mi bolso lo llevaba en su brazo izquierdo. Se me hacía imposible ver su rostro, sus lentes de sol cubrían su expresión. Saqué mi celular
CalistaCambié mi atuendo antes de bajar a cenar y enfrentarme al resto de la familia Vasileiou, consideré que un vestido estaría perfecto para la ocasión. Terminé de arreglar mi cabello y me aparté del espejo checando la hora, justo a tiempo. Aetos me esperaba sentado en uno de los sofás con su iPad en mano, cuando me detuve frente a él la apago y la dejó de lado, poniéndose en pie y sonriendo de lado. —¿Lista? —Si —respondí consiguiendo la seguridad que necesitaba, si ellos eran como él los describía tenía que mostrar mi firmeza y determinación en cada paso, gesto o cosa que decía y hacía. Salimos de la habitación, él permaneciendo a mi lado y sujetando mi cintura, por el pasillo del segundo piso salió Aricia portando un vestido negro, su hijo a penas y determinó en ella, cosa que al parecer le molestaba a su madre. Escuché sus pasos atrás de nosotros, los empleados comenzaron a mostrar una leve inclinación hacia él en forma de saludo. Las puertas dobles del comedor se abrieron