CalistaAl anochecer volvimos al hotel para vestirnos y bajar a cenar en uno de los restaurantes de la zona, estaba tan hambrienta que ni siquiera me esmeré en arreglarme tanto. En veinte minutos ya estaba lista con mi bolso en mano, él salió detrás de mí sin apartar su mano de mi cintura, un gesto que no podía negar que me gustaba bastante. —Bienvenidos, señores Vasileiou. Su mesa está por acá —nos recibió uno de los camareros en la entrada del restaurante. El sitio reservado era en una parte aislada y más privada, lejos del resto de los comensales. En el centro había una botella de vino y las cartas en cada lado. Me senté frente a él, quien comenzó a probar el vino y yo a leer la carta, casi todo lo escrito en ella se me antojaba. Después de un pequeño debate en mi interior me decidí por uno de los platillos. Su móvil comenzó a vibrar, de reojo lo miré como lo apagaba y fijaba la mirada sobre mi, quise sonreír, me gustaba tener su atención, el que prestara atención a cada uno de
Calista Sentía las miradas sobre mi, hombres y mujeres, mi esposo en ningún momento me soltó. Por un momento alcé la mirada hacia él, se veía tranquilo, con su mentón siempre en alto y esa mirada serena. Tomando asiento en una de las mesas que se encontraban más cerca de la playa, mi estómago rugía y casi me avergonzaba porque él lo escuchara. —¿Estás segura que sólo quieres bañar y no conocer los alrededores? —preguntó luego de que hubiésemos ordenado. —De hecho estaba pensando en dar un paseo en yate —comenté desviando la mirada hacia el agua azulada, sintiendo la brisa que tanto amaba sentir. —Alquilaré uno —respondió tomando su teléfono y hablando con no sé quién para que le consiguiera un yate. Desayunamos en silencio, luego caminamos hasta la orilla mientras preparaban el yate. Su brazo rodeaba mi cuello manteniéndome pegada a su cuerpo, mi bolso lo llevaba en su brazo izquierdo. Se me hacía imposible ver su rostro, sus lentes de sol cubrían su expresión. Saqué mi celular
CalistaCambié mi atuendo antes de bajar a cenar y enfrentarme al resto de la familia Vasileiou, consideré que un vestido estaría perfecto para la ocasión. Terminé de arreglar mi cabello y me aparté del espejo checando la hora, justo a tiempo. Aetos me esperaba sentado en uno de los sofás con su iPad en mano, cuando me detuve frente a él la apago y la dejó de lado, poniéndose en pie y sonriendo de lado. —¿Lista? —Si —respondí consiguiendo la seguridad que necesitaba, si ellos eran como él los describía tenía que mostrar mi firmeza y determinación en cada paso, gesto o cosa que decía y hacía. Salimos de la habitación, él permaneciendo a mi lado y sujetando mi cintura, por el pasillo del segundo piso salió Aricia portando un vestido negro, su hijo a penas y determinó en ella, cosa que al parecer le molestaba a su madre. Escuché sus pasos atrás de nosotros, los empleados comenzaron a mostrar una leve inclinación hacia él en forma de saludo. Las puertas dobles del comedor se abrieron
CalistaCon la vista cansada me recosté un poco en la silla, había sido agotador el primer día, tantas cosas de las que debía ponerme al tanto, una empresa que conllevaba demasiada responsabilidad. —Eileen ven un momento, por favor —le pedí a mi secretaria por medio del teléfono que me comunicaba con ella. Sólo fueron segundos para que tocara la puerta y pasara. —Necesito que organices una reunión con todos los directivos para mañana a primera hora, quiero reportes de la última semana. —Si, señora. ¿Necesita algo más? —No, puedes retirarte. Habían tantas cosas por hacer que no sabía por dónde empezar, tenía tantas ideas en mi cabeza que quería plasmarlas. Revisé las empresas que se sumaban a la lista, no todos estaban de acuerdo con esta implementación de energía limpia, algunos seguían aferrados a lo ambiguo y a lo que ellos consideraban seguro. Las empresas de mi familia estaban en la lista, pero una me llamó la atención, las empresas de los Konstantinou no estaban en la lista.
Calista El tiempo transcurrió y todo fue silencioso, nadie dijo nada ni comentó nada fuera de lugar. Al final terminó siendo mejor de lo que esperaba, nos retiramos de la mesa antes que todos y volvimos a nuestra habitación. —Parece que ya no están tan enojados —comenté mientras me ponía mi pijama y pasaba al baño para limpiar mi rostro. —Aunque no lo creas, no les gusta discutir nada en el comedor. —Pero ayer si lo hicieron. —Hasta que terminaron Eso era cierto, no seguí pensando más en ello y entré a la cama con él, sentándome en su regazo ansiosa de repetir lo de antes. Él me recibió a gusto, besándome y toqueteando mi cuerpo, dejando que tomara el control y lo tomara a mi antojo. Besé su cuello y permanecí con la cabeza enterrada ahí, aferrándome a sus hombros sin dejar de jadear su nombre. Sintiendo sus grandes manos aferrarse a mi trasero desnudo, subiendo y bajando.Era tan delicioso compartir estos momentos con él, me volvía loca con su toque, con su mirada y sus arrebat
Calista Le di un largo beso de despedida, aferrándome a sus hombros, derritiéndome en sus brazos y queriendo que no se marchara, no ahora que recién comenzábamos esto. No mentía al decir que lo extrañaría, no me imaginaba llegar a esa enorme casa sin tenerlo a mi lado. —No es necesario que cenes y pases tiempo con ellos —dijo tomando mi rostro con ambas manos. —Lo sé, no te preocupes por eso —me dio un último beso, le sonreí y salí del auto sintiendo una extraña sensación de vacío. Volví al trabajo olvidándome de todo, seguía conociendo más del rubro, del funcionamiento de la empresa. Habían nuevos acuerdos que debía analizar y aprobar, la siguiente semana iría en busca de un nuevo cliente que había fichado. La tarde llegó, recogí mis cosas y salí de la oficina, casi todas las salas se encontraban solitarias, pocos se encontraban trabajando. Subí al ascensor y marqué el primer pido, miré mi reflejo sintiéndome un poco desmoralizada al no estar él esperándome. Revisé mi celular vi
Calista Las puertas del comedor se abrieron dándome paso, mirando a todos los que se encontraban ahí. La señora Aricia, Alida y su esposo, a quien le desconocía su nombre. Me resultaba bastante extraño ese hombre, siempre callado como si no tuviera voz en esta casa. —Buenas noches —saludé recibiendo el saludo de vuelta por parte de todos, a excepción de Alysa. Me senté en la silla que Aetos designó para mi, a mi lado se encontraba mi suegra, de frente Alida, su esposo, una silla vacía que era donde Andreus solía sentarse y Alysa. Los que me seguían no tardaron en entrar, sentándose al lado de la señora Aricia. No tenía ni idea cómo había memorizado tanto nombre sin confundirlos, siempre era un problema que tenía para recordar. Solía creer que con tanta cosa en mi cabeza a veces no había espacio para pequeñas cosas en ella. Madre decía que era falta de interés que ponía en las personas y por eso olvidaba sus nombres, quizás no estaba tan equivocada. Minutos después Andreus se hizo
Calista La conversación con mi padre sólo logró ponerme de mal humor, la falta de compresión me molestaba a tal grado que ni siquiera quería volver a hablar con él, ni con madre, quien siempre trataba de justificarlo. El teléfono sonó y lo descolgué de inmediato, era mi secretaria. —Señora Vasileiou, el señor Michailidis está aquí y pide ser recibido —arrugué el entrecejo sin saber quién era. —¿Quién? —No iba a recibir a nadie que no supiera quién era. —El señor Andreus Michailidis, primo del señor Vasileiou. No sabía que los hijos de Alida se apellidaran así. —Que pase —concedí dando por terminada la comunicación. No tenía ni la menor idea que hacía Andreus aquí, algo bueno lo dudaba mucho. La puerta se abrió dándole paso, Andreus era un hombre alto, musculoso y un físico atractivoso, algunos rasgos me recordaban a los de mi esposo y Egan. —Buenos días, Calista —me sonrió mostrándome sus fuentes y caminando hasta las sillas frente a mi escritorio, se sentó cruzando sus piern