Calista El tiempo transcurrió y todo fue silencioso, nadie dijo nada ni comentó nada fuera de lugar. Al final terminó siendo mejor de lo que esperaba, nos retiramos de la mesa antes que todos y volvimos a nuestra habitación. —Parece que ya no están tan enojados —comenté mientras me ponía mi pijama y pasaba al baño para limpiar mi rostro. —Aunque no lo creas, no les gusta discutir nada en el comedor. —Pero ayer si lo hicieron. —Hasta que terminaron Eso era cierto, no seguí pensando más en ello y entré a la cama con él, sentándome en su regazo ansiosa de repetir lo de antes. Él me recibió a gusto, besándome y toqueteando mi cuerpo, dejando que tomara el control y lo tomara a mi antojo. Besé su cuello y permanecí con la cabeza enterrada ahí, aferrándome a sus hombros sin dejar de jadear su nombre. Sintiendo sus grandes manos aferrarse a mi trasero desnudo, subiendo y bajando.Era tan delicioso compartir estos momentos con él, me volvía loca con su toque, con su mirada y sus arrebat
Calista Le di un largo beso de despedida, aferrándome a sus hombros, derritiéndome en sus brazos y queriendo que no se marchara, no ahora que recién comenzábamos esto. No mentía al decir que lo extrañaría, no me imaginaba llegar a esa enorme casa sin tenerlo a mi lado. —No es necesario que cenes y pases tiempo con ellos —dijo tomando mi rostro con ambas manos. —Lo sé, no te preocupes por eso —me dio un último beso, le sonreí y salí del auto sintiendo una extraña sensación de vacío. Volví al trabajo olvidándome de todo, seguía conociendo más del rubro, del funcionamiento de la empresa. Habían nuevos acuerdos que debía analizar y aprobar, la siguiente semana iría en busca de un nuevo cliente que había fichado. La tarde llegó, recogí mis cosas y salí de la oficina, casi todas las salas se encontraban solitarias, pocos se encontraban trabajando. Subí al ascensor y marqué el primer pido, miré mi reflejo sintiéndome un poco desmoralizada al no estar él esperándome. Revisé mi celular vi
Calista Las puertas del comedor se abrieron dándome paso, mirando a todos los que se encontraban ahí. La señora Aricia, Alida y su esposo, a quien le desconocía su nombre. Me resultaba bastante extraño ese hombre, siempre callado como si no tuviera voz en esta casa. —Buenas noches —saludé recibiendo el saludo de vuelta por parte de todos, a excepción de Alysa. Me senté en la silla que Aetos designó para mi, a mi lado se encontraba mi suegra, de frente Alida, su esposo, una silla vacía que era donde Andreus solía sentarse y Alysa. Los que me seguían no tardaron en entrar, sentándose al lado de la señora Aricia. No tenía ni idea cómo había memorizado tanto nombre sin confundirlos, siempre era un problema que tenía para recordar. Solía creer que con tanta cosa en mi cabeza a veces no había espacio para pequeñas cosas en ella. Madre decía que era falta de interés que ponía en las personas y por eso olvidaba sus nombres, quizás no estaba tan equivocada. Minutos después Andreus se hizo
Calista La conversación con mi padre sólo logró ponerme de mal humor, la falta de compresión me molestaba a tal grado que ni siquiera quería volver a hablar con él, ni con madre, quien siempre trataba de justificarlo. El teléfono sonó y lo descolgué de inmediato, era mi secretaria. —Señora Vasileiou, el señor Michailidis está aquí y pide ser recibido —arrugué el entrecejo sin saber quién era. —¿Quién? —No iba a recibir a nadie que no supiera quién era. —El señor Andreus Michailidis, primo del señor Vasileiou. No sabía que los hijos de Alida se apellidaran así. —Que pase —concedí dando por terminada la comunicación. No tenía ni la menor idea que hacía Andreus aquí, algo bueno lo dudaba mucho. La puerta se abrió dándole paso, Andreus era un hombre alto, musculoso y un físico atractivoso, algunos rasgos me recordaban a los de mi esposo y Egan. —Buenos días, Calista —me sonrió mostrándome sus fuentes y caminando hasta las sillas frente a mi escritorio, se sentó cruzando sus piern
Calista Me retiré a mi habitación, desvistiéndome y acomodándome para ver otra película, distrayéndome también en el móvil, revisando mis redes sociales y viendo la cantidad de reacciones que tuvieron más fotos de la boda. Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando una llamada entrante de Aetos tomó la llamada. —Hola —contesté risueña—¿Cómo estás? —su voz se escuchaba cansada, seguramente no había dormido nada desde que se fue. —Mejor que tú al parecer, ¿qué ha pasado? —Todo va bien, aunque todavía no hay una respuesta para lo que quiero. Tendré que esperar un día más para volver. Hice una mueca imaginando un día más sin él, en pocos días me sentía muy apegada a su presencia, quizá porque era con la única persona que podría conversar y pasar un buen momento.—¿Qué tal tú? —Estoy bien, me siento un poco sola pero ahora me hizo compañía Elora, parece ser una buena chica. —Lo es —estuvo de acuerdo conmigo—Mañana vendrá las chicas también, supongo que no será un problema —dije que
Calista Salí de la cocina cuando la señora afirmó que se haría como lo había pedido, continué con el paseo en el jardín, caminé por la acera encontrándome con Alida. —A ti te quería ver —me señaló acercándose con esa mala cara que empezaba a detestar —no me gusta que alteren el orden de las cosas, ¿te crees la reina de Inglaterra cómo para pedir tu desayuno en la cama? Aquí sino bajas al comedor o donde yo decida que se haga, no desayunarás. La estupidez que soltó de su boca me hizo soltar una pequeña risa burlesca. No había sentido en lo que decía, sólo quería molestarme y tratar de limitarme en lo que podía hacer y no hacer aquí. —Señora, sus estúpidas reglas las pueden seguir sus hijas. En lo que a mí concierne haré lo que se me la maldita gana, esta también es mi casa, vivo aquí como todos ustedes y por lo tanto puedo disponer de cualquier lugar para desayunar. —Esta no es tu casa —repitió lo que su hija me dijo hace un momento —vives aquí pero no puedes ignorar mis reglas,
CalistaSubimos al tercer piso y las invité a acomodarse en la sala, Dyste y Adrianne tomaron asiento en los sofás pero Cyrilla y Dasha exploraron todo, saliendo al balcón viendo maravilladas el increíble jardín que se apreciaba desde aquí. —Es hermoso —comentó Cyrilla —imagino lo mucho que te ha de gustar pasar tiempo aquí.—Hasta ayer lo hice —contesté acercándome a ellas —pero aún no lo logro adaptarme, me siento extraña y fuera de lugar. —Es normal, a penas llevas unos días aquí. —Si, pero no creo que eso cambie mucho —dije haciendo una mueca y mirando a las mujeres que nos observaban desde el jardín. —¿Quienes son? —preguntó Dasha señalándolas con la barbilla. —No lo sé, supongo que amigas de la señora Alida —contesté encogiéndome de hombros. —¿Ese es Andreus, cierto? —Si —miré con diversión a mi amiga cuando sonrió con coquetería en su dirección. —Es muy guapo. No podía quitarle méritos a eso. —¡Hey! ¿Entran? —Dyste vino por nosotras, entramos y yo me disculpé para ir
Calista Nos levantamos de la mesa y salimos al balcón acomodándonos en los sillones, seguimos conversando esta vez queriendo saber más del matrimonio de Dasha, quien sonreía tontamente al mencionar a su esposo. Se le veía ese brillo en los ojos que adquiría cada persona que se encontraba genuinamente feliz, mi amiga lo era, se había casado con el amor de su vida. Era testigo de lo mucho que se amaban en ellos dos. Muchas veces tuve la leve ilusión de encontrar a alguien así para mi, tener a alguien que lo diera todo por mi así como yo por él, sentirme protegida y amada entre unos brazos, sentirme reconfortada con un simple beso y recibir las miradas llenas de amor y devoción que mi amiga recibía todos los días. —¿Irás a Salonica para navidad? —No lo sé, no había pensando en ello pero lo más seguro es que si. No pienso pasar un día festivo en este lugar con gente que no me quiere. —¿Qué hay de tu suegra? ¿No te defiende? Solté una risita. —La señora Aricia nunca movería un dedo