Calista Entré a la mansión con las bolsas de compra en mano, había un silencio sepulcral en el lugar lo cual era algo bueno para mi gusto. Me acerqué a la cocina, quería que prepararan una deliciosa cena en el balcón de la habitación para esperarlo. —Buenas tardes, señora —me saludó la joven Delia, le sonreí en respuesta dándole una ligera mirada a los que se encontraban en el lugar. —Pensé que había sido clara, señora Dorotea.La mencionaba frunció el ceño y me miró interrogante. —¿A qué se refiere, señora? —Está usted despedida —me encogí de hombros, no solía lidiar con el personal de casa pero si con los que tenía en la empresa y cuando estos no cumplían con su trabajo e ignoraban mis órdenes como si no valieran nada, eran despedidos de inmediato. —No puede hacer eso, la señora Alida...—Si puedo —contesté con tranquilidad —recoja sus cosas y váyase, le haré llegar su cheque de liquidación. La mujer palideció y se retiró de la cocina, seguramente a pedirle a la señora Alida
CalistaSolté el móvil para ir a darme un baño en la tina, quería que mi cuerpo oliera delicioso para él, apliqué sales con olor a rosas y esparcí pétalos en ella. Me desnudé y entré al agua, sintiendo un escalofrío que me hizo enderezarme. Permanecí un largo rato ahí, no más del necesario, después salí secando mi cabello. Caminé por la habitación sin importarme no traer nada encima, busqué entre las bolsas el babydoll que compré, lo puse sobre la cama y volví al closet buscando con que cubrirme. Una gabardina en color beige fue la mejor opción, me llegaba abajo de la rodilla y podía utilizarlo como un vestido, busque unos tacones negros para combinarlo. Me acerqué al tocador y prepararé mi rostro con un maquillaje no muy cargado, a excepción de los labios que los pinté de rojo carmín. Me coloqué los pendientes que me regaló como accesorio final. Miré la hora, aún había tiempo para que entraran a organizar todo. Me coloqué el babydoll de encaje que transparentaba todo, cubría sólo l
Calista—¿Ya me dirás lo qué pasó? —preguntó dándole un sorbo a la copa de vino. —¿Cuál es la prisa con eso? No es nada importante —hice una mueca, partiendo un pedazo del filete de carne y llevándolo a mi boca. —Aún así quiero saberlo. Tragué y alcancé la copa dándole un gran sorbo. —Sólo fue tu tía, quiso hacerme de menos pero ya me encargué de eso.Asintió levemente dándome esas miradas tan intensas que me hacían sentir desnuda ante sus ojos, como si pudiese ver en mi interior y saber si mentía o no. —¿Segura? —Si —contesté con tranquilidad, había sido una discusión absurda que hasta cierta manera me avergonzaba, no era mi estilo pelear por quien mandaba o no. Cómo se lo dije a la señora Alysa por la tarde, sólo quería que me tomaran en cuenta y ya. —¿Qué hay con la empresa? ¿Ya te adaptaste? —Todo bien, cada día voy entiendo más acerca de su funcionamiento, esta semana quiero ir a donde están los paneles y observar de cerca el proceso. Además, también tengo pensado ir en b
Calista Coloqué algo de música y dejé de lado el celular, comencé a moverme al rito de esta, disfrutando de sus reacciones y del deseo abrumante en sus ojos. Su dureza era algo que iba a probar con mi boca antes de tenerlo en mi interior, quería sentirlo y saborearlo, darle placer y perderme en él. Me detuve girándome y tomando su mano, llevándolo conmigo hasta uno de los sofás y lanzarlo ahí, sentándome en sus piernas y besando sus labios, tirando suavemente de ellos y descender mi boca a su cuello, pecho y abdomen, hasta detenerme en su pelvis, me acomodé sobre la alfombra entre sus piernas y elevé la mirada para encontrarme con la suya, era tan intensa que sólo me hizo animarme más a lo que haría. Lo desnudé y tomé entre mis manos su hombría, dándole placer con ellas y con mi boca, acariciando cada parte con mi lengua, disfrutando de su sabor como si fuera el más delicioso postre que hubiese probado. Por un momento me aparté para quitar la prenda que me cubría, tomando mis pechos
Calista—Es la abuela, enfermó de nuevo —informó mi hermana haciendo que me levantara de inmediato. —¿Qué? Ella... ¿cómo está? —mi voz temblaba así como mis mano tratando de no pensar en lo peor, ella era fuerte. —Estaba muy mal, ahora mismo estamos en la sala de espera del hospital. Pasé las manos repetidamente por mi cabello sin saber qué hacer. —Voy para allá.—Te enviaré la ubicación del lugar. La llamada se cortó, busqué el contacto de Aetos, necesitaba un medio de transporte y si usaba un vuelo comercial tardaría demasiado tiempo en llegar a Salónica. —Tu Jet, ¿está disponible? —lo primero que hice fue soltar esa pregunta, tomando mi bolso en mano y saliendo de la oficina, sin importarme que me viesen desesperada al borde de las lágrimas. —Si, ¿qué pasa? —Es mi abuela, está hospitalizada y necesito estar con ella —ingresé al ascensor y pulsé el último piso. —Ve a la pista, haré una llamada para que preparen el Jet. Tú ¿estás bien? —No —solté un sollozo —no puedo soport
Calista Depositó un beso en mi boca en cuanto me tuvo cerca, me preguntó cómo estaba y si necesitaba ir a descansar. —Anoche no dormiste mucho, Calista —arrugó su entrecejo reparando en mi rostro. —No importa, no quiero apartarme de su lado. Madre se acercó y juzgando por su gesto logró escuchar lo que dije. —Tu abuela está bien, tu padre, tu tía y yo nos quedaremos aquí. Tú muchacha te vas a ir a comer y a dormir, si pasa algo te avisaré —me señaló un poco molesta, cuando miró a mi esposo le sonrió con amabilidad —Es una sorpresa verte por aquí, Aetos. —Señora Agatha —la saludó asintiendo con su cabeza. —Llévatela a comer, a puesto que no la ha hecho desde hace horas y asegúrate que duerma. Él afirmó y me dio una ligera mirada. Resignada asentí y les pedí un momento para ir a despedirme de la abuela, quien aún permanecía dormida. Besé su frente y rogué a Dios para que mejorara. Al salir de la habitación mi madre aún permanecía con Aetos, parecía estar explicando lo sucedido y
Calista—¿Estás muy ocupado? —pregunté dándole una ligera mirada a la laptop sobre la mesa. —No mucho, sólo me falta terminar de leer y aprobar esto. Son nuevos convenios —explicó mostrándose relajado, me observó desde su posición viéndose sexi con esa mirada seductora. Me acerqué a su boca, sintiendo su aliento y sus labios adelantarse a los míos, moviéndolos con suavidad, como quien daba aprobar sólo un pequeño pedazo de tu postre favorito.—¡Calista! —me llamaron desde lo lejos, solté sus labios y voltee a ver de quien se trataba. Cristel caminaba hacia nosotros, al tener mi atención se detuvo a mitad de camino —La abuela está llegando. Me levanté de inmediato, soltándome del agarre de él, le susurré un lo siento antes de seguir a mi hermana. Mis pies me trasladaron a la sala, me sentía agitada y de cierta forma emocionada por verla entrar de pie a la casa, con ganas de verla sonriendo y con esa energía suya tan única. —Están por llegar —dijo mi hermana a mis espaldas —Siento mu
Calista Llevé a la abuela a dar un paseo por el jardín que tanto le gustaba pasearse, traté de entablar conversaciones de temas triviales que no pusieran tenso el ambiente. —Este lugar no es el mismo sin ti —musitó mientras le daba de comer a los peces —¿cuando te irás? —Por la noche, debo estar en la oficina mañana. Hay asuntos que me requieren —noté la tristeza en sus ojos —vendré a verte el fin de semana, ¿te parece? —Claro que si, mi niña. —Pues aquí me tendrás, prométeme que te cuidarás y tomarás tu medicamento. —No te preocupes por eso —me sonrió volviendo la vista a los peces, inconscientemente voltee hacia la ve gana de mi habitación encontrándome con él, tenía las manos en su bolsillo con sus ojos sobre mi. Me negaba a creer todas las cosas que me decían de él, antes de casarme me prometí conocerlo y no dejarme llevar por opiniones de terceros. Seguí con el paseo de la abuela, poniendo atención a cada flor que me indicaba, diciéndome sus nombres y el significado de ca