CalistaSubimos al tercer piso y las invité a acomodarse en la sala, Dyste y Adrianne tomaron asiento en los sofás pero Cyrilla y Dasha exploraron todo, saliendo al balcón viendo maravilladas el increíble jardín que se apreciaba desde aquí. —Es hermoso —comentó Cyrilla —imagino lo mucho que te ha de gustar pasar tiempo aquí.—Hasta ayer lo hice —contesté acercándome a ellas —pero aún no lo logro adaptarme, me siento extraña y fuera de lugar. —Es normal, a penas llevas unos días aquí. —Si, pero no creo que eso cambie mucho —dije haciendo una mueca y mirando a las mujeres que nos observaban desde el jardín. —¿Quienes son? —preguntó Dasha señalándolas con la barbilla. —No lo sé, supongo que amigas de la señora Alida —contesté encogiéndome de hombros. —¿Ese es Andreus, cierto? —Si —miré con diversión a mi amiga cuando sonrió con coquetería en su dirección. —Es muy guapo. No podía quitarle méritos a eso. —¡Hey! ¿Entran? —Dyste vino por nosotras, entramos y yo me disculpé para ir
Calista Nos levantamos de la mesa y salimos al balcón acomodándonos en los sillones, seguimos conversando esta vez queriendo saber más del matrimonio de Dasha, quien sonreía tontamente al mencionar a su esposo. Se le veía ese brillo en los ojos que adquiría cada persona que se encontraba genuinamente feliz, mi amiga lo era, se había casado con el amor de su vida. Era testigo de lo mucho que se amaban en ellos dos. Muchas veces tuve la leve ilusión de encontrar a alguien así para mi, tener a alguien que lo diera todo por mi así como yo por él, sentirme protegida y amada entre unos brazos, sentirme reconfortada con un simple beso y recibir las miradas llenas de amor y devoción que mi amiga recibía todos los días. —¿Irás a Salonica para navidad? —No lo sé, no había pensando en ello pero lo más seguro es que si. No pienso pasar un día festivo en este lugar con gente que no me quiere. —¿Qué hay de tu suegra? ¿No te defiende? Solté una risita. —La señora Aricia nunca movería un dedo
Calista Entré a la mansión con las bolsas de compra en mano, había un silencio sepulcral en el lugar lo cual era algo bueno para mi gusto. Me acerqué a la cocina, quería que prepararan una deliciosa cena en el balcón de la habitación para esperarlo. —Buenas tardes, señora —me saludó la joven Delia, le sonreí en respuesta dándole una ligera mirada a los que se encontraban en el lugar. —Pensé que había sido clara, señora Dorotea.La mencionaba frunció el ceño y me miró interrogante. —¿A qué se refiere, señora? —Está usted despedida —me encogí de hombros, no solía lidiar con el personal de casa pero si con los que tenía en la empresa y cuando estos no cumplían con su trabajo e ignoraban mis órdenes como si no valieran nada, eran despedidos de inmediato. —No puede hacer eso, la señora Alida...—Si puedo —contesté con tranquilidad —recoja sus cosas y váyase, le haré llegar su cheque de liquidación. La mujer palideció y se retiró de la cocina, seguramente a pedirle a la señora Alida
CalistaSolté el móvil para ir a darme un baño en la tina, quería que mi cuerpo oliera delicioso para él, apliqué sales con olor a rosas y esparcí pétalos en ella. Me desnudé y entré al agua, sintiendo un escalofrío que me hizo enderezarme. Permanecí un largo rato ahí, no más del necesario, después salí secando mi cabello. Caminé por la habitación sin importarme no traer nada encima, busqué entre las bolsas el babydoll que compré, lo puse sobre la cama y volví al closet buscando con que cubrirme. Una gabardina en color beige fue la mejor opción, me llegaba abajo de la rodilla y podía utilizarlo como un vestido, busque unos tacones negros para combinarlo. Me acerqué al tocador y prepararé mi rostro con un maquillaje no muy cargado, a excepción de los labios que los pinté de rojo carmín. Me coloqué los pendientes que me regaló como accesorio final. Miré la hora, aún había tiempo para que entraran a organizar todo. Me coloqué el babydoll de encaje que transparentaba todo, cubría sólo l
Calista—¿Ya me dirás lo qué pasó? —preguntó dándole un sorbo a la copa de vino. —¿Cuál es la prisa con eso? No es nada importante —hice una mueca, partiendo un pedazo del filete de carne y llevándolo a mi boca. —Aún así quiero saberlo. Tragué y alcancé la copa dándole un gran sorbo. —Sólo fue tu tía, quiso hacerme de menos pero ya me encargué de eso.Asintió levemente dándome esas miradas tan intensas que me hacían sentir desnuda ante sus ojos, como si pudiese ver en mi interior y saber si mentía o no. —¿Segura? —Si —contesté con tranquilidad, había sido una discusión absurda que hasta cierta manera me avergonzaba, no era mi estilo pelear por quien mandaba o no. Cómo se lo dije a la señora Alysa por la tarde, sólo quería que me tomaran en cuenta y ya. —¿Qué hay con la empresa? ¿Ya te adaptaste? —Todo bien, cada día voy entiendo más acerca de su funcionamiento, esta semana quiero ir a donde están los paneles y observar de cerca el proceso. Además, también tengo pensado ir en b
Calista Coloqué algo de música y dejé de lado el celular, comencé a moverme al rito de esta, disfrutando de sus reacciones y del deseo abrumante en sus ojos. Su dureza era algo que iba a probar con mi boca antes de tenerlo en mi interior, quería sentirlo y saborearlo, darle placer y perderme en él. Me detuve girándome y tomando su mano, llevándolo conmigo hasta uno de los sofás y lanzarlo ahí, sentándome en sus piernas y besando sus labios, tirando suavemente de ellos y descender mi boca a su cuello, pecho y abdomen, hasta detenerme en su pelvis, me acomodé sobre la alfombra entre sus piernas y elevé la mirada para encontrarme con la suya, era tan intensa que sólo me hizo animarme más a lo que haría. Lo desnudé y tomé entre mis manos su hombría, dándole placer con ellas y con mi boca, acariciando cada parte con mi lengua, disfrutando de su sabor como si fuera el más delicioso postre que hubiese probado. Por un momento me aparté para quitar la prenda que me cubría, tomando mis pechos
Calista—Es la abuela, enfermó de nuevo —informó mi hermana haciendo que me levantara de inmediato. —¿Qué? Ella... ¿cómo está? —mi voz temblaba así como mis mano tratando de no pensar en lo peor, ella era fuerte. —Estaba muy mal, ahora mismo estamos en la sala de espera del hospital. Pasé las manos repetidamente por mi cabello sin saber qué hacer. —Voy para allá.—Te enviaré la ubicación del lugar. La llamada se cortó, busqué el contacto de Aetos, necesitaba un medio de transporte y si usaba un vuelo comercial tardaría demasiado tiempo en llegar a Salónica. —Tu Jet, ¿está disponible? —lo primero que hice fue soltar esa pregunta, tomando mi bolso en mano y saliendo de la oficina, sin importarme que me viesen desesperada al borde de las lágrimas. —Si, ¿qué pasa? —Es mi abuela, está hospitalizada y necesito estar con ella —ingresé al ascensor y pulsé el último piso. —Ve a la pista, haré una llamada para que preparen el Jet. Tú ¿estás bien? —No —solté un sollozo —no puedo soport
Calista Depositó un beso en mi boca en cuanto me tuvo cerca, me preguntó cómo estaba y si necesitaba ir a descansar. —Anoche no dormiste mucho, Calista —arrugó su entrecejo reparando en mi rostro. —No importa, no quiero apartarme de su lado. Madre se acercó y juzgando por su gesto logró escuchar lo que dije. —Tu abuela está bien, tu padre, tu tía y yo nos quedaremos aquí. Tú muchacha te vas a ir a comer y a dormir, si pasa algo te avisaré —me señaló un poco molesta, cuando miró a mi esposo le sonrió con amabilidad —Es una sorpresa verte por aquí, Aetos. —Señora Agatha —la saludó asintiendo con su cabeza. —Llévatela a comer, a puesto que no la ha hecho desde hace horas y asegúrate que duerma. Él afirmó y me dio una ligera mirada. Resignada asentí y les pedí un momento para ir a despedirme de la abuela, quien aún permanecía dormida. Besé su frente y rogué a Dios para que mejorara. Al salir de la habitación mi madre aún permanecía con Aetos, parecía estar explicando lo sucedido y