Calista La conversación con mi padre sólo logró ponerme de mal humor, la falta de compresión me molestaba a tal grado que ni siquiera quería volver a hablar con él, ni con madre, quien siempre trataba de justificarlo. El teléfono sonó y lo descolgué de inmediato, era mi secretaria. —Señora Vasileiou, el señor Michailidis está aquí y pide ser recibido —arrugué el entrecejo sin saber quién era. —¿Quién? —No iba a recibir a nadie que no supiera quién era. —El señor Andreus Michailidis, primo del señor Vasileiou. No sabía que los hijos de Alida se apellidaran así. —Que pase —concedí dando por terminada la comunicación. No tenía ni la menor idea que hacía Andreus aquí, algo bueno lo dudaba mucho. La puerta se abrió dándole paso, Andreus era un hombre alto, musculoso y un físico atractivoso, algunos rasgos me recordaban a los de mi esposo y Egan. —Buenos días, Calista —me sonrió mostrándome sus fuentes y caminando hasta las sillas frente a mi escritorio, se sentó cruzando sus piern
Calista Me retiré a mi habitación, desvistiéndome y acomodándome para ver otra película, distrayéndome también en el móvil, revisando mis redes sociales y viendo la cantidad de reacciones que tuvieron más fotos de la boda. Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando una llamada entrante de Aetos tomó la llamada. —Hola —contesté risueña—¿Cómo estás? —su voz se escuchaba cansada, seguramente no había dormido nada desde que se fue. —Mejor que tú al parecer, ¿qué ha pasado? —Todo va bien, aunque todavía no hay una respuesta para lo que quiero. Tendré que esperar un día más para volver. Hice una mueca imaginando un día más sin él, en pocos días me sentía muy apegada a su presencia, quizá porque era con la única persona que podría conversar y pasar un buen momento.—¿Qué tal tú? —Estoy bien, me siento un poco sola pero ahora me hizo compañía Elora, parece ser una buena chica. —Lo es —estuvo de acuerdo conmigo—Mañana vendrá las chicas también, supongo que no será un problema —dije que
Calista Salí de la cocina cuando la señora afirmó que se haría como lo había pedido, continué con el paseo en el jardín, caminé por la acera encontrándome con Alida. —A ti te quería ver —me señaló acercándose con esa mala cara que empezaba a detestar —no me gusta que alteren el orden de las cosas, ¿te crees la reina de Inglaterra cómo para pedir tu desayuno en la cama? Aquí sino bajas al comedor o donde yo decida que se haga, no desayunarás. La estupidez que soltó de su boca me hizo soltar una pequeña risa burlesca. No había sentido en lo que decía, sólo quería molestarme y tratar de limitarme en lo que podía hacer y no hacer aquí. —Señora, sus estúpidas reglas las pueden seguir sus hijas. En lo que a mí concierne haré lo que se me la maldita gana, esta también es mi casa, vivo aquí como todos ustedes y por lo tanto puedo disponer de cualquier lugar para desayunar. —Esta no es tu casa —repitió lo que su hija me dijo hace un momento —vives aquí pero no puedes ignorar mis reglas,
CalistaSubimos al tercer piso y las invité a acomodarse en la sala, Dyste y Adrianne tomaron asiento en los sofás pero Cyrilla y Dasha exploraron todo, saliendo al balcón viendo maravilladas el increíble jardín que se apreciaba desde aquí. —Es hermoso —comentó Cyrilla —imagino lo mucho que te ha de gustar pasar tiempo aquí.—Hasta ayer lo hice —contesté acercándome a ellas —pero aún no lo logro adaptarme, me siento extraña y fuera de lugar. —Es normal, a penas llevas unos días aquí. —Si, pero no creo que eso cambie mucho —dije haciendo una mueca y mirando a las mujeres que nos observaban desde el jardín. —¿Quienes son? —preguntó Dasha señalándolas con la barbilla. —No lo sé, supongo que amigas de la señora Alida —contesté encogiéndome de hombros. —¿Ese es Andreus, cierto? —Si —miré con diversión a mi amiga cuando sonrió con coquetería en su dirección. —Es muy guapo. No podía quitarle méritos a eso. —¡Hey! ¿Entran? —Dyste vino por nosotras, entramos y yo me disculpé para ir
Calista Nos levantamos de la mesa y salimos al balcón acomodándonos en los sillones, seguimos conversando esta vez queriendo saber más del matrimonio de Dasha, quien sonreía tontamente al mencionar a su esposo. Se le veía ese brillo en los ojos que adquiría cada persona que se encontraba genuinamente feliz, mi amiga lo era, se había casado con el amor de su vida. Era testigo de lo mucho que se amaban en ellos dos. Muchas veces tuve la leve ilusión de encontrar a alguien así para mi, tener a alguien que lo diera todo por mi así como yo por él, sentirme protegida y amada entre unos brazos, sentirme reconfortada con un simple beso y recibir las miradas llenas de amor y devoción que mi amiga recibía todos los días. —¿Irás a Salonica para navidad? —No lo sé, no había pensando en ello pero lo más seguro es que si. No pienso pasar un día festivo en este lugar con gente que no me quiere. —¿Qué hay de tu suegra? ¿No te defiende? Solté una risita. —La señora Aricia nunca movería un dedo
Calista Entré a la mansión con las bolsas de compra en mano, había un silencio sepulcral en el lugar lo cual era algo bueno para mi gusto. Me acerqué a la cocina, quería que prepararan una deliciosa cena en el balcón de la habitación para esperarlo. —Buenas tardes, señora —me saludó la joven Delia, le sonreí en respuesta dándole una ligera mirada a los que se encontraban en el lugar. —Pensé que había sido clara, señora Dorotea.La mencionaba frunció el ceño y me miró interrogante. —¿A qué se refiere, señora? —Está usted despedida —me encogí de hombros, no solía lidiar con el personal de casa pero si con los que tenía en la empresa y cuando estos no cumplían con su trabajo e ignoraban mis órdenes como si no valieran nada, eran despedidos de inmediato. —No puede hacer eso, la señora Alida...—Si puedo —contesté con tranquilidad —recoja sus cosas y váyase, le haré llegar su cheque de liquidación. La mujer palideció y se retiró de la cocina, seguramente a pedirle a la señora Alida
CalistaSolté el móvil para ir a darme un baño en la tina, quería que mi cuerpo oliera delicioso para él, apliqué sales con olor a rosas y esparcí pétalos en ella. Me desnudé y entré al agua, sintiendo un escalofrío que me hizo enderezarme. Permanecí un largo rato ahí, no más del necesario, después salí secando mi cabello. Caminé por la habitación sin importarme no traer nada encima, busqué entre las bolsas el babydoll que compré, lo puse sobre la cama y volví al closet buscando con que cubrirme. Una gabardina en color beige fue la mejor opción, me llegaba abajo de la rodilla y podía utilizarlo como un vestido, busque unos tacones negros para combinarlo. Me acerqué al tocador y prepararé mi rostro con un maquillaje no muy cargado, a excepción de los labios que los pinté de rojo carmín. Me coloqué los pendientes que me regaló como accesorio final. Miré la hora, aún había tiempo para que entraran a organizar todo. Me coloqué el babydoll de encaje que transparentaba todo, cubría sólo l
Calista—¿Ya me dirás lo qué pasó? —preguntó dándole un sorbo a la copa de vino. —¿Cuál es la prisa con eso? No es nada importante —hice una mueca, partiendo un pedazo del filete de carne y llevándolo a mi boca. —Aún así quiero saberlo. Tragué y alcancé la copa dándole un gran sorbo. —Sólo fue tu tía, quiso hacerme de menos pero ya me encargué de eso.Asintió levemente dándome esas miradas tan intensas que me hacían sentir desnuda ante sus ojos, como si pudiese ver en mi interior y saber si mentía o no. —¿Segura? —Si —contesté con tranquilidad, había sido una discusión absurda que hasta cierta manera me avergonzaba, no era mi estilo pelear por quien mandaba o no. Cómo se lo dije a la señora Alysa por la tarde, sólo quería que me tomaran en cuenta y ya. —¿Qué hay con la empresa? ¿Ya te adaptaste? —Todo bien, cada día voy entiendo más acerca de su funcionamiento, esta semana quiero ir a donde están los paneles y observar de cerca el proceso. Además, también tengo pensado ir en b