CAPÍTULO 49

El aire estaba cargado de una tensión que parecía arañar las paredes de la modesta sala de Kyra. Se puso de pie, con los brazos cruzados, frente a Dante, cuya presencia se sentía como una sombra no deseada que se extendía sobre el piso de madera. Sus ojos, antes llenos de comprensión, ahora brillaban con una desesperación que ella ya no podía consolar.

—Kyra, por favor —imploró Dante, su voz era una mezcla de grava y seda. —Tenemos que hablar…

—Nada ha cambiado, Dante. No quiero esto... sea lo que sea que creas que es. Me ayudaste una noche y ya. —Su voz era un hilo de acero, firme y fría. Las palabras quedaron suspendidas entre ellos, poco comprensivas con su causa.

Antes de que Dante pudiera formular otra súplica, la puerta se abrió de golpe. El cabello ardiente de Amelie apareció como una llamarada en la puerta, sus ojos ardían con igual intensidad. Detrás de ella, se alzaba Félix, el conductor y confidente de Kyra, un centinela silencioso.

—Kyra, ¿qué está pasando? —La mirada de F
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