LUCIEN BLACKWELLLa deposité con cuidado en la cama antes de meterme al baño y preparar la tina con agua caliente. No quería que Camille sufriera de hipotermia. Cuando me di cuenta, ella estaba asomada en el umbral, con esa mirada entornada y aguda, esforzándose por reconocerme. Él hombre que fui, el que vio allá abajo torturando y matando, no era el que quería ser con ella. Tampoco quería que me recordara como el mafioso que la torturó y amenazó con matarla. Me había convertido en un animal herido y no pude más que morder su mano, pero ahora solo quería lamer sus heridas y recuperar su corazón. —¿Qué haces? —preguntó Camille mientras me enfocaba en el agua tibia llenando la bañera. Los ojos se le llenaron de lágrimas que no estaba dispuesta a soltar. Parecía desolada, como si por fin estuviera dispuesta a dejar caer sus murallas, y me rompió el corazón. Me acerqué a ella y con cuidado la guié al interior del baño. Sin decir ni una sola palabra, la ayudé a deshacerse de esas ropas
LUCIEN BLACKWELLPor primera vez en muchos años mi sueño era profundo y reconfortante. Era como si la calidez del cuerpo de Camille y su aroma fueran suficientes para calmar cualquier dolor, cualquier miedo y toda mi ansiedad. Ella descansaba en mis brazos, o eso creí hasta que su ausencia me dejó un frío que me despertó. Abrí los ojos de golpe y quise levantarme apresurado, pero sus manos me detuvieron, ardiendo en mi pecho. En la penumbra de la noche sus ojos resplandecían como si estuvieran llenos de magia y sus cabellos rubios brillaban con la luz de la luna que entraba por la ventana. —Camille… —pronuncié su nombre apenas en un susurro. Sus manos acariciaron mi rostro con dulzura, aunque aún había incertidumbre en sus ojos. Intenté calmar mi miedo de haberla perdido por un breve momento y sus labios se posaron dulcemente en los míos. Con actitud tímida, incluso insegura, se movieron lentamente. No dudé en responder su beso y estrecharla entre mis brazos, queriendo sentirla cer
CAMILLE ASHFORD—¿Camille? —preguntó Lucien detrás de mí mientras yo no dejaba de darle vueltas al sobre que contenía la dirección de Cloe. Cuando Volteé, no pude evitar notar el miedo reflejado en sus pupilas y mi estómago se hizo pequeño, sabiendo que no había manera de consolarlo. Estiré mi mano hasta que el sobre quedó cerca de él. Lo tomó como si fuera una serpiente esperando atacar. Le dio un par de vueltas con el ceño fruncido hasta que empezó a abrirlo. —Esa es la dirección de Cloe Sullivan —dije en un susurro, recuperando su atención—. Ella es la mujer que buscas. La amante de Aston Smith. La verdadera Ruiseñor. La que debería de estar en mi lugar y quien tuvo que sufrir las humillaciones que me tocaron a mí. Me levanté lentamente de la cama y pasé las manos por mi vestido, alisándolo. Sabía lo que tenía que hacer, pero cuando estaba lista para hacerlo, sentí como si mis músculos se entumecieran y no quisieran apoyarme en mi huida.—¿Qué? —preguntó Lucien confundido, sentá
CAMILLE ASHFORD—Arreglemos esto, Camille… —suplicó estirando su mano hasta alcanzar mi mejilla. Su tacto me dolió y una lágrima logró escapar de entre mis pestañas—. Quédate. Déjame demostrarte que me merezco una segunda oportunidad…»No me dejes —su voz sonaba cargada de miseria y súplica, aun así, retrocedí, alejándome de su caricia—. Véngate de lo que te hice, quédate y grítame, pégame… dispárame si eso te hace sentir mejor, pero arreglemos esto aquí. Me merezco todo lo que me quieras hacer, solo… no te vayas, no me abandones. Sus ojos suplicaban, llenos de dolor, y mi corazón se resquebrajaba dolorosamente dentro de mi pecho. Tomó mi mano entre las suyas, besó cada uno de mis dedos y pude sentir su miedo a perderme. Cuando creí que estaba a punto de ceder, la puerta de la entrada se abrió. —¿Damián? —pregunté sorprendida al ver a mi hermano plantado ahí, con los ojos oscuros y llenos de furia, las mandíbulas rígidas y los hombros tensos. A su lado estaba Shawn, como el ratón as
CAMILLE ASHFORDMe gustaría decir que conforme nos alejábamos me sentía más tranquila, incluso más alegre, pero la verdad es que no era así. Me sentía peor, como si mi corazón se hubiera quedado allá. Era ilógico, Lucien era malo para mí en todos los aspectos y, aun así, estaba tentada a voltear hacia atrás, a llorarle, incluso a llamarlo. La mano de Damián se posó sobre la mía y su rostro delató que estaba preocupado por mí. —¿Te sientes bien? —preguntó en un murmullo y yo solo sonreí de manera insípida y comprometida. Una sonrisa forzada y amarga que hundía mi corazón. —¿Por qué? —inquirí confundida con una mano en el pecho—. ¿Por qué duele cuando se supone que estoy haciendo lo correcto?—Buena pregunta… —contestó Damián pasando su brazo por encima de mis hombros y atrayéndome hacia él para besarme la cabeza—. Podrías preguntarle a Andy. De cierta manera a quien más entiendo es a Lucien. Aunque no a su nivel, yo también fui un patán con mi panterita y, bueno, aunque me esforcé p
ANDY DAVISEl viaje había sido tranquilo y emocionante. Los mellizos nunca habían subido a un avión y saber que en el que viajábamos era de su padre fue para ellos una experiencia novedosa y llena de euforia, asomándose por cada ventana, cambiando de asientos, pidiéndole a la sobrecargo golosinas, para terminar profundamente dormidos, acurrucados como un par de gatitos. —Son adorables… —dijo la sobrecargo mientras acomodaba una cobija sobre ellos—. Sorprendente que sean hijos del señor Ashford.Noté como su rostro se hizo una mueca de confusión y miedo, tal vez recordando malos tratos en el pasado o el horrible temperamento de Damián. Sacudió la cabeza y cuando volteó hacia mí y me ofreció una sonrisa ensayada. —Lo siento, no pretendía ser grosera… —confesó apenada, con las mejillas al rojo vivo. Negué con la cabeza y alcé una mano para que no siguiera disculpándose.—Descuida… lo entiendo muy bien —contesté compartiendo una sonrisa con ella para intentar que se relajara. Conocía a
ANDY DAVIS—¡Mami! ¿Todavía no llega papá? —preguntó León asomándose por encima de la mesa mientras Victoria veía con desconfianza a John. —¿Quién es él? —inquirió mi niña con el ceño fruncido y manteniendo su distancia. —Lo mejor será que esperemos afuera… —dije mientras buscaba en mi bolso algo de dinero antes de salir de ahí. —¿Son ellos? —preguntó John con un nudo en la garganta mientras se inclinaba hacia mis hijos—. ¿Cómo se llaman?—¡Yo soy León y ella es Victoria! —respondió mi pequeño con la frente en alto y una sonrisa orgullosa.—¿Qué edad tienen? —insistió John entornando los ojos con curiosidad.—¡Cinco! —exclamó Victoria levantando sus cinco deditos en el aire—. Casi seis. —Suficiente… —Me levanté de la mesa y alejé a mis mellizos de él. No quería que el pasado contaminara mi futuro. —Cinco años… —susurró John posando su mano sobre la mía, como una sutil manera de detenerme—. Estabas embarazada de ellos cuando te fuiste de aquí. Ellos…—Sí, de cierta manera ellos ta
ANDY DAVISCuando salimos del restaurante, entre murmullos, no pude evitar reconocer a Lynnet, quien entraba presurosa con un niño de la mano. Tenía prácticamente la misma edad que mis hijos y sentí un retortijón. El pequeño no se parecía a John, eso era obvio a simple vista, apenas y lucía un par de rasgos de Lynnet, pero me quedaba claro que se parecía más a su padre biológico. No intercambié ni una sola palabra con ella, solo dejé que entrara por lo que quedaba de su esposo modelo mientras nosotros abandonábamos el aeropuerto.El auto de Damián nos esperaba afuera, los niños entraron emocionados al asiento trasero y yo pensé que esto sería un recuerdo que se desvanecería como todos lo que le pertenecían a John, pero para mi sorpresa, Damián no parecía muy cómodo, cuando me abrió la puerta, pude notar la rigidez en su rostro, estaba pensando en algo, pero no me lo decía. El silencio se volvió cada vez más profundo e incómodo, tomé su mano y sentí que no me sujetaba con la misma fu