CAMILLE ASHFORDMe gustaría decir que conforme nos alejábamos me sentía más tranquila, incluso más alegre, pero la verdad es que no era así. Me sentía peor, como si mi corazón se hubiera quedado allá. Era ilógico, Lucien era malo para mí en todos los aspectos y, aun así, estaba tentada a voltear hacia atrás, a llorarle, incluso a llamarlo. La mano de Damián se posó sobre la mía y su rostro delató que estaba preocupado por mí. —¿Te sientes bien? —preguntó en un murmullo y yo solo sonreí de manera insípida y comprometida. Una sonrisa forzada y amarga que hundía mi corazón. —¿Por qué? —inquirí confundida con una mano en el pecho—. ¿Por qué duele cuando se supone que estoy haciendo lo correcto?—Buena pregunta… —contestó Damián pasando su brazo por encima de mis hombros y atrayéndome hacia él para besarme la cabeza—. Podrías preguntarle a Andy. De cierta manera a quien más entiendo es a Lucien. Aunque no a su nivel, yo también fui un patán con mi panterita y, bueno, aunque me esforcé p
ANDY DAVISEl viaje había sido tranquilo y emocionante. Los mellizos nunca habían subido a un avión y saber que en el que viajábamos era de su padre fue para ellos una experiencia novedosa y llena de euforia, asomándose por cada ventana, cambiando de asientos, pidiéndole a la sobrecargo golosinas, para terminar profundamente dormidos, acurrucados como un par de gatitos. —Son adorables… —dijo la sobrecargo mientras acomodaba una cobija sobre ellos—. Sorprendente que sean hijos del señor Ashford.Noté como su rostro se hizo una mueca de confusión y miedo, tal vez recordando malos tratos en el pasado o el horrible temperamento de Damián. Sacudió la cabeza y cuando volteó hacia mí y me ofreció una sonrisa ensayada. —Lo siento, no pretendía ser grosera… —confesó apenada, con las mejillas al rojo vivo. Negué con la cabeza y alcé una mano para que no siguiera disculpándose.—Descuida… lo entiendo muy bien —contesté compartiendo una sonrisa con ella para intentar que se relajara. Conocía a
ANDY DAVIS—¡Mami! ¿Todavía no llega papá? —preguntó León asomándose por encima de la mesa mientras Victoria veía con desconfianza a John. —¿Quién es él? —inquirió mi niña con el ceño fruncido y manteniendo su distancia. —Lo mejor será que esperemos afuera… —dije mientras buscaba en mi bolso algo de dinero antes de salir de ahí. —¿Son ellos? —preguntó John con un nudo en la garganta mientras se inclinaba hacia mis hijos—. ¿Cómo se llaman?—¡Yo soy León y ella es Victoria! —respondió mi pequeño con la frente en alto y una sonrisa orgullosa.—¿Qué edad tienen? —insistió John entornando los ojos con curiosidad.—¡Cinco! —exclamó Victoria levantando sus cinco deditos en el aire—. Casi seis. —Suficiente… —Me levanté de la mesa y alejé a mis mellizos de él. No quería que el pasado contaminara mi futuro. —Cinco años… —susurró John posando su mano sobre la mía, como una sutil manera de detenerme—. Estabas embarazada de ellos cuando te fuiste de aquí. Ellos…—Sí, de cierta manera ellos ta
ANDY DAVISCuando salimos del restaurante, entre murmullos, no pude evitar reconocer a Lynnet, quien entraba presurosa con un niño de la mano. Tenía prácticamente la misma edad que mis hijos y sentí un retortijón. El pequeño no se parecía a John, eso era obvio a simple vista, apenas y lucía un par de rasgos de Lynnet, pero me quedaba claro que se parecía más a su padre biológico. No intercambié ni una sola palabra con ella, solo dejé que entrara por lo que quedaba de su esposo modelo mientras nosotros abandonábamos el aeropuerto.El auto de Damián nos esperaba afuera, los niños entraron emocionados al asiento trasero y yo pensé que esto sería un recuerdo que se desvanecería como todos lo que le pertenecían a John, pero para mi sorpresa, Damián no parecía muy cómodo, cuando me abrió la puerta, pude notar la rigidez en su rostro, estaba pensando en algo, pero no me lo decía. El silencio se volvió cada vez más profundo e incómodo, tomé su mano y sentí que no me sujetaba con la misma fu
ANDY DAVISHabíamos pasado tiempo suficiente estando lejos como para que la necesidad de sentirnos se volviera aguda e insistente, y ese beso que había empezado como la confirmación de mi amor por él, se había transformado en algo más. La desesperación de marcarme como suya había escalado hasta el punto de rasgar mis ropas con una facilidad que me sorprendió. Sus manos recorrían mi cuerpo con una lujuria que nunca me había mostrado antes. Sujetó con fuerza mis muñecas en el momento justo que se hundió en mí, dominándome con su cuerpo mientras me poseía. Sus celos e inseguridades se habían convertido en fuerza y deseo, en una posesividad que parecía enfermiza, en una dominancia que me daba miedo y al mismo tiempo me gustaba. Damián marcó el ritmo de nuestro encuentro y yo no pude hacer otra cosa que obedecer, en contra de mi temperamento, me dejé someter por ese rubio de ojos oscuros, sucumbiendo entre temblores y gimoteos, víctima de esa sensación mortal que amenazaba con detener mi
LUCIEN BLACKWELL—Había escuchado que te estabas volviendo loco por una mujer, pero no quise creerlo —dijo uno de los investigadores que trabajaban para mí y que consideraba de confianza. El mismo que me había llevado a Camille, señalándola como mi objetivo.Sostenía su sonrisa, mientras estaba amarrado a esa silla, escondiendo su nerviosismo porque sabía lo que se avecinaba. —Por tu culpa la iba a matar… —siseé dándole vueltas al picahielo entre mis manos.—Por mi culpa la conociste… ¿No tengo mérito por eso? —soltó con arrogancia y una risotada que me hizo hervir la sangre—. Si me vas a juzgar por una cosa, deberías juzgarme por la otra. ¿No sería más justo?—Yo no soy justo. —Arrastré una silla hasta sentarme frente a él y encajé el picahielo en su muslo, retorciéndolo mientras él gritaba.—¡Sin mi nunca la hubieras conocido! ¡Sin mí, tú, maldito monstruo, nunca te hubieras enamorado! —escupió junto con saliva y desesperación—. De nada. —¿Quién te acompañaba ese día? Tú orden fu
CAMILLE ASHFORD—¿En verdad esto es necesario? —pregunté mientras avanzaba detrás de Damián y Andy, quienes andaban como la pareja perfecta, tomados de la mano, levantando suspiros de admiración por todos los trabajadores de la empresa que los veían al pasar—. Te recuerdo que ya no soy dueña de nada. —Sigues siendo mi hermana —respondió Damián con media sonrisa, intentando reconfortarme—. Tienes un lugar muy importante en todo. Entendía por qué lo hacía, sabía que quería reconfortarme y darme un premio de consolación después de perderlo todo, pero no me gustaba y no lo quería. Era como un premio por ser perdedora, confiada y manipulable. Sentía que a cada paso recordaría los errores que cometí. Solo quería esconderme en una cueva y permanecer lejos del mundo. —¡Mamá! —exclamó de pronto Leoncito. Cuando volteamos estaba con los ojos llorosos y las mejillas infladas.—¿Qué ocurre? —preguntó Andy deteniendo nuestro andar y yendo hacia su hijo, quien junto a su hermana parecían enfurru
CAMILLE ASHFORDSu aliento se apoderó de mi boca, sus labios se movían con desesperación sobre los míos y sus manos se aferraban a mi cuerpo como ganchos. Quería resistirme y gritar, sabía que eso era lo que tenía que hacer, pero… no lo hice. Quise luchar, sabía que era lo correcto, pero… me derretí entre sus brazos mientras las palabras de Damián resonaban en mi cabeza: Si cedes, no te lo quitarás de encima. Tal vez eso era lo que quería, sabía que Lucien era un cazador y quería que me persiguiera por el resto de mis días, aunque eso fuera una sentencia de muerte.Cuando el aire se acabó en mis pulmones, por fin tuvo piedad de mí y liberó mi boca sin despegar su frente de la mía. Mis ojos lloraban, porque estaba decepcionada de mí misma, porque… siempre me sentí orgullosa de ser una mujer fuerte y determinada, y ahí estaba condenándome por un sentimiento al que no podía dominar, por el contrario, me dominaba a mí. Un suave sollozo salió de mis labios y por fin Lucien abrió sus ojos