5

Solo a mí, Eylin Mancini se le ocurre enamorarse de alguien que amaba a otra persona. Bueno, es que, en ese tiempo, cuando mis ojos se cruzaron con los suyos no podía imaginar que ese hombre tuviera el corazón ocupado, sobre todo, que la dueña fuera la que ahora es mi cuñada. Irónico ¿No?

¿De haberlo sabido habría abierto mi corazón para él? Es la pregunta que siempre me hago, pero siempre termino diciendo que sí, porque en el corazón no se manda, porque nadie elige a quien amar, más una inexperta en el amor como yo. Tal vez si hubiera tenido experiencias dolorosas en el amor, no me habría fijado a la primera y, tras saber que pasó por mi cuñada, menos lo haría.

Pero aquí estaba, con mi corazón destrozado por no tener un amor correspondido. No sé si a alguna le pasó, no sé si alguna de ustedes tuvo la mala suerte como yo, de amar a alguien sin decirle y, cuando decidiste decírselo, te dio un rotundo no.

Sonrío de mí misma, de mi estupidez. Joder ¿Quién con veintiún años se enamora como boba de alguien que no la pela? Solo la tonta de Eylin Mancini, quien abrió su corazón a un hombre del cual no sabía ni el nombre.

Salgo de su consultorio con las lágrimas picando en mis ojos, solo quiero encerrarme en algún rincón de este lugar y llorar fuerte, pero ya he llorado demasiado por un amor no correspondido, así que pienso ocupar la mente en otra cosa. No puedo pasarme todos los días llorando en el baño del hospital, si alguien llegara a escucharme seguramente cuestionaría que sucede y, tendría que explicar el motivo de mis lágrimas.

Eso no solo me traería problemas a mí, también al doctor. Si ya de por si su madre me desprecia por lo de su hija, y eso que no tengo culpa alguna, no quiero ni imaginar cuanto me "amaría" si destruyo la reputación de su adorado hijo.

Como un Mancini valiente, aguerrida me aguanto las lágrimas hasta llegar a casa. Ocupo el tiempo que me queda en otras cosas, ayudando en farmacia y vacunación porque no quiero encontrarme en un lugar solitario y derrumbarme.

Ni siquiera cuando voy en el auto con Tito me derrumbo, porque hay de mi si lloro. Este moreno de ojos gris intenso no me dejará salir hasta que le cuente todo y, pobre del doctor Kaya si Tito llega a saber lo que pasó y como desgarró mi corazón, conociéndolo como es, hará que Rolan se arrepienta de haberse burlado de mí.

Aunque él no se burló de mí. Yo de ingenua me ilusioné y le abrí mi corazón sin siquiera él proponérmelo.

—Nos vemos mañana.

Me despido de Tito con dos besos en la mejilla, seguido salgo e ingreso a casa— ¿Por qué no lo invitaste a entrar? —porque quiero echarme a llorar en la cama y si Tito ingresaba no podía hacerlo- digo para mí misma mientras saludo a mi madre.

—No quiso, dijo que tenía cosas que hacer.

—Mentirosa, estuve viendo y ni siquiera le dijiste que entrara.

—¿Cómo puedes ver desde el cristal? Solo inventas —le digo mientras subo trotando.

—No te dormirás, bajarás a cenar.

Asiento mientras paso por el pasillo y desde arriba la veo. Le muestro el pulgar y, cuando desaparezco tras la puerta de mi habitación, toda la tristeza que he reprimido se desborona como una avalancha.

Enciendo la radio, la canción de: Ellie Goulding, empieza a sonar. Mientras me quito la ropa tarareo: you’re the light, you’re the noght, you’re the color of my blood, you’re the cura, you’re the pain. You’re the only thing l wanna touch.

Escuchando esa canción me sumergí debajo de la ducha dejando que el agua se llevara la melosidad de mi cuerpo y las lágrimas que estuvieron estancada y, ahora podrían salir sin restricción.

No sé si era mejor o peor, eso de que se hubiera ido. Yo, a pesar de que no me amara ni le gustara ningún poquito quería seguirlo viendo, sin embargo, había decidido tomar sus vacaciones. No sabía cuándo regresaría, pero estaba segura de que tomaría unas largas vacaciones porque era el único que tenía sin darse vacaciones, al menos eso fue lo que escuché en los pasillos del hospital.

Me hundo en la cálida agua de la ducha, dejando que las gotas rueden por mi piel. Mis ojos arden con lágrimas, mi corazón se siente pesado, aplastado por el dolor de un amor no correspondido.

He puesto todo mi ser en amar a ese hombre, pero él nunca me ha devuelto esos sentimientos. Él ha sido claro al respecto, dejándome en claro que nunca podremos estar juntos. Ahora, me derrumbo bajo el peso de esa dura realidad.

Las lágrimas se mezclan con el agua de la ducha, arrastrando consigo toda la esperanza que alguna vez tuve. Apoyo una mano temblorosa contra la pared de la ducha, dejando que mi cuerpo se deslice lentamente hacia abajo mientras me rindo al profundo dolor que me embarga.

En medio de mi abrumadora tristeza, dejo que el agua me limpie, como si pudiera lavar lejos el rechazo que llena mi alma.

Al día siguiente no tengo ánimos de ir a la universidad menos al hospital, sé que al entrar no lo encontraré y, eso me desanima.

Pero no dejaré que eso aplaste mis sueños. No señor, tengo que seguir, tengo que continuar, por mí y mil veces por mí. Si Rolan Kaya no me ama, yo si me amo y, por eso me levanto, me preparo para ir a la universidad.

Tras culminar las clases, cuando ya entro al consultorio de él y encuentro otro doctor, alguien mucho mayor, pero bien amable le sonrío.

Suspiro al momento de empezar a realizar mis labores, sé que no trabajaré con los mismos ánimos, pero trataré de aprender y, poner lo mejor de mí.

Este día y los días siguientes, mi estado de ánimo, de mejorar por no ver al hombre que destrozó mi corazón han empeorado. No entiendo al corazón, menos a mi conciencia. Deberían empezar a sacarlo de mis pensamientos, no obstante, lo pienso y lo añoro cada día más.

Camino por los pasillos del hospital, mis pasos son un poco vacilantes mientras mantengo la mirada baja, no quiero levantar la mirada porque siento que lo veo en cada rincón, en cada rostro que pasa a mi lado. Cada bata blanca, cada cabello oscuro, cada par de ojos que se cruzan con los míos, me hacen pensar que es él. Mi corazón late con fuerza, esperanzado, pero luego la desilusión llega cuando me doy cuenta de que no es la persona que anhelo ver.

Él se fue de vacaciones hace unos días y ya lo extraño tanto. Su ausencia pesa sobre mí como una nube oscura. Cada vez que veo a un doctor mi mente los confunde con él. Deseo que sea él, que de repente aparezca por el pasillo y me sonría de esa manera que tanto me gusta.

Pero sé que eso no va a pasar. Él dejó muy claro que mis sentimientos no son correspondidos. Aun así, no puedo evitar ilusionarme cada vez que veo a alguien que se le parece. Es una tortura constante, pero no puedo dejar de hacerlo.

Suspiro profundamente y continúo caminando, forzándome a mantener la vista al frente, a no dejarme llevar por las fantasías que mi mente crea. Tengo que ser fuerte y aceptar que él nunca va a ser mío.

Ha pasado un mes con unas semanas desde aquello, ahora me toca estar en el área de información del hospital. Es la primera vez que me asignan este puesto y me siento un poco nerviosa.

Reviso los documentos que tengo sobre los pacientes internados y sus datos de contacto. Todo parece estar en orden cuando escucho que alguien se acerca al mostrador. Levanto la mirada y veo a una mujer mayor que se ve preocupada.

—Disculpe, quisiera información sobre el paciente Juan Ramírez, ¿podría decirme cómo está?

—Déjeme revisar... —respondo mientras busco en los registros—. El señor Ramírez está en el piso 3, habitación 315. Se encuentra estable en estos momentos.

—Ah, qué alivio. Muchísimas gracias, jovencita —dice la mujer, visiblemente más tranquila.

Mientras le indico cómo llegar a la habitación, siento un leve mareo que me toma por sorpresa. Me apoyo un poco en el mostrador para recuperar el equilibrio. Seguramente es porque no he almorzado aún, pienso. No le doy mayor importancia y continúo atendiendo a los siguientes visitantes.

Los siguientes días el mareo se repite con más frecuencia. A veces llego a sentir que todo da vueltas a mi alrededor y tengo que sostenerme de algún lugar para no perder el balance. También he notado que mi apetito ha aumentado mucho, como si comiera el doble de lo habitual.

Hoy, mientras reviso unos documentos en la enfermería, el mareo vuelve a presentarse, pero esta vez es más fuerte. Siento que las piernas me fallan y todo se vuelve borroso. Lo siguiente que recuerdo es despertar en una camilla, con una doctora a mi lado.

—¿Qué sucedió? —pregunto confundida.

—Te desmayaste en la enfermería. Hicimos algunos exámenes y tengo que darte una noticia... —dice la doctora con cautela— Eylin, estás embarazada.

Me quedo atónita ante sus palabras. ¿Embarazada? Eso no puede ser posible, no puedo estarlo. Siento que el mundo se me viene encima.

—Pero... ¿cómo? Yo no... no puedo estar embarazada —balbuceo sin saber qué decir.

—¿No has presentado síntomas? —el mareo, el aumento de apetito- son indicios de un embarazo temprano.

Trato de procesar la información, pero es demasiado para asimilar en ese momento. ¿Cómo voy a decirle a mis padres? ¿Y al padre del bebé? Ni siquiera sé cómo reaccionará él. Y lo peor de todo que, es inevitable que se entere ya que, todo el hospital me vio desmayada. Hay más enfermeras en este lugar quien sabe si antes de despertar alguna salió y regó el chisme por todo el hospital. Me siento abrumada y vulnerable.

La doctora me receta algunas vitaminas y me indica que descanse por el resto del día. Me sugiere también consultar a un ginecólogo para llevar un control adecuado del embarazo. Antes de retirarme, me recuerda que puedo contar con el equipo médico para cualquier duda o asistencia que necesite.

De camino a casa, voy reflexionando sobre esta noticia tan inesperada. Un bebé. Voy a ser madre. No puedo evitar sentir miedo e incertidumbre.

¿Cómo será mi vida de ahora en adelante? ¿Estaré lista para asumir esta responsabilidad?

Llego a casa, miro a mi madre y a mi padre sonreír en la sala. Se ven feliz como para arruinarles la felicidad con esta noticia. ¿Cómo se los diría? -Oye mamá, papá, estoy esperando un hijo de Rolan Kaya ¿Se acuerdan de él? Es el ex de Damaris, mi adorada cuñada, hermano de la loca que incitó a Dael a hacer cosas- carajo, solo de pensar en la cara que pondrán y lo que dirán, me aterra.

—Cariño ¿Te sientes bien? Estas pálida —pregunta y, antes de que se acerque digo que sí y, corro al segundo piso, me encierro en la habitación asustada, con el corazón acelerado.

Mientras estoy recostada en la puerta pienso y pienso. Pienso en Rolan, en darle la noticia. Él tiene que saberlo. Soltando un suspiro voy a la cama, abro mi cartera para sacar el móvil, como no lo encuentro giro la cartera y lanzo en la cama todo lo que está en el interior.

Agarro el móvil y empiezo a buscar su contacto, cuando estoy por llamarle recuerdo sus crueles palabras. Seguramente, al escuchar mi vos no me escuchará, me cortará y me dejará con la palabra en la boca. Decido enviarle un mensaje. Mientras lo escribo muerdo mis labios, cuando estoy por enviarlo me detengo a pensar.

¿Qué pensará cuando le hable de este niño? Me ha dejado claro que no me quiere y, que entre nosotros no habrá nada. Si le digo que estoy embarazada pensará que quiero atraparlo, y yo no quiero hacer eso, no quiero.

Dejo caer mi cuerpo hacia atrás y analizo las cosas. Yo no quiero ser madre muy joven, mi sueño es culminar la carrera de medicina, impartir mis conocimientos sin tener que mantener mi mente en el trabajo y otra parte en la escuela de un niño.

Joder y, ahora que carajos voy a hacer. Maldición, como fue a sucederme esto. Mis amigas aseguraban que hacerlo pelo a pelo la primera vez no pasaría nada. Más de que quedara la leche dentro, no sucedía absolutamente nada. Pero aquí estaba con una prueba de embarazo dada positivo.

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