—Señor, solicitamos una reunión de emergencia— ¡Mierda! ¿Por qué justo ahora? —¿Qué sucede?— Ellos comienzan a hablar mientras más gerentes y supervisores llegan a la reunión repentina. —¿Dónde está su secretaria? Debería esta...— —No tienes que soltar veneno. La envié a buscar algo, no está lejos—. Siento sus uñas clavarse en mi pierna. La reunión empieza y deslizo la mano hasta su cabeza, enredando los dedos en su cabello. Entonces me toca, provocativa. Su mano aprieta sobre mis pantalones. La miro de reojo, carraspeo y dejo caer un bolígrafo. —No hagas cosas malas—susurro al inclinarme, rozando sus labios con un beso fugaz. Pero ella no se detiene. El cierre de mis pantalones baja y quiero frenarla, pero cualquier movimiento brusco sería evidente. Sujeto su muñeca, pero usa la otra mano. Aprieto la mandíbula cuando sus dedos hurgan hasta liberarme. Su tacto es torpe, inexperto, pero mi erección palpita entre sus manos. No puedo concentrarme en nada más. De pronto,
Los días pasaban, y nuestra relación crecía poco a poco. En la empresa, los comentarios sobre nuestra "relación laboral" empezaban a molestarle. Decían que estar junto a mí la había aislado de ellos, y no estaban del todo equivocados. Pero lo que realmente me molestaba era otra cosa. Estaba celoso. No quería verla rodeada de otros hombres, mucho menos de aquellos que ahora mostraban interés en ella, creyéndola soltera. Así que tomé una decisión. Voy a pedirle matrimonio. No solo por celos, sino también por su reputación. No permitiré que la juzguen por estar embarazada sin un compromiso. Quiero que cuando la miren, lo hagan con respeto. Que sepan que su hombre le dio un anillo que ningún otro podría ofrecerle. En tres días tenemos cita en el hospital. Vamos a ver cómo va mi pequeño bebé. —Ven aquí —la llamo, y ella se sienta en mi regazo. Deslizo mi mano por su espalda con tranquilidad. Me gusta sentirla cerca. —Hoy te irás a casa sin mí. Le pediré al chofer que te lleve.—
—Veamos... —el doctor mueve el aparato sobre su abdomen cubierto con un gel frío. —¿Todo bien, doctor? —pregunta ella, algo tensa. —Sí, todo está muy bien. El embarazo goza de buena salud. —Sonríe ampliamente, y yo le beso la piel de la mano. —Tienes quince semanas y un día. Si lo comparamos con una fruta, tu bebé es del tamaño de una naranja y pesa aproximadamente cincuenta gramos.— Reboso de felicidad. Y ver sus ojos brillar con la noticia me alegra aún más. —¿Las náuseas y los malestares han cesado?— —Sí, pocas veces los siento ya.— —Perfecto. En el primer trimestre es normal experimentarlos, pero ahora que estás en el segundo, tu bebé exigirá más comida.— —Créame que ya lo está haciendo —digo con felicidad. De camino al trabajo, ella no deja de mirar la ecografía. No ha dejado de sonreír. —¿Estás feliz?— —Lo estoy... Mi hijo está bien. Yo también estoy bien. —Entrelazamos nuestras manos. —Serás una grandiosa mamá. De eso estoy seguro.— —Entonces... ¿Cuándo te marcha
—¡Oye! Eso no es justo, me has dejado con las ganas de comer más. —Cállate... no me tocaste ni una sola vez... Tenía mucho deseo acumulado—. Me muerdo el labio con malicia. —No podía tocarte o las cosas se iban a descontrolar... No tengo soporte cuando se trata de ti—. Me acomodo sobre ella. —¿Siempre has sido así? —¿Así cómo? —Que te enloquecen las mujeres con las que estás... —Me he enamorado solo una vez en mi vida... y no me voy a volver a enamorar nunca más—. —Oh... entiendo—. —¿Lo entiendes?—. Mis dedos hurgan su entrada. —¿Entiendes lo que digo?—. Me habla entre gemidos y abre la boca de placer. —Voy a enseñarte a tocarte—. —¿Qué? —Sí, eso... Quiero que sepas tocarte para que sientas placer los días que no esté—. Me senté en el borde de la cama frente al espejo con ella encima de mí, su espalda chocando con mi pecho. Abrí sus piernas hasta que sus rodillas quedaron flexionadas. —No quiero estar frente al espejo... esto es penoso—. —¡Ssshhh! ¿Te gusta esto?—. Ha
Me mordí el labio dentro del coche. —Volveré antes de dos semanas... te lo prometo.— —No prometas nada. No quiero ilusionarme en vano— —Siempre cumplo lo que prometo, y lo sabes— Me abrazó con delicadeza. —Los voy a extrañar —susurró, acariciando mi vientre antes de llenarlo de besos.— —También te vamos a extrañar... prométeme que te vas a cuidar.— —Lo haré.— Nos besamos con la intensidad de quien no quiere despedirse. Nuestras frentes quedaron unidas por unos segundos. —Estás a cargo, mamá. Nadie te molestará, los amenacé a todos.— —Ahora me odiarán un poco más.— —Es preferible que te amen... serás la esposa del director— Nos reímos, aligerando el momento. Un último beso selló la despedida antes de que el chofer tomara su equipaje y lo llevara al aeropuerto. Desde la ventanilla, lo vi agitar la mano, aunque apenas podía distinguirlo. Su sonrisa quedó grabada en mi mente. Las lágrimas rodaron sin darme cuenta. Pasé los dedos por mis ojos y observé el rastro húmedo en mis
Todos estamos en el comedor, y no me doy cuenta de cuánto he comido hasta que alguien me habla. —Georgina... qué extraño verte comiendo tanto— Tengo la boca llena. Mastico despacio y sonrío con los labios rectos. —Oh, sí, es que estoy tomando vitaminas. Ya saben que no me he sentido muy bien estos últimos días— El almuerzo termina, y el trabajo también. Liliana y yo decidimos ir a un restaurante y hablamos mucho. —¿¡Qué hizo qué!?— —Baja la voz—le reclamo, y ella se toma un largo sorbo de su bebida. —Solo recibí la foto y automáticamente bloqueé el número cuando aún estaba escribiendo. De verdad, no me interesa Ángel en lo más mínimo. Le reclamé a Leo, pero no me dio muchos detalles... Lo hizo por sentirse ofendido por lo que me hizo.— —¡Necesito un jefe en mi vida, OMG! Siento que su relación es puro fuego, chispa, llama, rawr—. No puedo evitar soltar una carcajada. Tiempo después, vuelvo a casa. A la casa que comparto con él. Y, qué vacía se siente. Lo llamo, pero no con
El tiempo avanza con una lentitud exasperante, y la desesperación carcome mi paciencia. Necesito ver a Georgina. Apenas hemos podido hablar, y eso me inquieta. No quiero que saque conclusiones erróneas por mi ausencia. La próxima vez que tenga que viajar, si ella no viene conmigo, simplemente no habrá viaje. Por ahora, me consuelo con las fotos que me envía de su pequeña pancita. Siempre sonríe, posando su mano sobre su vientre, y la ternura en su gesto me desarma. No puedo evitar pedirle más fotos cada vez que tengo oportunidad. Pero los problemas nunca faltan cuando se trata de mi padre. Una emergencia en uno de los casinos ha requerido mi atención, y hoy debo reunirme con mis padres para almorzar. De camino, llamo a Georgina. Su voz suena cansada. Le recuerdo que no quiero que se sobrecargue de trabajo, solo que haga lo necesario. Me despido con varios besos antes de llegar a casa. Y entonces, mi humor se tuerce. La familia de Dayanara está presente en el almuerzo, y ella, co
—Qué decepcionante— —¿Qué te decepciona, padre? ¿Que no me haya comprometido con Dayanara solo para no quedar mal con su familia?— Algunos me miran con enojo, otros con decepción y otros, divertidos. —Te has pasado la vida diciendo que soy tu mayor orgullo, y de pronto te sientes decepcionado de mí... No sabía que podías cambiar de opinión tan rápido solo por no cumplir tus deseos una vez en la vida— La tensión es palpable. Ese era mi padre, un hombre estricto con ideales anticuados. —Momento... Debemos resolver esto como la familia que somos. Este almuerzo es para compartir, no para llegar a extremos. Ya tendrán tiempo para hablar. Hijo, por favor, hazlo por mí— —Claro, madre, como tú digas... pero creo que ya estoy satisfecho. Me iré a casa— Con imponencia y firmeza, me levanté de la mesa. Me despedí de cada uno con un simple gesto de cabeza y salí del lugar. Pude escuchar a mi padre maldecir a mis espaldas, pero no me volví. Cuando estaba en el coche, alguien tocó la vent