El tiempo avanza con una lentitud exasperante, y la desesperación carcome mi paciencia. Necesito ver a Georgina. Apenas hemos podido hablar, y eso me inquieta. No quiero que saque conclusiones erróneas por mi ausencia. La próxima vez que tenga que viajar, si ella no viene conmigo, simplemente no habrá viaje. Por ahora, me consuelo con las fotos que me envía de su pequeña pancita. Siempre sonríe, posando su mano sobre su vientre, y la ternura en su gesto me desarma. No puedo evitar pedirle más fotos cada vez que tengo oportunidad. Pero los problemas nunca faltan cuando se trata de mi padre. Una emergencia en uno de los casinos ha requerido mi atención, y hoy debo reunirme con mis padres para almorzar. De camino, llamo a Georgina. Su voz suena cansada. Le recuerdo que no quiero que se sobrecargue de trabajo, solo que haga lo necesario. Me despido con varios besos antes de llegar a casa. Y entonces, mi humor se tuerce. La familia de Dayanara está presente en el almuerzo, y ella, co
—Qué decepcionante— —¿Qué te decepciona, padre? ¿Que no me haya comprometido con Dayanara solo para no quedar mal con su familia?— Algunos me miran con enojo, otros con decepción y otros, divertidos. —Te has pasado la vida diciendo que soy tu mayor orgullo, y de pronto te sientes decepcionado de mí... No sabía que podías cambiar de opinión tan rápido solo por no cumplir tus deseos una vez en la vida— La tensión es palpable. Ese era mi padre, un hombre estricto con ideales anticuados. —Momento... Debemos resolver esto como la familia que somos. Este almuerzo es para compartir, no para llegar a extremos. Ya tendrán tiempo para hablar. Hijo, por favor, hazlo por mí— —Claro, madre, como tú digas... pero creo que ya estoy satisfecho. Me iré a casa— Con imponencia y firmeza, me levanté de la mesa. Me despedí de cada uno con un simple gesto de cabeza y salí del lugar. Pude escuchar a mi padre maldecir a mis espaldas, pero no me volví. Cuando estaba en el coche, alguien tocó la vent
No pude ir a la empresa. Mi cuerpo y mis manos tiemblan. Cada vez que miro las fotos de Dayanara y Leo, mi interior se desgarra en un mar de sentimientos encontrados. —¿Cuándo me enamoré...?— Me grito a mí misma. —Se suponía que no podía enamorarme... pero me duele tanto...— Me miro en el espejo, pero apenas puedo ver. Mis ojos están hinchados y rojos. No he podido comer, todo lo vomito. Él me llamó varias veces, me escribió, pero no tengo el valor de contestarle. Me siento destrozada. Y yo que pensé que la ruptura con Ángel me había dejado sin aliento... esto se siente como un cuchillo sin filo que intenta desgarrarme la carne. Odio este sentimiento. Odio sentirme tan mal. Camino hasta el clóset y tomo uno de sus trajes. Huele a él. Me dejo caer con cuidado en el suelo y lloro mientras su aroma me envuelve. —Qué estúpido es buscar consuelo en quien te lastima... Te odio, Leo. Odio haberte conocido, te odio porque me mentiste, te odio porque... la elegiste a ella— Aún recue
Salgo de la ducha, sintiéndome decaída, y veo un mensaje en la pantalla de mi teléfono. «Georgina, soy Ángel... lamento estar escribiéndote otra vez y con otro número porque me bloqueas de todos, pero necesito verte de emergencia... Sé que no merezco tu compasión ni nada que venga de ti, pero para que veas que hablo en serio, veámonos esta tarde en el restaurante que tanto nos gustaba.» ¿Habrá sucedido algo malo? El mensaje no tiene el tono habitual, no parece que busque algo sexual. Le doy vueltas al asunto mientras me cambio de ropa. Termino vistiéndome y decido ir. Aprovecharé para preparar mi carta de renuncia. No pensaba volver a la empresa... no podía pisar ese lugar nunca más. Al llegar, lo veo en una mesa. Antes siempre elegíamos un rincón apartado, donde casi nadie podía vernos, pero esta vez está tan expuesto, visible para todos a través de la pared de cristal. —H-hola, Georgina —se levanta, intentando ser caballeroso, pero lo detengo. —No te molestes... puedo hacerlo
Da un paso atrás y se acaricia la mejilla. —¿Me querías dar ese anillo a mí, o a Dayanara? Eres un cobarde, y yo una ingenua. Creí en ti, y tú me... ¡arg!— Suelto un gemido adolorido. Él intenta acercarse. —No te acerques a mí. No quiero que esas manos promiscuas me toquen otra vez— —¿De qué estás hablando?— En sus ojos se refleja verdadera confusión. —Ya lo sé todo... No tienes que seguir fingiendo... Aunque ya me contaron lo bueno que eres al respecto, espero que conmigo ya te hayas graduado— El timbre suena, y él se dirige hacia la puerta. —D-director... veo que volveré más tarde— —Pasa, Liliana... Ayúdame con las maletas— Ella entra, temerosa, mientras Leo, visiblemente enojado, se ve más imponente que nunca. —Iré llevándolas al taxi, te espero abajo— asiento, pero mi voz se quiebra. —No es necesario que le des tu apellido a mi hijo. No tienes que cargar con algo que pueda retrasarte. Lo bueno es que nadie sabe de mi existencia. No será un problema para ti— —Estás sien
—Es horrible... —Liliana llega cansada y estresada, dejando caer su bolso con frustración. Sandro los tenía a todos trabajando horas extras. Mi renuncia no valió de nada, y cada vez que intentaba enviarla por correo, era rechazada sin explicación. —No lo has visto... Tiene ojeras y está insoportable. Nos grita por todo. Puedo decir que esta más delgado— —Ya veo... él hace mucho ejercicio, no te hagas una idea equivocada. Posiblemente estará molesto porque la amante se reveló— se ríe. —Vuelve con él. Esta semana ha sido un infierno por tu culpa. De algún modo, creo que tú eres la única que puede controlar a esa bestia— —No, no quiero nada con él ¿o caso ya estás harta de mí?— —No seas dramática, no es así... ¿Cómo has estado?— Suspira y me observa con detenimiento. —Bien... La panza está mucho más grande, ya no la puedo disimular— —¿Qué esperabas? Tienes dieciocho semanas... ¿Aún no se mueve?— Niego con la cabeza. —Ya lo hará en su momento... Oye... Qué raro que el director
Liliana regresa a casa, y me apresuro a secar mis lágrimas antes de acomodarme en el sofá. —¿Todo bien en la cena con ellos...?— pregunto con fingida calma. Pero su mirada se desvía a mi mano, y su expresión se congela en asombro. —¿Qué es eso tan precioso que cuelga de tu dedo?— Me remuevo, incómoda. —E-esto... es solo para no quedar mal delante de los invitados en la presentación— Liliana entorna los ojos. —Así que ya te contó— Siento un nudo en el estómago. —¿Por qué no me lo dijiste?— —Técnicamente me pidió que cerrara la boca. Quería darte la noticia él mismo, pero creo que fue lo mejor... —Toma mi mano y observa el anillo con detenimiento—Por Dios... este anillo solo se compra una vez en la vida— Mi pecho se aprieta con fuerza. —¿Por qué?— —Porque es un anillo para el amor de tu vida y nadie más. Cuando lo compras, registras tus datos y ya no puedes volver a adquirir otro.— Mi respiración se vuelve pesada. ¿Por qué compraría algo así para mí? Liliana me observa c
Hoy era el gran día de la presentación y la última vez que participaría en un evento de la empresa. A partir de hoy, Reino Unido sería solo un recuerdo. Me marchaba con la certeza de que nada volvería a ser igual y con la sensación de llevarme una parte de este país conmigo. Liliana me daba los últimos retoques de maquillaje antes de ir por mi vestido rojo. Lo elegí con cuidado: cómodo, pero elegante, acorde con mi embarazo. Su tejido satinado brillaba bajo la luz, con un corte suelto que caía hasta un poco más arriba de mis rodillas. De un solo hombro, dejando uno al descubierto, mientras que el otro se cubría con una manga ancha. Me ondulé el cabello y apliqué un labial rojo intenso con un toque de brillo. Tacones negros, bolso a juego y un anillo reluciendo en mi mano. Cuando me vi en el espejo, me costó reconocerme. Una mujer segura, lista para brillar por última vez. —¡Wow! Pareces una mujer adinerada. Definitivamente, Dayanara no es tu competencia... tú eres la competenc