—Mi amor, ¿tendrás alguna pastilla para el dolor de cabeza? —inquiere Gianluca acercándose por el pasillo y espantándome de tal forma que la pastilla que estaba por tomar rueda por el escritorio. —¡¿Qué diantres te sucede Gianluca?! —chillo, molesta por su interrupción, al tiempo que escondo la cajita. —Baja la voz, te lo juro que siento como si un pequeño duende estuviese dentro de esta linda cabecita y me estuviese taladrando el cerebro —masculla, cerrando los ojos y actuando como toda una damisela en apuros. —Hace un rato cuando llegamos, estabas bien —lo acuso con los ojos entrecerrados. —Ni del todo, solo que recordar al pastelito que me comí hacía que se me olvidará el dolor, ¿entonces tienes alguna pastilla? —Espera, ahora busco una —comienzo a desperdigar en mi escritorio todas las cosas de mi bolso y justo cuando encuentro el pequeño botecito con las pastillas, lo destapo en el momento en que la irritante voz de mi jefe resuena detrás de Gianluca. —¿Ese milagro que no la
Durante el resto del día evito ir a su oficina tanto como puedo y cuando creo que podré salir a mi hora, mi jefe me manda llamar para avisarme que en dos semanas tendremos una junta muy importante con los accionistas a los cuales les presentaremos los resultados del último trimestre. —Desde mañana nos quedaremos más tarde para… —¿Todavía más tarde? —lo interrumpo, ganándome que me fulmine con sus orbes azules. —Sí, todavía más tarde y si se sigue quejando, saldremos aún más tarde —me obligo a morderme la lengua y permanezco en silencio—. Debemos de tener listos los informes del área de ventas, marketing, finanzas y producción. Lanzo un quejido bajo y bastante perceptible a lo que mi odioso jefe me observa con la ceja arqueada antes de continuar con la lista de tareas que tenemos por delante. Anoto todo en mi tablet y antes de que me permita retirarme me vuelve a recordar con esa sutileza que lo caracteriza que saldremos hasta más de medianoche los siguientes días. Como si soportar
—¿Por qué lo haría? —Ella fue la que corrió el rumor de que somos pareja —asevero con frialdad. —¿Tienes pruebas? —No, pero… —Sin pruebas contundentes no podemos hacer nada. —Tú la escuchaste ayer, le estaba diciendo a Gianluca que tú y yo somos pareja. —Sí, lo escuché a la perfección, pero como te lo repito, sin pruebas en su contra, no podemos hacer nada. Al contrario, ella sí te podría demandar a ti por difamarla y la verdad es que no creo que mi amazona haya corrido ese rumor. —¿Cómo estás tan seguro de que no fue ella? —¿Y tú como estás tan seguro de que si fue ella? —responde Marcello con otra pregunta—. Si no quieres que esa noticia se siga corriendo como pólvora, te recomiendo que convoques a una rueda de prensa y aclares todo, incluso podrías buscar una novia o pedirle a tu asistente que finja ser tu pareja, firmar un contrato para casarse por algún tiempo en lo que se calman los rumores y quien sabe puede que después se conviertan en una pareja de verdad. —Sabes lo q
Sin más remedio debo asistir a la cena que organizó Marcello con su amante y aunque por un momento pensé que sería algo incómodo, la verdad es que el hombre resultó tener bastantes contactos para conseguir más clientes, por lo que la cena fue bastante amena al hablar sobre negocios.Justo como Marcello me ordenó subimos al hotel y yo bajo unos pisos antes, donde me encuentro con mi amigo, quien me entrega mi llave y sube para encontrarse con su amante.Me encierro en mi habitación y sin dejar de refunfuñar, saco mi portátil para seguir trabajando, solo por qué el idiota de Marcello me amenazó con mandarle regalos a mi asistente de parte mía, de lo contrario lo hubiese mandado al diablo por obligarme a hacer este tipo de cosas.Al día siguiente, me levanto como de costumbre y cuando recibo un mensaje de Marcello con la supuesta nota de mi infidelidad, lanzo un bufido, y decido apagar mi móvil para no azotarlo contra el piso.Me apresuro a llegar a mi casa, donde tomo una ducha y despué
Al otro día, cuando mi asistente me muestra la horrorosa camisa que me escogió, según ella debido a que es un hermoso estampado cuento que no me trago, dado que la conozco demasiado para saber que lo hizo con todo el dolo del mundo por tener que acompañarme; me hace perder los estribos y la obligo a buscarme otra camisa. —¿Por qué tienes esa cara tan agria? —me cuestiona Marcello cuando entra a mi oficina. —¿Por qué más será? Mi asistente, siempre se trata de mi asistente —veo como Marcello cubre su boca y estoy seguro de que también vio la horrorosa camisa. —Mira que yo admiro a esa mujer, atreverse a comprar esa camisa tan espantosa y más para un evento de ese tipo —comenta después de soltar una sonora carcajada. —No le veo la gracia. —Lo siento, pero es que te imagine en ella. No corazón, definitivamente ese color no te sienta. Cambiando de tema, te aviso que ya me tengo que ir, me pidió Cata que pasará a buscarla a la oficina del perro ese para después llevar sus cosas a su nu
Reyyan Salgo de la oficina del ente del demonio bastante molesta y deseando meterle mi tacón en el trasero por ser tan grosero, cuando un pequeño mareo me obliga a sentarme y a dejar de maldecirlo. Cierro los ojos y permanezco en mi lugar sin moverme por algunos minutos, dado que por cualquier movimiento por mínimo que sea siento como si alguien me estuviese sacudiendo el piso. Inhalo y exhalo y justo cuando termino de hacerlo, Marcello sale de la oficina de su novio y me mira con una adorable sonrisa que al instante me hace sentir la peor persona del mundo por haberme metido con su hombre. Bajo la mirada avergonzada para que no se dé cuenta de cómo mi cara demuestra mi culpabilidad, por qué estoy segura de que cuando se entere de lo que sucedió entre nosotros seré la principal causante de su infelicidad. —¿Se siente bien, señorita Reyyan? —me cuestiona acercándose a mí y levantando mi barbilla con su mano para obligarme a mirarlo. —S-sí, estoy bien —respondo fingiendo una pequeña
Guardo silencio y con un miedo indescriptible saco las tres pruebas de embarazo que compró mi amigo. Mojo las tiras para sacarme esa duda que ahora carcome mi cerebro y los minutos se convierten en una lenta tortura. Cuando observo las dos pequeñas y mortíferas líneas, que se aprecian en la prueba, siento como si esto fuese una jodida lotería del terror, donde el premio mayor consiste en embarazarte del peor hombre que has conocido en los últimos años, sin mencionar que el hombre en cuestión no es alguien cualquiera. Se trata del endemoniadamente sexi y guapo de mi jefe, pero que al mismo tiempo tiene varios defectos, es amargado, malhumorado, promiscuo y hombreriego como ninguno otro. Agito la bendita prueba en mi mano como si fuese un termómetro de mercurio o como si estuviese blandiendo una espada y después de unos segundos vuelvo a observarla con el ceño fruncido, como si con ese acto tuviese el poder de borrar una de esas líneas, sin embargo, cuando estas permanecen tal como apa
Observo mi reloj y dado que no voy tan tarde decido ir por una malteada de fresa que se me antojo de la fuente de sodas que se encuentra a unos cuantos pasos de aquí. Después de casi diez minutos regreso corriendo al edificio y solo alcanzo a darle unos cuantos tragos cuando un fuerte mareo me hace trastabillar hasta casi caerme, solo que unos fuertes brazos me sostienen antes de besar el piso. —¿Señorita Reyyan? —escucho una voz a lo lejos y al sentirme segura con esa persona desconocida permito que una agradable oscuridad me envuelva. Después de lo que me parecen horas, giro mi rostro bastante incómoda cuando un fuerte olor se instala en mi nariz obligándome a abrir poco a poco los ojos. —¿Se siente bien, señorita Reyyan? —me cuestiona la voz de un ángel. Giro mi rostro hacia esa voz y cuando me encuentro de frente con Marcello sonrío como boba al creer que estoy teniendo un hermoso sueño con ese hombre. Levanto mi mano y cuando acaricio su mejilla áspera debido a la barba, suelt