Magia.

Ambos caminaban por el borde de la ascera como dos niños acostumbrados a añadir diversión a todas sus travesías. Eran adolescentes despreocupados que iban por la vida actuando como infantes, pero amando como veteranos.

El sol iluminaba la tarde, pero no de forma exagerada. Cálida. Los pajaros cantaban su sonata de despedida para zarpar hacia una dirección donde no les diera tanto frío. Las hojas empezaban a teñirse poco a poco de un color ocre que pasaría a ser cobrizo en unas semanas.

—Entonces, ¿Irás a la universidad? Este cuatrimestre te gradúas —dijo Mia, con sus brazos extendidos a los lados para mantener el equilibrio.

—¿Debería ir? Pensaba en buscar un trabajo y ya —respondió Eliot, copiando su acción—. La universidad ocupa mucho tiempo, y yo quiero est

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