El viernes había llegado por fin y Eliot salió a caminar por el parque al salir de clases. Era evidente que aún faltaban unas cuantas semanas para que se acabara el invierno, así que se acomodó la bufanda y siguió caminando.
Observaba los puestos que vendían rosetas, manzanas acarameladas y cafés. Decidió sentarse en una de las bancas de color verde a deleitar su mirada con el niño y la niña que se encontraban jugando con bolas de nieve. Sonrió al recordar su infancia con su hermanastra.
El clima blanco abarca las fechas más bonitas que hay, como lo son la navidad, el año nuevo, San Valentín y el inicio de la cuaresma.
Bueno, así lo veía él.Se sintió animado por el vivo recuerdo que recopiló a causa de ver a los chiquillos reír. Se quedó anonadado, viendolos sin un por qué en específico, solo sonreía.
—Yo clasifico las estaciones por color —una voz baja y cautelosa lo hizo girar.
Era ella.
Eliot le sonrió y se hizo a un lado para invitarla a sentarse.
—Hola —la saludó cuando se sentó—, ¿qué decías?
—Que clasifico las estaciones del año por color —repitió y apretó los labios con algo de timidez, pues pensaba: ¿por qué le digo esto si ni siquiera me ha preguntado?
—¿Como así? —inquirió, posando toda su atención en la chica que traía puesto un gorro de lana rosa.
—Invierno es blanco —miró al frente al sonrojarse, nunca un chico la había mirado tan de cerca—, primavera es verde —prosiguió—, verano amarillo y otoño naranja.
—Y tú hermosa —Eliot creyó que solo lo pensó, pero también lo dijo.
Ella giró su cabeza rapidamente hacia él sin creer en lo que había dicho.
—Lo siento —rascó su nuca con pena—, es que me recuerdas mucho a alguien.
—¿Eso es malo o bueno? —preguntó, cabizbaja.
—No lo sé —contestó en medio de un suspiro—, Pero, cambiando de tema —arrugó levemente el entrecejo y sonrió un poco, o más bien hizo una mueca—, ¿Por qué relacionas el verano con amarillo? ¿No sería algo como azul? O quizás gris.
—Pues... —Mia jugaba con los dedos enguantados sobre sus piernas. Ella sabía como responder, pero la impresión de que alguien se interesaba por saber su opinión, le comió la lengua unos segundos. No obstante, ella contestó —Porque es la época donde el sol irradia más con su luz —lo miró de reojo, y contemplo su rostro para arrojar una pregunta—, pero, ¿Quién relacionaría al verano con un color tan neutro como lo es el gris?
El castaño se encogió de hombros.
—El verano es para ir a la playa con amigos, jugar con la familia o salir de paseo con tu pareja —relamió sus labios—, o tal vez todas las anteriores. Pero hay personas que no viven cerca de la playa o no tienen amigos, aún así, podrían hacer las otras cosas...
—Perdón, pero no entiendo lo que intentas explicarme —lo miró ella con curiosidad.
—Es porque no he terminado —le aclaró él—. ¿Qué pasaría si hay una persona que no puede hacer ninguna actividad veraniega solo porque no tiene con quien? Alguien que carece de amor propio no iría por un helado estando sin compañía sólo porque le parece algo absurdo. Una persona que se siente y está sola, no disfrutaría del verano, solo esperaría a que pase para volver a clases, donde se distrae con las ocupaciones escolares —realizó una mueca de pesar—. Por eso yo relacionaría el verano con el color gris.
Mia asintió lentamente con su cabeza al lograr comprender el punto de vista de Eliot.
—Pero, ¿Por qué no relacionar las otras estaciones con el color gris también? —prosiguió el muchacho —Si tu familia está lejos, no habría motivo para celebrar la navidad en el invierno. En la primavera todo florece, pero no tiene sentido que lo hiciera, ya que en ciento ochenta días el otoño acabará con todos sus bonitos avances. Y el otoño... Bueno, todo se seca —rascó su cabeza tranquilamente—. Yo amo la naturaleza, pero esa no es razón para relacionarla con colores alegres.
—Pero por eso la luna cambia de fases, alguna vez volverá a estar completa —opinó la pelirroja—. Lo mismo pasa con la primavera, tiene que pasar por distintos climas para ser más fuerte al volver a florecer —sonrió, viendo el horizonte—. Quizás por eso las plantas son tan bonitas... —Eliot soltó una risilla que la interrumpió —¿Qué ocurre? —Mia lo vio con una confusión inexpresiva.
—La luna es gris —él se encogió de hombros—, pase por lo que pase, no dejará de ser gris. Algunas veces es roja, amarilla, azul... No importa, pero su estado natural es gris.
—Bueno —ella se dio cuenta de lo que el chico quizo decir con aquello, pero igual continuó con lo que decía—. Las personas somos como las estaciones del año y las fases de la luna, nadie está bien todo el tiempo, aunque lo parezca. Hay que pasar por varias fases y estaciones para volver a ser fuertes.
—Las personas mostramos nuestro arco iris a los demás —coincidió—, pero el gris siempre estará dentro de nosotros, y en algún momento, tendrá que opacar a los otros colores.
Mia alzó ambas cejas, pues aquello tenía bastante sentido.
—¿Y eso que te encuentro por aquí? —decidió preguntar Eliot —Mejor dicho, ¿Y eso que te acercaste a mí?
—Puede que te haya dado una mala imágen al evadirte las veces que has querido acercarte —comenzó a explicar—, no soy odiosa, sólo fue muy raro que alguien te persiga cuando no sabes ni su nombre ¿entiendes?
—Te dije mi nombre —él le recordó.
—No me refiero a eso...
—Lo sé —la interrumpió mientras soltaba una pequeña carcajada—. Y gracias por darme esa explicación, ya te lo dije una vez, solo me aseguro de que tu vida esté bien. Pero si aquello es lo que te causa molestia, te ofrezco que nos conozcamos más —ladeó su cabeza—, Mucho gusto, me llamo Eliot —reiteró y le ofreció su mano.
—Mia —ella la estrechó.
Y aquel casi insignificante contacto, fue el verdadero inicio de todo.
Pasaron dos semanas, el invierno comenzaba a cesar para darle paso a la primavera y a sus hermosos colores.Eliot y Mia se saludaban con una sonrisa cuando coincidían en los pasillos de la secundaria, no cruzaban palabra, pero fue un avance.Lo que pasaba por la mente de Mia era que Eliot estaba bastabte guapo, y resultaba ser muy amable, cada día de deshacía de la primera impresión que le dio. Mia pensaba que las primeras impresiones no son importantes en realidad, porque todos pueden cambiar de la noche a la mañana. Y ser algo así como "loco" no fue la impresión que quiso dar el castaño, pero así lo vio la pelirroja.Y lo que pasaba por la mente de Eliot era que Mia se parecía bastante a ella... Ya no cabía duda de eso.La pelirroja se encontraba aprovechando los minutos del receso para leer en la biblioteca, le gusta más hacer tal actividad al aire libre (que en esta ocasión sería uno d
Eliot mantuvo su mirada fija en la nada y a la vez en algo insignificante al despertar aquella mañana a causa de la alarma de su iPhone.Pensaba en todas esas noches en vela que pasaba meses atrás con ella... En la cocina, preparando sandwiches con mermelada. En el sofá de la sala, viendo películas de terror; o simplemente en una de sus habitaciones compartiendo chismes y pintándose las uñas con gel transparente.Apretó los labios en un vano intento de reprimir las ganas de romper en llanto, sus ojos se cristalizaron al recordar cuando su canción sonó por primera vez en la radio, ese día estaban almorzando con sus padres y compartieron una mirada cómplice.Sus manos hicieron semejanza a las de alguien con inicios de Parkinson cuando a su memoria llegó el catorce de febrero, cuando ella le regaló a Valeria.
Mia se encontraba llegando de clases cuando saltó de la emoción por su visita inesperada.—¡Cyia! —se abalanzó sobre su hermana mayor para abrazarla —¿Por qué no me avisaste que vendrías? —murmuró contra su pecho en lo que la mayor depositaba un beso en su cabeza.—¡A mí tampoco me dijo, mija! —exclamó la nana desde la cocina, antes de que la pelirroja le echara la culpa.—Pedí permiso en el trabajo para venir —le hizo saber Cyia a su hermanita—. Ya viene el cumpleaños de la abuela —susurró—. Me ayudarás con eso, ¿No es así?—Por supuesto.Cuando el padre de ambas falleció, la hermana mayor tomó la decisión de irse a Texas para poder mantener la casa, puesto que Mia era muy pequeña y era muy difícil que la señora Gertrudys consiguiera trabajo por su edad.—Les traje regalos —hizo saber la mayor.—Mia, ¿Puedes ir al centro a comprar unos ajos?
La pelirroja salió corriendo a la biblioteca apenas sonó la campana, literal, su autocontrol había hecho demasiado para no desviar su atención de la clase de literatura.Ni siquiera trotaba, corría por los pasillos, como si estuviese siendo perseguida por la mismísima muerte. La gente se paralizaba un segundo al verla pasar, con una pregunta en sus mentes ¿Y esta qué? Casi se lleva por delante a un chico, ni siquiera se molestó en disculparse por golpearle el brazo con semejante dureza, pero él si le gritó "Mosca, que te vas de jeta" pero eso no detuvo su corrida.Objetivo: Llegar a la biblioteca.Obstáculo: Ninguno, podre del que se atravesara en su camino.Finalmente y luego de haber trastabillado con varios estudiantes y hasta con la señora de la limpieza, logró llegar a su destino con la lengua afuera, en sentido figurado.Caminó a paso tranquilo hasta una mesa, co
Dos semanas después.Las hermanas estaban sumamente concentradas en la decoración del pastel de su abuela. Cyia untaba merengue a los lados y Mia colocaba flores comestibles de color lila en el centro del pastel.Ambas estaban absortas en la felicidad de vivir ese día junto a su abuela, ochenta años de pura salud y vida. Su única figura materna desde cierto tiempo, quien calmaba sus fiebres con trapos mojados sobre sus frentes, quien eliminaba sus gripes con guarapos de malojillo, toronjil y gotitas de limón. Quien celebró sus graduaciones del colegio y estuvo con ellas en la primera comunión y la confirmación, esperanzadas de que la viejita no masticara todavía el agua para cuando una de ellas se casara. Esa mujer de manos mágicas que preparaba una comida tan deliciosa que n
Era domingo, así que Mia y su nana decidieron pasar tiempo juntas al darle amor a la flora de su pequeño hogar. Gertrudys removía la tierra mientras Mia cortaba la maleza de algunas plantas en lo que conversaban sobre la infancia del padre de las hermanas. Cyia estaba en el mercado comprando cosas para llenar la despensa.—Bueno, una vez estábamos en la finca de mi hermana Juana —comenzó a contar una de tantas anécdotas —en Tijuana. Tu padre tenía siete años, yo estaba ayudando a bajar unos mangos para un jugo y Gregorio —el padre de las hermanas —salió corriendo, me dijo "Mami, ven a ver este nido de mariposas" y cuando fui, era una mata de plátanos. Él creía que las mariposas salían del racimo cuando está morado porque normalmente se la pasan ahí —ambas rieron—. Mi hermana lo molestó con eso hasta que tenía como quince años.—Me imagino la vergüenza cuando supo la verdad.Ella se adentró a la c
Los viajes en bicicleta se habían vuelto una rutina agradable para la pelirroja y el del cabello castaño en el último mes, su conexión era digna de envidiar por parte de otros amigos, puesto que sin llevar más de noventa días conociendose, el lazo que los unía era impenetrable.Es cierto eso de que no es el tiempo, sino la persona. Por eso existe el amor a primera vista.Cuando estaban juntos, se sentían en una cápsula más fuerte que una sed de venganza, el entorno a su al rededor se dispersaba, el mundo se ensordecía, pues lo único audible para el sistema de audición de ambos, era el sonido de sus propias voces, y las facciones de sus rostros el único campo de visión que importaba.Mia comenzaba a sentir por el chico de lentes algo que comenzaba a romper las barreras de un simple cariño nato.Eliot creía estar profundamente enamorado de la chica de las pecas, eso se lo metía en la mente c
La noche del sábado por fin había llegado. La pecosa se veía algo insegura en el espejo de su peinadora. Se había colocado el vestido dorado que le prestó su amigo la tarde anterior, su nana la había ayudado a atarse el cabello en una cebolla perfecta, pero dejando dos mechones sueltos a los lados de su frente.No sabía si se veía bien así, o si le faltaba algún otro detalle. En ese momento la vida le estaba comenzando a pasar factura por no tener amigas que la maquillaran. Aunque en parte eso la tenía sin cuidado, tenía a Eliot y no necesitaba nada más.Suspiró, pasando sus manos por la seda de dorada que se aferraba un poquito a su cintuta, haciendola lucir como una muñequita. Su calzado de basaba en unas zandalias de tacón pequeño con piedrerías brillantes que le había regalado su hermana como dos años atrás y hasta entonces no se había presentado la oportunidad de lucirlas. Estaba conforme con su aspecto del cuello h