Capítulo 120
En cuanto se abrieron las puertas del ascensor, Mariana salió sin mirar atrás.

Walter observó su obstinada figura alejarse, sintiendo como si una fina cuerda le tirara del corazón, causando un leve dolor.

Frente a la entrada de la zona de hospitalización, Mariana se detuvo. Se giró para enfrentar a Walter, con las manos juntas delante de ella, y dijo cortésmente: —Señor Guzmán, te acompaño hasta aquí. Fue una mañana difícil y lamento las molestias.

Walter asintió en silencio, con emociones encontradas reflejadas en sus ojos.

En realidad, quería decirle que si ella necesitaba algo, él estaba disponible en cualquier momento.

Pero cuando tenía las palabras en la punta de la lengua, una voz familiar llegó desde un lado: —¡Mari!

Esa voz era como una brisa de verano, suave y reconfortante.

Walter y Mariana miraron en dirección al sonido y vieron a Serafín acercándose con una sonrisa, cargando un ramo de flores y regalos.

—Señor Guzmán, ¿también estás aquí? —preguntó él al ver a Walter.

—¿Te
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