Si la realeza no lo intimida, ¿qué podría lograrlo? ¿se lo han preguntado?
Harper. Un échappé me llevó a una posición abierta, mis pies separándose con una precisión meticulosa en diversas ocasiones, antes de girar, alzarme y volver a girar. Cada pirouette se llevaba mi corazón, cada fouetté lo que trataba de olvidar y culminaba con un sin emboîté, cada movimiento me envolvía entre recuerdos, ilusiones y anhelos a los que no tenía derecho. Pero que bien se sentían. Aunque, qué peligrosos eran los anhelos, porque volvía a tener algo que podían volver a quitarme. Por ello, decidí que lo mejor era mantenerlos en silencio, porque algún día morirían. —¿Has pensado en aceptar las colaboraciones?— negué sin elevar mi cabeza, los ejercicios para la flexibilidad eran muy necesarios para seguir el ritmo de Grettel. —Harper, si es por lo que dijo Phiama… —Lo que dijo Phiama me tiene sin cuidado— giré una de mis piernas por la espalda. —Cuéntame de tu sobrina. Todo tema que hubiese antes de mi pregunta se esfumaba. Nunca había visto a nadie emocionarse así po
Harper. Noelle volvió a verme y negó. —Deberías aprender a aceptar "no" en ocasiones o las respuestas simples— destacó. —Tú me enseñaste a que nunca debo hacer eso— señalé y pude ver un atisbo de orgullo, que luego se apagó. —Puedes irte— negué, porque quería saber a qué se refería Delphine. —Creería que querías lastimarme, pero no lo hiciste durante 18 años, me defendiste de Lorcan y… —Harper, deja el sentimentalismo en privado— me reprendió. —Noelle. —Vete— me instó. —Sólo dime por qué— la seguí y se enfadó. —Porque quise decir la verdad. No tiene que haber un motivo— se recuperó para poner los dedos entrelazados en su abdomen. —Esos zapatos no contrastan con lo que vistes. Refleja desorden. Usa algo acorde, porque los detalles crean diferencias y buenas o malas, dice mucho de tí. —Noelle, contigo siempre hay un por qué— me acerqué sin desviar mi atención a su comentario y ella dio un paso atrás enseguida. Me detuve con el pulso golpeando mis venas ante su rechazo
Mateo. —Sostienen que no fue un accidente, sino un asesinato— escuché decir a Cristobal Ferrer. —Mientras todo se aclara, el clan Bohemond no estará tranquilo. De eso sí estoy seguro. Mantuve mis ojos al frente. —Era una pieza clave para ellos, hasta donde supe— guardó el bolígrafo que siempre cargaba con él. —Sí tan importante es, habrá repercusiones, para quién crean culpable. —¿Qué era eso importante que tenía para decir?— realicé la pregunta que varios tenían. —Hubo ventas falsas de una línea de joyería de alto valor— le quité la tapa a una botella con agua. —Al parecer, el módulo de operación era una vendedora atractiva para captar interés, la negociación realizada por ella misma y luego la recuperación de dichas joyas, luego de completada la compra. Anthony me dio una mirada fugaz, volviendo la vista hacia todos. —¿Y de cuánto es la venta total? Porque supongo que es mucho para que crea importante tal dato— mencionó Vladimir, mientras seguía mordiendo la manzana clav
El afano me había ganado, mis pies parecían moverse por voluntad propia para reducir la distancia. Mi pulso, sin embargo, permanecía inalterablemente acelerado. El ascensor no avanzaba lo suficiente y para cuándo salí de él, el grupo de personas cubría todo el pasillo. Grettel me detuvo, apartando a todos. —La caída fue aparatosa, le causó una contusión considerable y un esguince en el tobillo —dijo con voz serena, aunque pude notar su enfado—. Los médicos están realizando pruebas adicionales para asegurarse de que los ligamentos no hayan sufrido daños mayores. Asentí en silencio, procesando la información. Avancé hacia la sala donde Harper estaba siendo atendida. Me dejaron pasar en cuánto me vieron, dejando que pudiera observar a la inglesa recostada en la camilla, con el tobillo vendado y una expresión de dolor contenida que acallaba presionando los labios. El médico levantó la vista en cuánto entré, y ella también me buscó con el rostro afectado por las muecas que me removier
Harper afianzó su pie en la silla en la que ahora debía moverse, siendo empujada por el hombre que la ayudaba, sin permitirle apoyar el pie lastimado, porque así lo había dictado el médico. Ken realmente detestaba estar entre la guardia real de nuevo, aún así avanzó por el amplio pasillo del lujoso penthouse, ubicado en una de las torres más exclusivas de la ciudad. Las obras de arte impresionistas adornaban las paredes y las alfombras persas silenciaban sus pasos a medida que avanzaban. A su alrededor, los detalles de mármol y los candelabros de cristal destellaban bajo la luz suave y cálida que iluminaba la estancia. Una decoración elegida por la Duquesa que sabía cómo complacer al esposo y mostrar a su hija lo que tenía que esperaría de ella. —El Duque me espera— señaló Harper con auténtica cortesía, mostrando su identificación, cómo era el protocolo. Frente a ella, dos imponentes puertas de madera tallada custodiaban la sala principal. —Permítame verificar— uno de los dos gua
Lincoln tosió recuperando la capacidad para respirar, mientras Harper colocó la mano en su cintura, con una sonrisa satisfecha al ver la cara desfigurada y los brazos desgarrados de Lacey. Aún recordaba cuándo estuvo en ese lugar, las mordidas feroces, la sangre que emanó de su lucha y el dolor que la redujo a una chiquilla de dieciséis, contra un perro que la hacía caer a cada paso. Todo por celos, por su cercanía con Ken, aunque ninguno de ellos había visto al otro de otra manera. Alaric fue el único que intervino, pese a haber la seguridad con la que siempre cargaba y Lacey veía sin ningún remordimiento, pero ahora la espectadora era ella. Verla arrastrarse en medio del llanto y huir a duras penas fue un deleite. Sobre todo después de saber que había pagado para que arruinaran una de las cosas que más amaba. Los gritos de Adelaide fueron más fuertes, los intentos de mediar de Dorian subieron de tono y Lincoln veía los destrozos con el terror inundando sus ojos, mientras Mateo so
—¿Me verás así toda la mañana?— increpó el mafioso al ver a Harper comer sin apartar los ojos de él. —¿Es normal que no duermas toda la noche?— respondió con otra pregunta, a lo que Mateo soltó el cubierto. —Hay noches que requieren más trabajo que otras— podía dejarla con la duda, aún así continuó. —¿Me extrañaste en la cama? —Huele a tí— confesó ella apartando la vista. —Es molesto. —Lástima que no puedas desaparecer eso, —Harper tomó la misma pose.—Puedo, mi vida— extendió sus labios. —Pero no pienso quedarme toda la vida en ese lugar. —¿Eso te tranquiliza?— Mateo comenzó a girar la argolla en su dedo. —Tal vez llegue a ofrecer darle todo el apoyo económico y en armamento que Lorcan necesita, pidiéndote a cambio. Harper alzó la ceja.—¿Tan aferrado a mí estás?— preguntó con sarcasmo.—No tienes idea— respondió el mafioso de forma irónica. Volvió a tomar el tenedor para seguir comiendo, en tanto Harper tenía los ojos fijos en él. La arrogancia intrincada en cada gesto de su
Mientras Mateo elegía las pruebas que realizaría el día siguiente en Aegis, Harper; en la habitación veía un ensayo de los días anteriores que Minda le envió. Con una bitácora en la mesa y un bolígrafo se dispuso a crear una rutina, en base a lo que veía. Ambos haciendo lo que más les gustaba perdían horarios, volviendo a su realidad sólo para alimentar a los animales que los acompañaban. Harper, al llegar la noche recordó que no había cenado y el medicamento que tomó requería esa estricta regla, por lo que salió del dormitorio. —Su cena— dijo la mujer que llevaba una bandeja extensa. —Yo no pedí nada. —Hay instrucciones— reveló yendo a la mesa donde comenzó a acomodar todo. —¿Quién?— consultó. —Del señor— aclaró su voz. —Reglas para la casa, horarios de comida si hay alguien aquí. Salió a paso ligero, luego de preguntar si necesitaba algo más. Harper no le dio importancia y comió tranquila, mientras seguía viendo las rutinas que ahora le hacían recordar cada uno de esos d