¿No les gustaría saber qué piensa Mateo cuándo ve a Harper en sus presentaciones?
Mateo. —Ahora mismo— Beagle se marchó en cuánto me di la vuelta para regresar al palco, la hora en mi reloj mostraba que habían pasado casi 27 minutos lejos de ese sitio. Dos minutos entre cada participante con un intervalo entre cada uno de 30 segundos. La presentación número 11 estaría terminando, posiblemente. Por lo cuál no estaba fuera de mis tiempos. Scar lograba que nadie estorbara en mi camino y por ello cargarlo, también era un privilegio que nadie más que yo podría tener. Su presencia destacaba, sus garras eran temidas, sin saber que era más peligroso quién llevaba el collar, que el mismo felino. —¿Un trago? —ofreció Zabeth. Pero un gruñido de Scar lo devolvió a su lugar, lo había entrenado para eso específicamente, ya que la cercanía la sentí tóxica desde siempre. Sostuve mi barbilla con los dedos, analizando lo escuchado minutos antes, mientras todos parecían muy entretenidos con la suave melodía que aligeraba el ambiente. Necesario no era, pero me agradó lo es
Mateo. La cena aceptada la iba a cobrar, parecía que ella lo había olvidado porque se veía muy molesta al tenerme frente a frente en una mesa. Lo exclusivo de Manhattan lo conocía, no por hacer valer mi apellido, aunque sabían quién era y lo que necesitaba. Pero la razón principal era que, nunca me agradó compartir mesa. Aunque muchas veces debía hacerlo. Nunca fue por decisión propia. Ahora tenía uno de mis sitios preferidos, por el salón que tenía cada mesa. No había meseros pasando cada dos segundos, ni otras mesas cerca de la mía. —¿Y todo esto es para…?— La pelirroja tenía la espalda derecha y esa posición de no querer tocar nada de la mesa. —En verdad no te entiendo, ¿una cena para qué? Rascó su nariz. —Tengo hambre— seguí comiendo sin verla. Ella seguía rehusándose a tocar la comida de su plato. —Hablemos. Limpié mis comisuras y vertí un poco más de vino. —Cuéntame tus intereses o algo que gustes compartir— arrugó la nariz, apoyé los brazos sobre la mesa y admiré lo
Mateo. Beagle seguía mis pasos de cerca, a medida que yo me alejaba de la camioneta, atravesando la entrada de mi casa con la leve comezón en la nariz. Los sujetos con trajes y lentes oscuros me detallaron con cautela, mientras mantuve una mano en el bolsillo, sosteniendo el dispositivo que tranquilizaba a Horus. Scar estaba en un lugar seguro y no tendría problemas para controlarlo antes de que atacara a la misma realeza. Caso contrario al rottweiler que caminaba a mi lado con el instinto activo. Los dos hombres bañados con gel para cabello, fineza y refinamiento. La mujer con abrigo verde sonrió luego de alzar las cejas, mientras yo tenía sólo un pensamiento rodando. —Un placer conocerlo, Mateo Crown— extendió la mano el mayor de los dos hombres. —Duque Dorian Bonnieville— observé su mano por un segundo antes de tomarla. —Lincoln, mi hermano y Lacey, mi hija, futura duquesa. Pensé en muchas cosas que podían entrar en mi casa, innumerables de ellas fueron tachadas cómo imposi
Harper. Un échappé me llevó a una posición abierta, mis pies separándose con una precisión meticulosa en diversas ocasiones, antes de girar, alzarme y volver a girar. Cada pirouette se llevaba mi corazón, cada fouetté lo que trataba de olvidar y culminaba con un sin emboîté, cada movimiento me envolvía entre recuerdos, ilusiones y anhelos a los que no tenía derecho. Pero que bien se sentían. Aunque, qué peligrosos eran los anhelos, porque volvía a tener algo que podían volver a quitarme. Por ello, decidí que lo mejor era mantenerlos en silencio, porque algún día morirían. —¿Has pensado en aceptar las colaboraciones?— negué sin elevar mi cabeza, los ejercicios para la flexibilidad eran muy necesarios para seguir el ritmo de Grettel. —Harper, si es por lo que dijo Phiama… —Lo que dijo Phiama me tiene sin cuidado— giré una de mis piernas por la espalda. —Cuéntame de tu sobrina. Todo tema que hubiese antes de mi pregunta se esfumaba. Nunca había visto a nadie emocionarse así po
Harper. Noelle volvió a verme y negó. —Deberías aprender a aceptar "no" en ocasiones o las respuestas simples— destacó. —Tú me enseñaste a que nunca debo hacer eso— señalé y pude ver un atisbo de orgullo, que luego se apagó. —Puedes irte— negué, porque quería saber a qué se refería Delphine. —Creería que querías lastimarme, pero no lo hiciste durante 18 años, me defendiste de Lorcan y… —Harper, deja el sentimentalismo en privado— me reprendió. —Noelle. —Vete— me instó. —Sólo dime por qué— la seguí y se enfadó. —Porque quise decir la verdad. No tiene que haber un motivo— se recuperó para poner los dedos entrelazados en su abdomen. —Esos zapatos no contrastan con lo que vistes. Refleja desorden. Usa algo acorde, porque los detalles crean diferencias y buenas o malas, dice mucho de tí. —Noelle, contigo siempre hay un por qué— me acerqué sin desviar mi atención a su comentario y ella dio un paso atrás enseguida. Me detuve con el pulso golpeando mis venas ante su rechazo
Mateo. —Sostienen que no fue un accidente, sino un asesinato— escuché decir a Cristobal Ferrer. —Mientras todo se aclara, el clan Bohemond no estará tranquilo. De eso sí estoy seguro. Mantuve mis ojos al frente. —Era una pieza clave para ellos, hasta donde supe— guardó el bolígrafo que siempre cargaba con él. —Sí tan importante es, habrá repercusiones, para quién crean culpable. —¿Qué era eso importante que tenía para decir?— realicé la pregunta que varios tenían. —Hubo ventas falsas de una línea de joyería de alto valor— le quité la tapa a una botella con agua. —Al parecer, el módulo de operación era una vendedora atractiva para captar interés, la negociación realizada por ella misma y luego la recuperación de dichas joyas, luego de completada la compra. Anthony me dio una mirada fugaz, volviendo la vista hacia todos. —¿Y de cuánto es la venta total? Porque supongo que es mucho para que crea importante tal dato— mencionó Vladimir, mientras seguía mordiendo la manzana clav
El afano me había ganado, mis pies parecían moverse por voluntad propia para reducir la distancia. Mi pulso, sin embargo, permanecía inalterablemente acelerado. El ascensor no avanzaba lo suficiente y para cuándo salí de él, el grupo de personas cubría todo el pasillo. Grettel me detuvo, apartando a todos. —La caída fue aparatosa, le causó una contusión considerable y un esguince en el tobillo —dijo con voz serena, aunque pude notar su enfado—. Los médicos están realizando pruebas adicionales para asegurarse de que los ligamentos no hayan sufrido daños mayores. Asentí en silencio, procesando la información. Avancé hacia la sala donde Harper estaba siendo atendida. Me dejaron pasar en cuánto me vieron, dejando que pudiera observar a la inglesa recostada en la camilla, con el tobillo vendado y una expresión de dolor contenida que acallaba presionando los labios. El médico levantó la vista en cuánto entré, y ella también me buscó con el rostro afectado por las muecas que me removier
Harper afianzó su pie en la silla en la que ahora debía moverse, siendo empujada por el hombre que la ayudaba, sin permitirle apoyar el pie lastimado, porque así lo había dictado el médico. Ken realmente detestaba estar entre la guardia real de nuevo, aún así avanzó por el amplio pasillo del lujoso penthouse, ubicado en una de las torres más exclusivas de la ciudad. Las obras de arte impresionistas adornaban las paredes y las alfombras persas silenciaban sus pasos a medida que avanzaban. A su alrededor, los detalles de mármol y los candelabros de cristal destellaban bajo la luz suave y cálida que iluminaba la estancia. Una decoración elegida por la Duquesa que sabía cómo complacer al esposo y mostrar a su hija lo que tenía que esperaría de ella. —El Duque me espera— señaló Harper con auténtica cortesía, mostrando su identificación, cómo era el protocolo. Frente a ella, dos imponentes puertas de madera tallada custodiaban la sala principal. —Permítame verificar— uno de los dos gua