Capítulo 8

Posterior a mi llegada, se acercó al vehículo la numero 51, se veía furiosa, estaba ofuscada por la rabia. No ponderaba por nada, conectó una patada al camión con las suelas de su calzado y renegó.

— ¿Qué, qué te sucede número 51? —pregunté casi farfullando.

Se acercó amenazante, con la intención de lastimarme, desenfundó su arma y me propinó un culatazo por la sien que me arrojó al suelo. — ¡Qué me sucede! ¿Querés saber qué me pasa?

—Tranquila, estamos del mismo lado. Solo me preocupo por vos.

—No necesito que un marica se ocupe de mii. Así que metete en tus asuntos. Decime, qué trajiste.

— Sí, sí, traje veinte litros de agua.

— ¿De dónde? —indagó con demencia.

— Del supermercado —respondí para no delatarme.

— ¿En serio? Porque vi a alguien muerto en el camino, ¿No viste quien lo hizo?

Pensé con claridad, cerré los ojos y respiré. Tal vez no sea buena idea confesar lo que ice, tal vez sea mejor que piensen que no soy capaz de matar a una mosca y me tomen solo como explorador
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