No sé cuándo comenzó todo esto, ni cómo, pero desembocó en una guerra con la propia raza humana.
Hoy sigo aquí, gracias a la providencia. La lluvia cae con timidez sobre mi techo de chapa y realiza una polución atrapante. Mientras, que el temporal se hacía presente, seguía encerrado; lo estuve desde mucho antes, desde el desastre biológico más grande en diez años.
Las provisiones acababan, los centros comerciales se vieron forzados a cerrar por lo sucedido semanas atrás. Hermanos y amigos se vieron forzados a luchar por comida y medicamentos. La anarquía y el libertinaje destruyeron la democracia y civilización como la conocíamos.
Afuera no era seguro. Las calles estaban vacías y llenas de militares. El en gobierno se vio forzado a acabar con la vida de los civiles, quienes poseen síntomas, o a familiares enfermos, para impedir la propagación del virus.
Mientras, caminaba hasta el comedor, y pensaba en la vida y trataba de comparar: ¿Qué era lo que hacía ahora? y ¿Qué pasó de la igualdad y los derechos? ¿Por qué deben cazarnos a todos? si nosotros solo somos una víctima más de la enfermedad. ¿La sangre derramada no era suficiente?
Mientras intento encender el carbón seco con algunas fotografías familiares en una parrilla dentro de mi casa me pongo a pensar, recuerdo a mis seres queridos, quienes han sido asesinados, por los hombres y la naturaleza. Solo quedo yo en esta casa, un hombre que ya lo ha perdido todo. Quien está herido de una bala, y vaga cojo de una pierna. Mientras estoy tratando de calentar algo para comer redactaré lo sucedido, para no dejar en vano los sacrificios y mi futura muerte.
Todo comenzó semanas atrás en el continente oriental. La propagación de un virus letal, la cual no tenía cura se encargó de reducir a cero la población del continente asiático.
La enfermedad logró migrar al viejo continente con turistas, quienes ayudaron a propagar la plaga por esas tierras y también se encargaron de contagiar a los latinos que más tardes volvieron a sus hogares nativos trayendo consigo la peste.
La muerte viajaba silenciosamente. En cada persona u objeto, el cual se dirigía a su destino. La enfermedad no discriminaba. Comenzó llevando a Ancianos con enfermedad de base, luego con los más jóvenes y por último a la población más fuerte. Luego que el virus h**o arrasado con todos el estado realizó un último intento de salvar las pocas vidas que restaban aislándolos en sus hogares, sin poder acceder a los servicios básicos ni alimenticios. Eso cayó mal a los ojos de los demás, mientras que las personas comenzaban a hacer manifestaciones mi primer hijo murió, fue devastador para mí.
Se llamaba Carlos, tenía 8 años, luego de que las escuelas cerraron sus puertas el niño se quedaba día y noche en su pieza, con otros tres hermanos. Nosotros, pensando que la casa era segura obviamos que, el ml ya había penetrado nuestras paredes.
Un día, aislado, como si nada; Carlos comenzó a toser. Lo hacía cada 5 minutos y eso era mal augurio para todos. Sabíamos que debíamos protegernos ¡temerle a mi hijo! ¿Se imaginan?
Las horas pasaban y los síntomas comenzaban a crecer. La fiebre se adueñaba del panorama, tratábamos de mitigar la fiebre. Era de conocimiento común que debía verlo un profesional, pero solo en casos comunes, esto no era así. Los hospitales estaban abarrotados de ricos enfermos y muertos, que pone en peligro la vida de todos los presentes, solo se trataba de tratar de contener la fiebre y esperar y rasar para que los órganos respiratorios sigan funcionando.
Al anochecer el niño comenzó a hundir el abdomen y a agitarse. Era un mal indicio, ya que todo parecía indicar a que se agravaba las cosas y comenzaba a generarse problemas para respirar. Pedí a mi esposa que cuide al pequeño para que yo pueda salir a comprar un balón de oxígeno.
–Mi amor, debo ir a traer el balón de oxígeno.
—Pero, pero es muy peligroso. Debe haber otra solución—dijo mi esposa Isabel.
—Sí, pero debo arriesgar mi vida, se trata de uno de ustedes, no puedo perderlos o al menos debo luchar.
Luego de mucho pensar salí a las calles con una capucha y guantes de lana. El frío imperaba en este día, bajaba la temperatura ya que el mes otoñal h**o entrado hace días. Caminé agachas cerca de los cercados. Las calles estaban desiertas, no había ni perro que me ladre porque los militares liquidaron todos los mamíferos que pudieran trasmitir la dolencia.
Mientras me desplazaba con cautela por la vereda vigilaba las esquinas por si avistaba alguna patrulla, la cual se encargaba de recorrer y eliminar a las personas, que incumplían el decreto presidencial de toque de queda obligatorio.
Se volvieron inflexibles, los soldados no remitían a palabras, lo único que sabían hacer era abatir a balazos a los civiles. Me escondía y prestaba atención, porque también había soldados motorizados en dos ruedas los cuales eran más sanguinarios que los demás. Utilizaban métodos infrahumanos para deshacerse de sus víctimas como; perseguirlos en sus motocicletas y actuar como una cacería animal. Llevaban sogas para sujetar al que atrapaban y los dejaban desangrar, también le daban un disparo en las piernas y le obligaban a caminar para que regresen a casa y con la condición de que no lo van a asesinar, pero al llegar a sus destinos los descuartizan a tiros. Mi intención era asaltar alguna farmacia o algún hospital, para traer el balón, con el cual podrá ayudar a mis hijos a respirar.
Luego de vagar por las calles conseguí llegar a una farmacia, el cual ya había sido visitado por personas necesitadas como yo y como érase de esperar no había nadie, quien atienda, le dije a mi mujer que compraría el balón para que se quede tranquila; mi intensión racional era robarlo, ya que en la actualidad nada funciona y nadie trabaja.
Luego de que hube pasado por una grieta en el vidrio de seguridad, el cual se h**o quebrado con un objeto contundente y pesado, un mazo probablemente. Caminé esquivando los pedazos de cristal inastillable, con la intención de no llamar la atención de nadie, si fuese el caso.
Avancé hacía los punteros y entre los estantes con cautela, mis pupilas estaban dilatadas como los de un felino, la cabeza la tenía gacha y el cuerpo encorvado, para llevar con sigilo a la parte trasera, donde guardan los artículos más delicados y realizan las nebulizaciones. Me inmiscuí por detrás de los mostradores, para llegar frente al baño y la sala de curación, pero en ese instante mi corazón zapateó con ímpetu. El frenético susto me tumbó sobre las baldosas blancas, al ver el cadáver de un farmacéutico. Lo sucedido hirvió mi sangre, parecía superarme la situación, yo solo iba para salvarle la vida a mi hijo y me topo con esto, era una emoción muy grande para un simple hombre, quien trabaja como constructor y no está acostumbrado a ver sucesos como esto. Va más allá del límite.
Luego de recuperarme del susto miré al frente y avancé hasta la puerta blanca, accionando el picaporte la abrí. Observé y me mantuve mirando hasta que la oscuridad se disipase con la luz solar. Al aclararse el panorama entré con cautela y vi el oxígeno, corrí junto a ella y dije ‘En hora buena un balón’ acercándome la moví y la noté ligera, no parecía cargada, le di apertura a la salida de O2, pero la presión era mísera. El contenedor estaba vacío, mi alma calló en pedazos, todo el esfuerzo hasta ahora parecía en vano. Me mortificaba la idea de que mi hijo esté muriendo en casa y que aún no llevo el balón para ayudarlo a respirar.
Luego del infortunio salí de la farmacia, nuevamente al juego. He corrido con suerte, aun no me he encontrado con ningún agente, pero no puedo tomarme el lujo de caminar como si nada; aun no estoy seguro, debo darme prisa y buscar una zona más segura.
Caminé hasta llegar a un lugar más seguro para poder ver como pasar la ruta principal, y si no corro peligro inminente al hacerlo. Observé y estudié la situación, la tranquila y solitaria mañana ayuda para pensar. Dentro del cerco en donde estoy oculto se puede ver a mi diestra una gran plaza con camineros y un obelisco, y a mi izquierda la carretera y el hospital distrital. Luego de que hube mirado decidí pasar, caminé sigilosamente al final del cerco, pero justo antes de atravesarlo escuché el graznido de algunos pájaros que surcaban los cielos, que pasaban entre las grandes edificaciones. Miré hacia ellos y pude distinguir una silueta en el tercer piso de la infraestructura, era un Soldado.Me detuve y rodé hacia atrás. Me quedé en el suelo como cuando un chicle se adhiere al piso. Retuve mi respiración y traté de tranquilizarme. Con miedo a q
Me detuve, fruncí las cejas y comencé a lagrimear, pensaba que había perdido lo que con mucho esfuerzo logré conseguir, aquel preciado trofeo que con brío había alcanzado. Bajé la cabeza, lagrimeé y pensé en mis hijos; Junior, Deniel y mi amada esposa Isabel. Los dejé solos, indefensos y expuesto a cualquiera. *** Desde que se desató la pandemia mi familia y yo nos ocultamos en el sótano, ya que la cuarentena estaba en auge y guardamos todas las provisiones que pudimos adquirir, por otra parte los pobladores en un intento de supervivencias saqueaban los supermercados, distribuidoras y por último quedaban las casas, algunas habitadas, otras abandonadas, pero algunas de ellas poseían un peligro mortal, occisos. Los malvivientes eran repelidos de mi morada al ver el cadáver de mi vecino Foler que estaba tendido en mi patio, era una manera bastante efectiva de alejar a los malos, los demás entendían que el cadáver podría ser un posible portador del virus y gracias a ello ni intentan ace
Horas más tardes, luego de que hube quedado inconsciente desperté desconcertado, con un gran dolor en la cabeza, lado izquierdo. Me senté en lo que pareciera ser una camilla militar o una camilla simple de estructura metálica con colchoneta delgada, a mi alrededor una gran cantidad de personas en la misma situación. No sabía lo que ocurría. Lo que recordaba era una gran guerra frente al hospital, al militar que me sorprendió saliendo del recinto y al hombre que me salvó, su nombre comenzaba con v, ¿o W? ¿Vil o Wil? No recuerdo con exactitud, lo que si recuerdo y con urgencia, era a mi hijo. Mientras pensaba en él mi pecho recibía espasmos incómodos, de agonía. Sufría al recordarlo.Decidí ponerme de pie, con mucho dificultad lo hice, pero antes inhalé y exhalé, todo para recuperar fuerza y co
Mientras avanzaba por el cementerio de coches pude apreciar que varios de ellos se veían en buenas condiciones, muchos de ellos poseían las ruedas calibradas, pero otros estaban bastante deteriorados. Tal vez, con algunos conocimientos extra pueda activar o poner a andar alguno para salir de acá.—Llegamos, este es el sujeto que se encargará de vos, es el mejor con las armas— señaló el excéntrico hacia un campo de tiros, donde un hombre, con tapado de aviador limpiaba un rifle.—Ya despertó por lo visto.—Sí, el señor me pidió que le te diga para que le enseñes a disparar. Debe ganarse la vida. Claro, vos ya lo sabés— respondió Marcos con voz burlona— Bueno, los dejo, ah, por cierto. Su número es el 56.—Genial.Luego de que el canalla abandonó el lugar, Willis me miró a los ojo
Una vez, que hube llegado frente al circo me topé con los demás soldados y reclutas andando a trote lento y formándose al son de una trompeta. Hacían filas de a diez y en cada punta se presentaban los líderes de grupos, quienes comandarían el escuadrón. Como era de suponerse a mí me tocó el grupo cinco. La líder del grupo era la 51... Una chica rubia, con piernas largas y unos senos exorbitantes. Pero era bastante tosca, agresiva e impredecible. Nos guió hacia una esquina, y comenzó a sermonearnos, de lo que debíamos de hacer y de lo que no. Y justamente como Willis supuso, saldríamos a recolectar artículos del exterior. Debíamos de despertar a las cuatro de la madrugada.Todos los de mi grupo miraban extrañados, en este grupo se encontraban tres hombres y siete mujeres. La líder del grupo, la 51 se veía bastante fuerte, me atemorizaba. La 52 er
Antes de que cante el gallo todos los prisioneros de este circo ya estábamos levantados. Fuimos a formarnos dentro de la instalación, era sabido que en ese lugar había un campo de concentración, pero también era temido por los demás grupos, solo los del gobierno podían causarnos algún daño letal, bueno, eso era lo que contaban la 57 y 58. Nos agrupamos en tropa de diez y marchamos con un trote lento hasta subir a un camión equipado, Subí en la parte posterior luego de ser rotundamente regañado por la encargada, ya que le solicité manejar el móvil, pensaba en que tal vez pueda huir con el camión, mientras hacía el recorrido por tierra. Pero ella ya tenía un chofer era el 57, este me miró con desaprobación, tal vez quería tener problemas. Corrí a la parte posterior del camión y subí con el vehículo en movimiento, por poco y me dejan atrás. — ¿Dónde vamos, 54? El estridor de su garganta retumbó todo el camión, luego escupió en el piso, las mujeres miraron con asco. Limpió sus labios y
Posterior a mi llegada, se acercó al vehículo la numero 51, se veía furiosa, estaba ofuscada por la rabia. No ponderaba por nada, conectó una patada al camión con las suelas de su calzado y renegó. — ¿Qué, qué te sucede número 51? —pregunté casi farfullando. Se acercó amenazante, con la intención de lastimarme, desenfundó su arma y me propinó un culatazo por la sien que me arrojó al suelo. — ¡Qué me sucede! ¿Querés saber qué me pasa? —Tranquila, estamos del mismo lado. Solo me preocupo por vos. —No necesito que un marica se ocupe de mii. Así que metete en tus asuntos. Decime, qué trajiste. — Sí, sí, traje veinte litros de agua. — ¿De dónde? —indagó con demencia. — Del supermercado —respondí para no delatarme. — ¿En serio? Porque vi a alguien muerto en el camino, ¿No viste quien lo hizo? Pensé con claridad, cerré los ojos y respiré. Tal vez no sea buena idea confesar lo que ice, tal vez sea mejor que piensen que no soy capaz de matar a una mosca y me tomen solo como explorador
Con estrépito me estrellé contra la carrocería de la furgoneta y me caí sobre la 58. miré a los demás y de manera involuntaria. como si se tratace de un piloto automático me dirijí a la armería. que se encontraba bajo uno de los asientos en un fondo falso. El gran Jomby se encargaba de equipar al grupo. me entregó un fusil de asalto, similar a las de las películas. "Toma una M16 farfulló Jomby mientras babeaba". la sujeté y la palpé, mata al enemigo no a nosotros se escuchó desde la cabina. la 51 nos observaba a lo lejos. acto seguido Jomby levantó un lanzagranadas. "Veremos fuegos artificiales mucitó". A continuación caminó a la parte posterior del camión, golpeó con fuerza en tres ocasiones la chapería, abrió uno de las dos hojas de la entrada y gritó como un demente, imitó a un lobo, y a un primate. ¡ya entenderán, un grito extraño! luego de apuntar contra la integridad del vehículo que seguía la camioneta ingresó una ráfaga de proyectiles, nos lanzamos al suelo, excepto Jomby, el r