Alexander Silencio al otro lado de la línea… Eso es lo siguiente que sucede hasta que empiezo a escuchar sus sollozos… No responde nada más, solamente llora y hace humedecer mis ojos también; es imposible reprimir lo que siento al escucharla de nuevo, y las lágrimas brotan de mis ojos con facilidad resbalando por mis mejillas… se detienen en las esquinas de mis labios y continúan su camino deslizándose por los bordes de mi mentón, para finalmente caer… No sé cuánto tiempo permanecemos sin decir una sola palabra, únicamente escuchando sus sollozos, y ella mi llanto silencioso, acompañado de unas cuantas inhalaciones rápidas, hasta que, habiéndose calmado un poco, al fin rompe el silencio ella: —Alexander… —Su voz pronunciando mi nombre es música para los oídos—. Hijo… creí que nunca más volvería a escuchar tu voz. —Yo también lo daba por hecho, pero creo que tenemos que hablar de muchas cosas —digo limpiando una lágrima de mi mentón. —Estoy dispuesta a responder a todas tus p
Alex me deja en la puerta y se va, a pesar de que le insistí que entrara conmigo, se niega a causarme más problemas; sin embargo, yo sigo pensando que la que causó el problema fui yo por abrir la boca con la monkey esa, pero en fin, será mejor así. Entro a mi oficina y me siento frente al portátil para empezar a revisar los inventarios de hoy, dándome cuenta de que hay algunas bebidas que se están agotando y son las que más se consumen, así que entro a mi cuenta de correo para enviar un email al distribuidor. Luego de unos minutos inmersa en mi trabajo, escucho que tocan la puerta: —Siga. —Hola, Abril. —Sebastián aparece en el umbral con una sonrisa cálida. —Hola, chiquillo. —Lo saludo devolviéndole la sonrisa. —Te traje café. —Gracias, qué lindo. —Me levanto para recibirle la taza humeante, y la llevo a mi nariz para olfatearlo—. Huele delicioso. —Necesito que hablemos, pero no puede ser aquí —afirma con una seriedad que me causa zozobra enseguida. —¿Qué pasa? —¿Po
No sé cómo pude abrir la puerta y salir de su auto, pero lo hice… Mis movimientos son mecánicos porque mi cuerpo sigue vivo, mientras que mi alma murió con sus palabras… Me quedo mirándolo desde afuera y él también me obsequia una última mirada de sus ojos entristecidos antes de arrancar el auto a toda prisa… «¿Qué acaba de ocurrir?» Por inercia abro la puerta de mi casa y la cierro detrás de mí… Mis ojos ilusos empiezan a buscarlo por los rincones, mientras que siento que no puedo respirar por más que inhalo frenéticamente; reacciono y empiezo a correr por la casa buscándolo en cada parte… El sonido de mi respiración se escucha como un silbido que emite mi garganta, y las lágrimas no dejan de salir… Mi corazón agrietado se rompe y caen los pedazos, provocando que deba ponerme la mano en el pecho por el dolor. Entro a mi cuarto, veo su chaqueta sobre el sillón y mi alma se desmorona… La aprieto contra mi pecho y por un segundo pienso que tal vez estoy alucinando, así que me acurr
Christopher La expresión que Rachel tiene en el rostro me asusta, y me incorporo de la cama, preguntándole qué sucede; me dice que Abril está llorando, e inmediatamente nos levantamos de la cama para arreglarnos. Al llegar a su casa, ella mueve la manija de la puerta y se abre enseguida; la dejó sin seguro anoche y eso me hace pensar lo peor. Caminamos deprisa hasta su cuarto y la encontramos sentada en la cama con la mirada fijada en un punto en el suelo; Rachel se sienta a su lado y le acomoda un mechón de pelo suelto detrás de la oreja. —¿Qué te pasa cielo? —Le pregunta acariciando su mejilla. —Alex cree que… él cree… —No consigue terminar la frase cuando nuevamente las lágrimas brotan de sus ojos y se le entrecorta la voz. Rachel la aprieta entre sus brazos y acaricia su espalda por un rato hasta que el llanto cesa un poco, yo me acerco a mi mejor amiga y acaricio su cara sin decir nada, limpiando sus lágrimas. —¿Te sientes mejor? —pregunto. Ella solo asiente, pero a
Mi mejor amiga me consuela y me acompaña toda la mañana, encargándose de todo y ofreciéndome comida, pero yo las rechazo; con una tristeza tan grande en el alma es imposible tener apetito. He tenido náuseas toda la mañana y lo único que quiero es hablar con Alexander, pero él sigue ignorando mis llamadas o más bien, creo que apagó su teléfono. Rachel también intentó marcarle hace un rato y sucedió lo mismo, el correo de voz fue todo lo que pudimos escuchar. Decidí no volver a llamarlo; él no quiere escucharme, no quiere que le explique nada y yo aún me siento como si estuviera en otro planeta, o tal vez en otra galaxia. —Abril, tienes que comer, ya es medio día y llevas muchas horas sin probar bocado, te vas a enfermar. —No quiero, Rach, entiende que no tengo hambre, tengo náuseas y mucha debilidad. —Llamaré a Chris para preguntarle si ha averiguado algo, tenemos que llevarte al hospital. Al cabo de unos minutos vuelve con una expresión de alegría mezclada con nerviosismo. —¿Qu
Las palabras de Hannah hacen que millones de cuchillos se claven en mi pecho al mismo tiempo… es como si un huracán viniera y arrasara con lo poco que queda de mi alma y mis esperanzas. —¿A dónde se fue? —pregunto con temor a la respuesta. —No lo sé —responde Hannah—. Verificamos con Choi que hacen falta cosas suyas en el apartamento, y estoy casi segura de que se fue para Corea, pero su celular está apagado; Rachel y yo lo hemos llamado desde distintas líneas y nos envía siempre al buzón. —No puede ser… —musito sintiendo que estoy a punto de desmayarme—. Tiene que haber alguna manera de contactarlo, tiene que haberla. —Abril, tranquilízate, encontraremos una forma de saber dónde está, pero tú mantén la calma —dice Rachel. Me llevo las manos a la cara incapaz de aceptar lo que me dicen. Alexander no pudo haberse ido del país… Debe estar muy dolido para haber hecho algo así y ni siquiera puedo comunicarme con él para explicarle lo que pasó, entonces solamente se me ocurre una cosa
Nos levantamos del suelo y nos sacudimos la ropa luego de unos segundos en silencio; Christopher se dispone a revisar los cajones del escritorio mientras yo miro a través de la ventana que da al amplio jardín delantero, y veo que el director se sube a su auto y se aleja de la casa. Tengo los pelos de punta, pero esta es una misión que tenemos que llevar a cabo, aunque me cueste la voz; ese señor no se puede salir con la suya y necesito ver la grabación completa, ahí puede estar la prueba de mi inocencia… Mi mejor amigo rebusca en todas partes como el detective profesional que es, inspeccionando hasta el último rincón de cada cajón del enorme escritorio, hasta que: —¡Bingo! Una sonrisa se forma en mi rostro al ver que sostiene la cámara en sus manos, y lo abrazo con fuerza, agradecida. —¡Te amo! —Lo beso en la mejilla—. ¡Eres el mejor detective que conozco! —Afirmo, poniendo unos cuantos besos más en la áspera piel de su rostro—. ¡Auch!, tu barba de dos días sí que chuza. —Perdon
Todos vuelven a mirarme sorprendidos; es algo que no se esperaban. Tal vez creían que mi interés por ser psicóloga era demasiado importante para mí, y en verdad lo es, pero no quiero seguir estudiando en un instituto donde el director me odia, y seguramente se burlará de mí cada vez que me vea, por haber alejado a su hijo de mi lado.—¡¿Qué carajos has dicho?! —cuestiona Rachel, enfurecida.—Tal vez deberías pensarlo mejor, Abril —objeta Hannah.—Preciosa, las chicas tienen razón, ¿no crees que es una decisión un tanto precipitada?, ya casi completas el primer semestre de estudios, además es el mejor instituto de la ciudad.—Lo sé, en cualquier caso sería una estupidez, pero no en el mío, un día le dije a Alex que si su padre nos iba a hacer la vida imposible podríamos trasladarnos a otro instituto; hay muchos más en la ciudad que son muy buenos y no tienen un hombre malvado como director… Yo no quiero seguir cerca de ese señor y mucho menos obedeciendo sus reglas, si estudio en el in