Cuando tenía la mesa casi lista supe que el susodicho no se iba a venir.
— Trata de entenderlo—Me escribió Leonardo— Ha dejado a sus amigos tirados durante mucho tiempo. ¿No crees?
Me dio mucha más rabia por mi misma de lo que pensé, por lo que opté por creer que todo había sido un error, y cuando lo llamé por teléfono y me contestó, traté de mostrarme comprensiva, mal que mal el ya no tenía ningún deber conmigo.
— Vente temprano mañana— Le dije por teléfono— Necesito hablar contigo algo urgente.
— ¿De qué cosa?— Me preguntó, usando un tono de voz muy natural.
Por ningún motivo le iba a hacer ilusiones, sobretodo si andaba por ahí pasándolo bien con otras gentes.
— No te lo puedo decir por teléfono.
— Está bien. Adiós.
Traté de controlarme. Lo peor de todo es que no tenía con quién desahogarme; Con Sole no se podía (Las razones eran evidentes), con mi hermana menos (Lo más probable es que me aconsejara jugar a dos bandas) y con Ágata era imposible (Además de que ya tenía sus propios líos al respecto ya no le estaba simpatizando mucho el susodicho).
Una vez que Santi se quedó dormido opté por beber en soledad, típico en mi cuando estaba triste. Alfredo me llamaba a cada rato por teléfono y no le quise responder, salvo un mensaje, en el cual le escribí que el fin de semana quería hablar con él en persona. Dejé que el celular se apagara mientras veía 500 days of Sumner (El protagonista me recuerda al susodicho cuando anda amable y triste al mismo tiempo). Luego me quedé dormida en el sofá, y cuando desperté a una hora indefinida de la madrugada me fuí a la cama.
Al día siguiente el susodicho no llegó a la hora convenida. Cuando ví que alguien lo etiquetó en una foto con esa tal Karla casi me morí de celos. Lo llamé con la típica excusa de que necesitaba pañales para Santi. De todas maneras estaba preocupada porque en la tele decían que no había transporte público, por lo cual si o si me daba miedo que el susodicho quedara tirado. No debería importarme pero daba lo mismo; nadie estaba al tanto de mis segundas intenciones.
Para peor daba muestras de que no tenía ninguna intención de regresar aún.
— ¡No tengo plata para ninguna huevada!- Le grité, trás escuchar que habían unas risas.
No sé qué me dio más rabia, si su ironía o su despreocupe total por la situación. Además estaba evidentemente borracho.
— Chiquillos— Oí que dijo— ¿Alguien tiene para depositar?
Decidí colgar porque me volví como loca. Creo que nunca en mi vida me había sentido tan ridícula y humillada. ¡Yo preparandole una cena el día anterior! ¡Yo rasurandome entera por el! Era imposible sentirme más estúpida e imbécil.
Creo que ahí colapsé. Leonardo me llamo borracho y lo mandé a la mierda, ¡Él era el culpable de todo! Bajo ningún punto de vista se me hubiese ocurrido volver con el susodicho de no ser por sus palabras y su existencia. Ahí si que sentí un odio casi general al género masculino ¿Por qué tenían que atinar precisamente cuando una mostraba la peor cara?
Cuando era bien de noche me volví a emborrachar, prometiéndome que sería la última vez que lo haría en mi vida. Al susodicho terminé odiando mucho más que antes, sobretodo cuando insistía e insistía con llamadas que ni siquiera quise intentar responderle. Con Leonardo hice una excepción solo para decirle que le avisara a su amiguito que ni se le ocurriera llegar por la casa.
De pronto me puse a llorar. Me sentí realmente mal. ¡Yo no tenía derecho a hacerle eso al susodicho! En una hice un esfuerzo y me calmé y le respondí en uno de esos intentos de comunicación, algo así como que lo odiaba tanto en ese momento que mejor no se apareciera. De ser así iba a haber pelea fija, le recalqué sinceramente. Me dijo que si, que tranquila, que no se iba a aparecer.
Eso sí que me mató. Me di cuenta que el entendía que yo estaba mal y quería dejarme sola, pero él no sabía que solo deseaba estar con él en ese momento y eso me dio más rabia. Juro que si hubiese llegado, llevándome la contra y todo, hubiese dejado que hiciera lo que quisiese conmigo.
Me sentía inestable y solitaria. Todo aquello eran consecuencias de la maternidad, pensaba. Mí autoestima estaba por el suelo.
Llamé a Alfredo llorando. Llegó de inmediato. Le pedí perdón por ser tan perra. La verdad es que era imposible no mirarlo a los ojos y no sentir algo de culpa tras recordar mis pensamientos de los últimos días. Mi aún compañero fue bastante comprensivo conmigo, pese a que en su mirada se adivinaba que yo le estaba escondiendo algo.
— ¿Por qué no te vienes a vivir conmigo?- Insistió— Así no lo ves más.
— Creo que no es mala idea— Respondí.
Luego lo besé y me senté encima de el y comencé a desvestirlo como si estuviese pelando un plátano.
Cuando le conté al susodicho que me iría a vivir con Alfredo casi ni se inmutó. Me dio nervio que halla creído que era ESO lo tan importante que necesitaba hablar con él, cuando el día anterior planeaba decirle prácticamente todo lo contrario. Y fue raro también porque a mí tampoco me afectó su indiferencia, pese a que durante esa conversación no pude parar de llorar.Me cambié de casa al día siguiente que Alfredo me lo propuso. Aún no entiendo esa decisión que tomé en ese momento pese a que no me arrepiento. Ágata no estaba de acuerdo con mi decisión pero tampoco hizo nada por revertirla.Por su parte Alfredo hizo méritos para que me sintiera cómoda; arregló una pieza para Santi, renovó algunos muebles que de puro mala onda le dije que no me gustaban y por si fuera poco me ofreció recibir a Morello
Las actividades culturales se incrementaron bastante en la plaza del pueblo tras el estallido social. Yo no había estado nunca en esas juntas, porque además de la maternidad tenía muchas responsabilidades en los conversatorios feministas y con la Sole nos llevábamos el peso de casi todas las actividades. Todo el mundo andaba en la parada de recuperar los espacios públicos y pese a que en las primeras manifestaciones artísticas acudía mucha gente, con el correr de los días aquella afluencia de público disminuyó mucho. Sin embargo se armaba un ambiente más o menos divertido, en el cual la gente se esparcía y se conocía, según lo que las demás chicas me contaban y una vez que llegué a casa, se lo conté al Susodicho, quien en ese momento estaba afeitándose en el baño con la puerta abierta. Solo estaba envuelto en una toalla.— Para la semana del estallido social conocí a esa gente —Dijo—. De hecho hasta toqué un rato.— ¿Y cómo yo no lo sabía?— Debe ser porque andabas
—Esto no está bien —Dije— No deberíamos volver a hacerlo.El susodicho prendió un cigarro y con el fuego de ese encendido uno para mí.Estábamos en su cama, desnudos, cubiertos solo por las sábanas. Aquella tarde lo habíamos hecho dos veces (Una en el sofá mientras Santi dormía la siesta y otra en su casa, bien en la madrugada).—Es normal que esto pase —Dijo el susodicho—No tiene nada de raro. Tenemos un hijo en común.Pensé en todo lo ocurrido en la tarde; Música en la plaza, esa puta de Carolina seduciendolo, los perros haciéndome piruetas y las llamadas de Alfredo que jamás contesté.—Y como siempre yo, como mujer, voy a sacar la peor parte— Dije picada.Después de hacerlo me dió la impresión de que era solo eso lo que necesitaba;
Cuando mucho más tarde logré calmarme un poco decidí que era mejor pensar de forma práctica, por lo que comencé a coordinar para que Santi pasara la noche con su papá. No tenía idea como iba a reaccionar el susodicho. Tal vez con ese llamado le iba a cambiar los planes de un rato a otro. Yo sabía que aquello le molestaba y sin embargo decidí intentarlo. —¿Aló? —¿Que pasó Ramona? ¿Te arrepentiste? —Sí, en parte. Oye. Necesito que te quedes con Santi está noche. —Pero no me habías dicho que no, ¿Qué onda? Empezaron los problemas, pensé. No era el momento de ponerse débil. —Ahora necesito q
Cuando llegamos me fuí directamente a la pieza. Además de estar horriblemente deprimida me sentía cansada, por lo cual, tras ponerme un pijama, me metí inmediatamente a la cama. Nunca en mi vida había considerado que todo era tan cruel. ¿Por qué tenían que pasar estas cosas? Pocos meses atrás creía que todo había terminado para mí con los hombres, y no por que en ese entonces así lo quisiera, sino que por el embarazo ¿Quien se iba a fijar en una mina toda gorda y fea y hecha mierda? Algo debe haber pasado. El estrés que me provocaba tener un lío con dos tipos distintos era mucho más fuerte que cualquier otra sensación de autoestima o felicidad. Entonces me di cuenta que no le había contado a nadie todo lo que est
No había mucho que pensar, por lo que el camino se me hizo bastante corto. Me sentía aliviada en parte. Alfredo no paraba de enviarme mensajes rogándome que regresara, argumentando que quería aprovechar bien el día, puesto que desde el lunes en adelante iba a trabajar toda esa semana de noche y que después iba a ser casi imposible vernos. Mejor así, pensé. Nada de aquello me hizo retroceder. Haber estado con tantos hombres distintos me mostró los caminos de la manipulación masculina desde muy temprano. Siempre tenían una excusa para persuadir, para sacarle en cara a una que tienen actividades mucho más importantes que un simple berrinche, el trabajo, por ejemplo. ¿Por qué una tenía que rendirles pleitesía por eso? ¿Acaso una no hacía nada por la vida? &
Pasaron varios días. A Alfredo le pedí un tiempo. Quizá por qué diablos no se lo tomó a mal y sin embargo no valoré aquel gesto. Me llamaba todos los días por teléfono para preguntarme por Santi principalmente. Decía que me amaba también, que todo lo que estaba ocurriendo le había servido de lección y onda lo típico, que nunca más iba a ocurrir. Me preguntaba si podía venir a ver al niño. Le decía que después porque, para ser sincera, desconfiaba en eso porque para mí era solo una excusa para verme a mi. Insistía bastante con eso del perdón y yo no le respondía nada al respecto. Cuando estoy enojada suelo desligarme de forma categórica de los sentimientos de los demás y me importa una mierda si es que están sufriendo y hasta que punto llegan en eso. La Sole lo supo y en parte me lo reprochó.
Al día siguiente Carolina volvió a ir a la casa. Grande fue mí sorpresa cuando me dijo que era a mí a quien buscaba y no al susodicho. —Pasa—Le dije. Una vez que entró intentó hacerle gracias a Santi, quien la ignoró olímpicamente. Aquello me causó una cruel alegría, puesto que una de las cosas que más me daba miedo de que el susodicho encontrara nueva pareja era que nuestro hijo se adaptase demasiado rápido a una nueva mujer. —Linda tu casa—Dijo Carolina—Muy linda. No es mía, pensé. Sin embargo no le dije nada. Encendí el hervidor eléctrico con el fin de ofrecerle un té o algo así, pese a que no tenía muchas ganas de atender a nadie.