Capítulo 5

Al día siguiente Alfredo me despertó muy temprano. Se había pasado directamente desde el turno de noche hasta mi casa. Me levanté apenas, pese a que Leonardo se había ido a retiro poco rato después de que yo lo hiciera, lo cual significó haber logrado mínimo unas seis horas de sueño.

               

Esa mañana fue clave en cuanto a decisiones, por lo que recuerdo ahora. Tras haber desayunado en un incómodo silencio, Alfredo comenzó a hacerme preguntas. Tal vez ahora veo que estaba en su legítimo derecho, pero en ese momento lo interpreté todo como una exagerada y categórica muestra de posesión masculina y se lo dije:

— No tiene nada que ver una cosa con otra, Ramona— Me respondió— Yo soy tu pareja. Siento que tengo el derecho de saber si te pasan cosas o no con él.

— Por eso no me quería comprometer- Dije secamente.

— Pero es injusto que me respondas eso. ¿O sea que cada vez que hagas lo que quieras te las vas a salir con esa respuesta absurda? ¿Que no te querías comprometer?

— No entiendes nada, hombre. Yo busco un compañero, no un dueño. Pensé que lo tenías claro.

               

Alfredo abandonó la mesa y se fue al sillón. Típica desazón masculina, típico gesto; Agachar la mirada, apoyar sus codos en las rodillas y tomarse la cabeza con ambas manos. Me dio un poco de pena y me fui a sentar al lado de él.

— Tranquilo oye— Le dije, sin atreverme a darle un abrazo de apoyo o algo parecido.

               

Alfredo insistía con que el problema era el susodicho. Lo peor de todo es que mis respuestas no lograban convencerlo de lo contrario.

— Yo sabía. Algo te pasa con ese loco. Lo que más me da rabia es que cuando te oía hablar mal de el yo te creí. Me anduve equivocando, creo.

               

Por cosas como esa odiaba a los hombres, básicamente porque no sabía cómo interpretar algunos gestos, ciertas claves. ¿Como podía saber yo sí todo eso era un acto de manipulación o una tristeza sincera? Simplemente me confundía. 

               

— Piensa lo que quieras- Respondí.

               

Tras la típica vacilación masculina de los hombres en estos casos, Alfredo se puso de pie.

             

 — Me voy— Dijo.

               

En ese instante se me salió todo el odio hacia la masculinidad en general.

             

Típico de los hombres. Si las cosas no son como quieren se van. Me da lo mismo en todo caso, no me importa.

— Obvio que no te importa— Me respondió tristemente, tras cerrar la puerta.

               

A los cinco minutos que Alfredo se fue me estaba llamando por teléfono para pedirme perdón por sus celos e inseguridades.

               

— Lo sé, lo sé, me equivoqué. Disculpa. Tu no tienes la culpa de que en mi relación anterior me hayan cagado. Perdón. Simplemente me da miedo perderte, eso es todo. 

               

— Intentando manipularme no vas a ganar nada- Respondí.

               

— Nadie está intentando manipularte.

               

— ¿Como que no? Enojarse y pedir perdón si es un acto de manipulación.

                 

Santi despertó llorando. Eran esas feas mañanas en las cuales amanecía muy mañoso.

Luego encendí la tele y al igual que en las jornadas  anteriores, el noticiario solo exponía sobre los disturbios que estaban generando la evasión de las tarifas del metro. Por supuesto que estaba muy poco concentrada en lo que Alfredo decía.

— ¿Nos vemos mañana en la noche? Estoy de salida. Me acordé que tenías ganas de comer comida peruana.

               

— No sé si quiera verte mañana- Le dije.

               

— Como quieras.

                 

Colgué.

                 

La tele mostraba el principio de todo lo que iba a ocurrir después y esa fue la tónica del día; gente aún protestando y evadiendo el metro, otras clases de manifestaciones varias. En resumidas cuentas, el que iba a ser el futuro estallido social de octubre.

                 

Anduve todo el día con una agitación terrible. La tele mostraba cada vez más y más desordenes por los lugares que seguramente el susodicho se movía. En un principio creía que todo aquello era pasajero, pero con el correr del día la agresividad de los manifestantes se iba incrementando ostensiblemente, tan así que sin darme cuenta pasó a un asunto de cadena nacional. 

                 

Vi que en Facebook tenía una solicitud de amistad de Leonardo y le hablé de inmediato tras aceptarla.

                 

— ¿Como están?- Escribí.

                 

Tardaba bastante en responder y aquello me ponía nerviosa y finalmente apareció como no conectado, por lo que opté por otros caminos, ya que a esas alturas tenía muy claro que era lo que me andaba alterando tanto los ánimos; he ahí mi indiferencia hacia la tristeza de Alfredo.

                 

Decidí desbloquear al susodicho de Facebook. En ese momento fue una medida bien eficiente, puesto que su amigo Raúl tenia la obsoleta costumbre de escribirle en el muro, preguntándole si sería peligroso o no salir de noche con todo lo que estaba ocurriendo. Miraba el perfil a cada rato, con el fin de ver si mi ex le respondía (Suerte la mía de que el susodicho tenía su Facebook en modo público; Todo lo que escribía o comentaba lo podía ver cualquiera). Aquello me desesperaba y cuando ya estaba a punto de irme a la mierda sicologicamente, me llegó un mensaje de Leonardo, pidiéndome el número de teléfono. Se lo di y me llamó de inmediato.

               

— ¿Que onda comadre?— Me preguntó.

               

— Quería saber cómo estaban. La tele dice que está la cagada en todas partes.

               

— La tele miente —Dijo Leonardo— Eso todos lo sabemos.

               

— ¿Pero han podido seguir trabajando?

               

— Está normal la cosa. No ocurre nada. ¿Por qué tanto interés?

                 

Era la ocasión perfecta para decir una especie de verdad que al mismo tiempo me sirviera para ocultar lo que realmente sentía.

               

— Dile a tu amigo que se venga ahora mismo a la casa si queda más la cagada— Dije, lo más resuelta que pude— No quiero que le pase nada al susodicho. No es tanto por él, pero le puede pasar algo y no quiero que Santi crezca sin su papá.

— Está bien —Me dijo—. Yo le voy a decir. Ahora íbamos a un cumpleaños. No creo que se quiera ir a la casa en todos los casos.

               

— No se trata de lo que el quiera en estos momentos. Se trata de que tiene que ser responsable.

— Di la verdad, comadre. Te apuesto que quieres que arreglen las cosas.

                 

No me convenía debatir su punto de vista pero al mismo tiempo no quería perder el orgullo. Opté por hacerme la tonta.

               

— ¿No estás con el ahora?

               

— Está hablando por teléfono.

                 

Me dió la impresión que Leonardo había captado mis intenciones y que al mismo tiempo no quería desenmascararlas. Seguí haciéndome la tonta.

               

— Solo eso. Dile que se venga si es que siguen las protestas. Andan diciendo que van a sacar a los militares a la calle y no quiero que le pase nada.

                 

Oía la risa burlesca de Leonardo al otro lado de la línea. Pese a todo no me molestaba y en ningún momento dejó de inspirarme confianza.

               

— Tranquila. No te preocupes. Yo le digo. Eso sí con una condición.

               

— ¿Cuál condición?

               

— El mundo es un escenario y nosotros somos actores dentro de él. ¿Cierto?

                 

No tenía idea a qué diablos se refería Leonardo en ese momento pero le seguí el juego.

               

— Ya. ¿Y?

               

— Si quieres yo lo convenzo de que se vaya para la casa, pero tienes que entregarle algo. Lo que tienes que hacer es ponerte el disfraz de mujer sumisa y amable; Mínimo que le prepares una cena o algo. Piensa que se va a perder el cumpleaños.

               

— Que eres ridículo, Leo —Le dije riéndome— ¿Acaso piensas que tú amigo aún me interesa?

               

— No es algo que piense, la verdad. Estoy seguro. Ya comadre, este huevón ya terminó de hablar por teléfono. No te conviene que sepa que estoy hablando contigo.

                 

Leonardo colgó. Me puse muy nerviosa. 

                 

Solo tenía algo claro; el susodicho me estaba empezando a gustar de nuevo y ese maldito de Leonardo tenía la culpa de todo. No sé cómo se dió eso, pero tenía que hacer algo. Lo llamé por teléfono y no me contestó y me alegré bastante por aquello, ya que me di cuenta que hubiese sido un paso en falso. Después me sentí ridícula por lo que estaba haciendo. Revisé su perfil de facebook nuevamente y le había respondido a su amigo Raúl: "No voy a poder pasar a buscarte. Está la cagada. Lo más probable es que me vaya para la casa".

                 

Estaba segura que Leonardo lo había convencido y me alegré de aquello. Tomé a Santi y fui de compras, ya que me tomé en serio aquello de abandonar mi papel "Dentro de un mundo que era un escenario" y decidí hacer algo. Se me ocurrió preparar unas verduras salteadas que al susodicho le encantaban, más unas papas rústicas y algo de lomo de vacuno (Ya no estaba comiendo mucha carne pero estaba dispuesta a hacer una excepción). También compré una botella de pisco y unos limones para que el susodicho hiciera sour. Aproveché que mi hijo hizo su siesta más temprano y me dí un buen baño, donde además de depilarmelo todo me alise el pelo y me probé un vestido que me cargaba ponerme, pero que tal vez la situación lo ameritaba; estaba segura que íbamos a estar solos con el susodicho.

               

Mientras limpiaba un poco la casa me preguntaba cosas. ¿Por que ese tan repentino interés por el ex nuevamente? Los motivos eran varios, más allá de que un tipo tan cool como Leonardo lo considerase tanto como amigo.

               

Tal vez el primer factor fueron los celos de Alfredo. No me importaba para nada que en ese momento fuese una contradicción para lo que eran mis valores feministas, pero admitía que me gustaban los hombres seguros de sí mismos y el susodicho lo era, en el sentido que jamás me hizo una escena o algo parecido. Además que mi ex, a diferencia de mi actual, era mucho más interesante, en el sentido que, cuando andaba en buenas condiciones, se le podía conversar cualquier cosa y eso, a fin de cuentas, me proporcionaba la sensación de que jamás me iba a aburrir con él.

               

De pronto volví a sentirme enamorada. Se que es raro, se que suena tonto, pero cuando pasa el tiempo y se logran sepultar los disgustos uno se acuerda de lo bueno, y algo en lo cual el susodicho jamás me falló fue en lo que se llama la rutina; siempre se las arregló para que lo pasáramos bien y además de eso (Era muy fácil reconocerlo), en la cama me complacía mucho más que Alfredo, quien pese a sus atributos físicos ampliamente superiores, era lento y torpe en comparación a mi ex, quien era imprecedible e imaginativo y eso me dejaba loca, además de que sabía cómo y dónde tocarme antes de meterse dentro mío con su estilo tan, digamos, romántico y preocupado sin ser vulgar. Cuando ya creí que iba a estar todo listo se me ocurrió llamarlo, pero cuando me contestó, estúpidamente le colgué. Por supuesto que no me devolvió la llamada.

               

— Lo tengo convencido- Escribió Leonardo, casi al instante- Solo te voy a pedir un favor.

               

— ¿Cuál?

               

— Tómate en serio a mi perro querido. Supongo que ya sabes que ha sufrido bastante y no juegues con él.

                 

Tras dejar el mensaje unos minutos sin responder me convencí; Iba a tratar de arreglarme con el susodicho. Sentía que se merecía una nueva oportunidad y además que estaba el factor Santi, quien iba a ser el mayor beneficiado si es que sus papás volvían a estar juntos. 

   

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