Pasaron varios días. A Alfredo le pedí un tiempo. Quizá por qué diablos no se lo tomó a mal y sin embargo no valoré aquel gesto. Me llamaba todos los días por teléfono para preguntarme por Santi principalmente. Decía que me amaba también, que todo lo que estaba ocurriendo le había servido de lección y onda lo típico, que nunca más iba a ocurrir. Me preguntaba si podía venir a ver al niño. Le decía que después porque, para ser sincera, desconfiaba en eso porque para mí era solo una excusa para verme a mi. Insistía bastante con eso del perdón y yo no le respondía nada al respecto. Cuando estoy enojada suelo desligarme de forma categórica de los sentimientos de los demás y me importa una mierda si es que están sufriendo y hasta que punto llegan en eso. La Sole lo supo y en parte me lo reprochó.
Al día siguiente Carolina volvió a ir a la casa. Grande fue mí sorpresa cuando me dijo que era a mí a quien buscaba y no al susodicho. —Pasa—Le dije. Una vez que entró intentó hacerle gracias a Santi, quien la ignoró olímpicamente. Aquello me causó una cruel alegría, puesto que una de las cosas que más me daba miedo de que el susodicho encontrara nueva pareja era que nuestro hijo se adaptase demasiado rápido a una nueva mujer. —Linda tu casa—Dijo Carolina—Muy linda. No es mía, pensé. Sin embargo no le dije nada. Encendí el hervidor eléctrico con el fin de ofrecerle un té o algo así, pese a que no tenía muchas ganas de atender a nadie.  
—Pero nada que ver—Decia Patricio—Ensayé toda la tarde para venir a tocar aquí. —Entiende pues Pato—Le dijo Carolina—El chico ese que canta mucho mejor que tú no quiso venir, porque considera que esto es solo para mujeres. —Siglos y siglos de grotesco e infinito patriarcado—Agregué—¿Qué te cuesta dejar pasar esta ocasión? —Lo siento mucho, amigue, pero ya estoy acá. Yo mismo me conseguí la amplificación. —Ya pues Patricio—Le dijo Carolina—Tu siempre tocas acá. Además que la gente está aburrida de escuchar tus gritos. <
Después de varios días haciéndome de rogar decidí darle una especie de oportunidad a Alfredo, quien no se tomó muy bien mis condiciones en un principio. Sin embargo lo terminó aceptando, puesto que era la única forma de recuperar en parte el vínculo. —Amigos primero—Le dije—Despues veamos que pasa. Alfredo se rió. Mal que mal no le desagradaba volver a verme. —¿Y no puedes volver a la casa así como amigos? Yo también me reí. —Segun como te portes—Le dije—La verdad es que todo depende de ti. La verdad es que antes de hablar con el hasta lo extrañaba un poco. Sin embargo no tardó mucho en comenzar a hostigarme; regalos para Santi que no le gus
Estábamos almorzando con Alfredo. Aún no me se me ocurría ninguna excusa como para deshacerme de él. De pronto pasó algo horrible. Mientras servía el postre Alfredo salía al patio a contestar el teléfono. En un principio no le di importancia a aquel hecho tan común y silvestre pero pronto comencé a preocuparme. Sentía que toda esa circunstancia iba a incidir en ese momento pero no me afectó tanto tampoco, puesto que estaba acostumbrada a que mí presencia fuese un brote de malas pasadas, tanto para mí como para quienes me rodeaban. Pensé que nunca lo iba a superar, por más que lo intentase. Más que un asunto de amor lo era de orgullo; simplemente no soportaba que el susodicho rehiciera su vida. Odiaba verlo feliz sin mí, eso era todo.  
—Cuentame—Le dije al susodicho—¿A ti te gusta Carolina? Estaba sentada a los pies de su cama. Nos habíamos fumado un cigarro a medias y las ventanas estaban abiertas. El susodicho respondía un mensaje y a medida que leía la respuesta se iba riendo. —¿Con quien hablas?—Le pregunté. —Con Carolina. —Ya pues. ¿A ti te gusta ella? El susodicho abandonó momentáneamente el celular. Sin embargo no dejaba de reírse. —¿Te gusta ella o no? —¿Que relevancia tiene eso? &
Una vez que el susodicho volvió de dejar a Santi en la otra pieza me quedó mirando firmemente a los ojos. Intentó besarme pero no lo dejé en un principio—¿Por qué estás haciendo esto?—Le pregunté— Yo solo dije que quería estirarme un ratito contigo. —No lo sé—Respondió—Supongo que es porque aún nos quedan cosas. Primero me volvió a tomar de la cintura. Yo rodeé su cuello con mis brazos. Mí polera dejaba mis hombros al desnudo por lo que empezó a besarlos, al mismo tiempo que con la yema de sus dedos recorría mí espalda, lentamente por encima de una tela muy delgad
Cuando desperté estaba sola. Me levanté al baño y tras fijarme que Santi aún dormía volví a la cama. Hace mucho tiempo que no descansaba tan bien y relajadamente y cuando estaba a punto de dormirme de nuevo apareció el susodicho con el desayuno. —Buenos días—Me dijo. —¿En serio?—Pregunté, muy sorprendida. Comí con ganas; Quequitos, tostadas con palta y jugo de naranja. Habían unas galletitas que se notaban que eran para Santi cuando despertara. No podía sentirme más sensual y estúpida y me atreví a besarlo en los labios. Fue la parte más rica del desayuno. —Que rico—Le dije—Gracias. ¿No vas a ir a trabajar? —No creo—Respondió—Mañana es fin de mes y prefiero guardarme. &
Me fuí todo el viaje llorando. El susodicho me aconsejó que me fuese así como por mi propia voluntad, sin pedirle a Alfredo que me fuese a buscar. Tuve la suerte de que Santi durmió todo el camino. Nunca me pareció tan deprimente el campo. Cuando llegué a la casa de mis ex suegros estaban todos ahí, bajo el parrón del jardín. Alfredo se emocionó mucho al verme y la Sole me recibió a Santi, prácticamente sin saludarme. —Mi amor—Me dijo—¿Por que no me avisaste que llegaste? Te hubiese ido a buscar al terminal de buses. —No te preocupes—Respondí, tras darle un beso en la mejilla—Para el funeral de la abuela del susodicho también viajé sola. Don Alfredo me saludó muy animado, pese a que estaba triste.