—Cuentame—Le dije al susodicho—¿A ti te gusta Carolina?
Estaba sentada a los pies de su cama. Nos habíamos fumado un cigarro a medias y las ventanas estaban abiertas. El susodicho respondía un mensaje y a medida que leía la respuesta se iba riendo.
—¿Con quien hablas?—Le pregunté.
—Con Carolina.
—Ya pues. ¿A ti te gusta ella?
El susodicho abandonó momentáneamente el celular. Sin embargo no dejaba de reírse.
—¿Te gusta ella o no?
—¿Que relevancia tiene eso?
&Una vez que el susodicho volvió de dejar a Santi en la otra pieza me quedó mirando firmemente a los ojos. Intentó besarme pero no lo dejé en un principio—¿Por qué estás haciendo esto?—Le pregunté— Yo solo dije que quería estirarme un ratito contigo. —No lo sé—Respondió—Supongo que es porque aún nos quedan cosas. Primero me volvió a tomar de la cintura. Yo rodeé su cuello con mis brazos. Mí polera dejaba mis hombros al desnudo por lo que empezó a besarlos, al mismo tiempo que con la yema de sus dedos recorría mí espalda, lentamente por encima de una tela muy delgad
Cuando desperté estaba sola. Me levanté al baño y tras fijarme que Santi aún dormía volví a la cama. Hace mucho tiempo que no descansaba tan bien y relajadamente y cuando estaba a punto de dormirme de nuevo apareció el susodicho con el desayuno. —Buenos días—Me dijo. —¿En serio?—Pregunté, muy sorprendida. Comí con ganas; Quequitos, tostadas con palta y jugo de naranja. Habían unas galletitas que se notaban que eran para Santi cuando despertara. No podía sentirme más sensual y estúpida y me atreví a besarlo en los labios. Fue la parte más rica del desayuno. —Que rico—Le dije—Gracias. ¿No vas a ir a trabajar? —No creo—Respondió—Mañana es fin de mes y prefiero guardarme. &
Me fuí todo el viaje llorando. El susodicho me aconsejó que me fuese así como por mi propia voluntad, sin pedirle a Alfredo que me fuese a buscar. Tuve la suerte de que Santi durmió todo el camino. Nunca me pareció tan deprimente el campo. Cuando llegué a la casa de mis ex suegros estaban todos ahí, bajo el parrón del jardín. Alfredo se emocionó mucho al verme y la Sole me recibió a Santi, prácticamente sin saludarme. —Mi amor—Me dijo—¿Por que no me avisaste que llegaste? Te hubiese ido a buscar al terminal de buses. —No te preocupes—Respondí, tras darle un beso en la mejilla—Para el funeral de la abuela del susodicho también viajé sola. Don Alfredo me saludó muy animado, pese a que estaba triste.
Al día siguiente fue el entierro. Efectivamente fue ahí cuando Alfredo se fue a la mierda, puesto que no paró de beber con sus primos. Usé la excusa de que tenía hora a médico al día siguiente para retirarme. Don Alfredo me dio las gracias por haber ido y la Sole ni me miró tras escuchar que el caballero no se cansaba de repetirme que fuera cuando yo quisiera, por lo que asumí que era el adiós al grupo feminista y el fin de todos esos proyectos. Quizá hasta iba a tener que irme del pueblo pero ya me daba lo mismo. Estaba demasiado acostumbrada a los dramas en mí vida. Alfredo estaba tan hecho una miseria que ni siquiera se dio cuenta de que yo me fui. Ya había tenido de eso para el funeral de la abuela del susodicho y es más, tuve que aguantarlo borracho en en bus junto a sus otros amigos también borrachos (Que a todo esto el susodicho dejó d
A veces estábamos de lo más bien con el susodicho viendo películas echados en el sofá cuando de la nada a el le llegaban mensajes de Carolina. El se tomaba su tiempo para responderle y eso me molestaba bastante, puesto que el susodicho no era el típico personaje de esos que eran adictos al celular. En muchas ocasiones iba al baño y se llevaba el teléfono y era evidente que me escondía algo, pese a que jamás me hablaba de eso. Era extraña la actitud de ellos conmigo, tanto de Carolina como del susodicho. A veces ella venía a la casa cuando yo estaba lavando ropa o algo así mientras mí ex se encontraba trabajando. Casi siempre venía con su hija y el asunto se tornaba bastante desagradable, sobretodo cuando esa niñita insportable le pegaba a Santi. —¡
Esa misma noche, una vez que Ágata y Santi se quedaron dormidos, se me ocurrió cruzar hasta la casa del susodicho. La puerta estaba sin seguro y la abrí. Estaba Carolina ahí y cuando me vieron se pusieron nerviosos. Me dio la impresión de que se estaban besando o algo así segundos antes. —Perdón—Dije, apenas los ví. Salí a la calle. Obviamente tenían algo ellos y me sentí súper estúpida por obligarme a negar una realidad que era innegable. ¿Por qué Carolina solía pasar tantas noches ahí? Lo que más me daba rabia de todo era la actitud de ella, quien solía quejarse de que Franco la trataba mal. Yo tenía la costumbre de ser mal pensada y de cuestionar la sinceridad de la gente
Pasaron unos pocos días y el susodicho comenzó a alejarse paulatinamente de Carolina, quién al mismo tiempo, debido a las medidas sanitarias que tomó debido a la pandemia, también se alejó de él. Me dio la impresión de que pelearon o algo así, puesto que no me compré aquel distanciamiento tan repentino.También fui a buscar mis cosas donde Alfredo, quien estuvo todo ese tiempo en su casa, sin teléfono y absolutamente deprimido. Me dio muchísima pena encontrarmelo borracho.—Mi amor—Me dijo—Volviste. —Sí—Le respondí—Volvía buscar mis cosas. —¿Y no vas a hacer nada para curarme tanta pena? ¿Por qué fuiste así conmigo? Ág
Era una típica tarde de viernes en plena época de cuarentena. Juan Pablo Urrutia, profesor de matemáticas y soltero recién pasado los treinta, acababa de culminar su labor docente del año reprobando a quince de treinta alumnos posibles. Lo hizo sin nada de remordimientos, tras considerar que aquellos adolescentes de colegio municipal no sabían nada de nada e iban a andar perdidos durante el próximo curso, por lo que a la práctica, según él, poco menos que les hacía un favor haciéndolos repetir de nivel. No le importaba lo que dijera el director del colegio, quien prefería la mano blanda, puesto que así, con los alumnos aprobados por unanimidad, las subvenciones que le otorgaba el estado eran mucho más elevadas. Además de casi no representar su edad, Juan Pablo era delgado excepto por sus brazos, quienes lucían firmes, así de manera natural. También tenía el cuello un poco largo, su estatura casi alcanzaba el metro ochenta y pese a que trabajaba en