—Esto no está bien —Dije— No deberíamos volver a hacerlo.
El susodicho prendió un cigarro y con el fuego de ese encendido uno para mí.Estábamos en su cama, desnudos, cubiertos solo por las sábanas. Aquella tarde lo habíamos hecho dos veces (Una en el sofá mientras Santi dormía la siesta y otra en su casa, bien en la madrugada).—Es normal que esto pase —Dijo el susodicho—No tiene nada de raro. Tenemos un hijo en común.Pensé en todo lo ocurrido en la tarde; Música en la plaza, esa puta de Carolina seduciendolo, los perros haciéndome piruetas y las llamadas de Alfredo que jamás contesté.—Y como siempre yo, como mujer, voy a sacar la peor parte— Dije picada.Después de hacerlo me dió la impresión de que era solo eso lo que necesitaba;Cuando mucho más tarde logré calmarme un poco decidí que era mejor pensar de forma práctica, por lo que comencé a coordinar para que Santi pasara la noche con su papá. No tenía idea como iba a reaccionar el susodicho. Tal vez con ese llamado le iba a cambiar los planes de un rato a otro. Yo sabía que aquello le molestaba y sin embargo decidí intentarlo. —¿Aló? —¿Que pasó Ramona? ¿Te arrepentiste? —Sí, en parte. Oye. Necesito que te quedes con Santi está noche. —Pero no me habías dicho que no, ¿Qué onda? Empezaron los problemas, pensé. No era el momento de ponerse débil. —Ahora necesito q
Cuando llegamos me fuí directamente a la pieza. Además de estar horriblemente deprimida me sentía cansada, por lo cual, tras ponerme un pijama, me metí inmediatamente a la cama. Nunca en mi vida había considerado que todo era tan cruel. ¿Por qué tenían que pasar estas cosas? Pocos meses atrás creía que todo había terminado para mí con los hombres, y no por que en ese entonces así lo quisiera, sino que por el embarazo ¿Quien se iba a fijar en una mina toda gorda y fea y hecha mierda? Algo debe haber pasado. El estrés que me provocaba tener un lío con dos tipos distintos era mucho más fuerte que cualquier otra sensación de autoestima o felicidad. Entonces me di cuenta que no le había contado a nadie todo lo que est
No había mucho que pensar, por lo que el camino se me hizo bastante corto. Me sentía aliviada en parte. Alfredo no paraba de enviarme mensajes rogándome que regresara, argumentando que quería aprovechar bien el día, puesto que desde el lunes en adelante iba a trabajar toda esa semana de noche y que después iba a ser casi imposible vernos. Mejor así, pensé. Nada de aquello me hizo retroceder. Haber estado con tantos hombres distintos me mostró los caminos de la manipulación masculina desde muy temprano. Siempre tenían una excusa para persuadir, para sacarle en cara a una que tienen actividades mucho más importantes que un simple berrinche, el trabajo, por ejemplo. ¿Por qué una tenía que rendirles pleitesía por eso? ¿Acaso una no hacía nada por la vida? &
Pasaron varios días. A Alfredo le pedí un tiempo. Quizá por qué diablos no se lo tomó a mal y sin embargo no valoré aquel gesto. Me llamaba todos los días por teléfono para preguntarme por Santi principalmente. Decía que me amaba también, que todo lo que estaba ocurriendo le había servido de lección y onda lo típico, que nunca más iba a ocurrir. Me preguntaba si podía venir a ver al niño. Le decía que después porque, para ser sincera, desconfiaba en eso porque para mí era solo una excusa para verme a mi. Insistía bastante con eso del perdón y yo no le respondía nada al respecto. Cuando estoy enojada suelo desligarme de forma categórica de los sentimientos de los demás y me importa una mierda si es que están sufriendo y hasta que punto llegan en eso. La Sole lo supo y en parte me lo reprochó.
Al día siguiente Carolina volvió a ir a la casa. Grande fue mí sorpresa cuando me dijo que era a mí a quien buscaba y no al susodicho. —Pasa—Le dije. Una vez que entró intentó hacerle gracias a Santi, quien la ignoró olímpicamente. Aquello me causó una cruel alegría, puesto que una de las cosas que más me daba miedo de que el susodicho encontrara nueva pareja era que nuestro hijo se adaptase demasiado rápido a una nueva mujer. —Linda tu casa—Dijo Carolina—Muy linda. No es mía, pensé. Sin embargo no le dije nada. Encendí el hervidor eléctrico con el fin de ofrecerle un té o algo así, pese a que no tenía muchas ganas de atender a nadie.  
—Pero nada que ver—Decia Patricio—Ensayé toda la tarde para venir a tocar aquí. —Entiende pues Pato—Le dijo Carolina—El chico ese que canta mucho mejor que tú no quiso venir, porque considera que esto es solo para mujeres. —Siglos y siglos de grotesco e infinito patriarcado—Agregué—¿Qué te cuesta dejar pasar esta ocasión? —Lo siento mucho, amigue, pero ya estoy acá. Yo mismo me conseguí la amplificación. —Ya pues Patricio—Le dijo Carolina—Tu siempre tocas acá. Además que la gente está aburrida de escuchar tus gritos. <
Después de varios días haciéndome de rogar decidí darle una especie de oportunidad a Alfredo, quien no se tomó muy bien mis condiciones en un principio. Sin embargo lo terminó aceptando, puesto que era la única forma de recuperar en parte el vínculo. —Amigos primero—Le dije—Despues veamos que pasa. Alfredo se rió. Mal que mal no le desagradaba volver a verme. —¿Y no puedes volver a la casa así como amigos? Yo también me reí. —Segun como te portes—Le dije—La verdad es que todo depende de ti. La verdad es que antes de hablar con el hasta lo extrañaba un poco. Sin embargo no tardó mucho en comenzar a hostigarme; regalos para Santi que no le gus
Estábamos almorzando con Alfredo. Aún no me se me ocurría ninguna excusa como para deshacerme de él. De pronto pasó algo horrible. Mientras servía el postre Alfredo salía al patio a contestar el teléfono. En un principio no le di importancia a aquel hecho tan común y silvestre pero pronto comencé a preocuparme. Sentía que toda esa circunstancia iba a incidir en ese momento pero no me afectó tanto tampoco, puesto que estaba acostumbrada a que mí presencia fuese un brote de malas pasadas, tanto para mí como para quienes me rodeaban. Pensé que nunca lo iba a superar, por más que lo intentase. Más que un asunto de amor lo era de orgullo; simplemente no soportaba que el susodicho rehiciera su vida. Odiaba verlo feliz sin mí, eso era todo.