En La Costa, los cuatro guerreros se habían reunido en uno de los patios donde se encontraban las bodegas en las que guardaban las semillas de cacao recolectadas, habían realizado inventario de equipos y se disponían a marcharse a sus casas.—Gregory está en camino, acaba de enviarme un mensaje de texto —comentó Jonathan aproximándose a sus hermanos mientras revisaba su móvil.—Esa es una buena noticia —dijo Javier—. Así cuatro de nosotros irán a la montaña mientras uno se queda vigilando el trabajo en la cosecha.—¿Lo echamos a suerte? —bromeó Deibi.—Cuándo Gregory llegue, lo acordamos —decidió Jonathan—. No viene solo.Todos lo observaron con recelo. El moreno alzó los hombros con indiferencia.—Gregory dice que es una amiga, pero enseguida Baudilio me envió un mensaje asegurándome que podría ser la solución a nuestros problemas.Los guerreros mascullaron maldiciones.—¿Cuándo se detendrá esta situación? —se quejó Deibi, dando una ojeada cansada a la selva que los rodeaba. Cada vez
El auto subía por la empinada carretera zigzagueando entre sus pronunciadas curvas. Trini había iniciado el viaje pegada a la ventanilla, admirando maravillada aquel paraje selvático tapiado por una vegetación muy verde y bañado por una suave niebla.En cada rincón podía observar la magnificencia de la naturaleza al ver los jardines de helechos mezclados con el colorido de las orquídeas, bromelias y heliconias. Las hojas de palmas se entrelazaban entre sí, dando paso en algunos lugares al crecimiento de enormes bambúes que bordeaban la vía.Todo era hermoso, un ambiente mágico que parecía transportarte a otro mundo, pero el constante serpenteo de su camino destrozó el estómago de la chica, impidiéndole disfrutar del viaje por culpa de las náuseas.Gregory tuvo que pedirle al chofer que había contratado para que los llevara a La Costa, que se detuviera unos minutos junto a una pequeña caída de agua que se hallaba junto a la carretera. Trini agradeció el gesto y calmó la tormenta de su
Trini se esforzaba por ser sociable, pero las ansiedades le impedían estarse quieta en aquella casa. Isabel y Rebeca se desvivían por Max, el niño era juguetón, quería tomar todo e ir a todos lados, y ellas lo seguían. Jesenia era de esas chicas que siempre tenían algo que hacer, cuando no hablaba por teléfono, hurgaba en el clóset de Isabel probándose las prendas que llamaban su atención, buscaba a William para preguntarle un millón de cosas, o iba a la cocina a preparar bebidas para todos.Las veía ir y venir mientras ella estaba sentada en el borde de la cama, hojeando un libro que Isabel tenía sobre una mesita de noche. Era una versión ilustrada de Mujercitas.Gregory se había marchado con sus hermanos a resolver un problema y, aunque hubiera preferido estar con él, debía dejarlo atender sus asuntos, a eso había ido el chico a La Costa. Pero ella no quería quedarse allí, deseaba salir, conocer esas tierras que tanta curiosidad le despertaba. Su ángel de la guarda solía mostrarle e
Habían recorrido casi toda la ruta trazada a través de la montaña sin haber visto, oído o sentido algo fuera de lo normal. Los guerreros llegaron a la cima pudiendo observar la magnificencia de un mar interminable por un lado y una cadena de montañas cubiertas de una selva indómita por el otro.—Y ahora, ¿qué hacemos? —quiso saber Javier, respirando con resuello.—¿Este es el final de la ruta? —preguntó Gabriel.—De la que yo tracé, sí —explicó Deibi—. Pablo me recomendó que no fuera tan larga ni complicada, para que pudiera ser utilizada por senderistas novatos y concediera hermosas vistas. Me pareció que hasta este punto se lograban los objetivos.—Pero no hay nada. La teoría de que el espectro los quería conducir a algún sitio estratégico donde hubiera un hecho sobrenatural muere aquí —reflexionó Javier.—No. Este es el final de la ruta trazada por Deibi, no de la ruta del espectro —agregó Jonathan y miró las lejanías. Al pasar las escarpadas montañas se llegaría al otro lado de La
Williams le había asignado una habitación para que Trini pudiera descansar. Aunque la chica se controlaba y aparentaba estar tranquila, en su mirada él pudo captar angustia y ansiedad. Además, así la tendría vigilada. Temía que escapara de casa para hacer alguna otra trastada.En su paseo por los alrededores descubrió los restos del altar incendiado y al ver el truco de magia que la joven había llevado a cabo para encontrar a Gregory, podía suponer que tenía experiencia en hechicería, una práctica que a la sociedad le había traído innumerables problemas en el pasado. Lo mejor era no perderla de vista.Cuando llegaron los guerreros, ella salió de la habitación y bajó las escaleras a las carreras, lanzándose a los brazos de Gregory. A simple vista, él se notaba perfecto, no tenía ni un rasguño, pero su semblante estaba abatido.Al percibir su decaimiento, Williams recomendó a la pareja de jóvenes que subieran a la habitación. El día había sido muy largo y ellos ni siquiera habían podido
A primera hora de la mañana, Trini se sentía adolorida, pero feliz. Lo que había experimentado la noche anterior había sido tan trascendental, que cambió su manera de ver la vida. Ya no se mostraba tímida o escurridiza con el resto de los miembros de la casa de los Aldama, sino que se animaba a sonreír y escuchar con atención las conversaciones de Isabel sobre la universidad y la buena noticia que había recibido al ser aceptado su tema para la tesis final que le permitiría alcanzar el grado de Licenciada en Informática.Ahora tendría que comenzar a trabajar en ello, al igual que Jesenia. Ambos proyectos estarían centrados en La Costa y en la posibilidad de hacer crecer la actividad tecnológica en aquella región golpeada por las circunstancias.A menos, la noticia sirvió para relajar los ánimos de todos durante el desayuno, por los hechos ocurridos el día anterior. Los guerreros acordaron reunirse en la cosecha luego de supervisar las actividades, para hablar sobre el espectro y la rec
Baudilio estuvo muy conversador por todo el camino, interrogando a la chica sobre su familia y su vida en Caracas. Ella le relataba medias verdades, manteniendo ocultas muchas cosas que no deseaba que se conocieran en La Costa. Como la afición de su madre por la hechicería, solo la describía como una bruja novata adicta a las cartas, y mentía sobre su padre asegurando que Rafael Parra, quien en realidad era el padre de su hermano Luis Alberto y no el de ella, era dueño de la flota de autobuses en la que trabajaba y se pasaba semanas haciendo viajes por toda Venezuela viéndolo poco.La chica nunca imaginó que aquel viejo descendiente de indígenas, cojo de una pierna y de aspecto desaliñado, tenía más contactos que el servicio de inteligencia nacional, más aún, en la capital. El hombre guardaba en su privilegiada memoria todos los datos que ella inocentemente le aportaba para luego hacer sus propias averiguaciones, pues se había obsesionado con la joven y deseaba saber su verdadero orig
Al quedar sola en la cocina, se dirigió a la sala para curiosear un poco y conocer a esa pareja de ancianos que tanta bondad le trasmitían. Miró con interés la cantidad de ornamentos que adornaban las paredes y las repisas, las hermosas flores naturales que desprendían olores relajantes y los cuadros con oleos de paisajes playeros.Le llamó la atención una placa redondeada de cobre del tamaño de un plato de postre ubicada en un estante, que poseía tallada la figura de un jaguar. Se sorprendió al reconocer que tenía la misma forma del que su madre le había regalado hacía tiempo y llevaba colgado del cuello: el talismán que protegía a su alma de espíritus malignos.Se aproximó a él y acarició con un dedo su perfil. No podía explicar la casualidad de haber hallado ese objeto en ese lugar. Siguió hurgando en el estante, pero su sangre se congeló al llegar a un grupo de fotografías enmarcadas.Un frío mortal le recorrió el cuerpo, perturbándola. Las dos imágenes que resaltaban en ese grupo