Baudilio estuvo muy conversador por todo el camino, interrogando a la chica sobre su familia y su vida en Caracas. Ella le relataba medias verdades, manteniendo ocultas muchas cosas que no deseaba que se conocieran en La Costa. Como la afición de su madre por la hechicería, solo la describía como una bruja novata adicta a las cartas, y mentía sobre su padre asegurando que Rafael Parra, quien en realidad era el padre de su hermano Luis Alberto y no el de ella, era dueño de la flota de autobuses en la que trabajaba y se pasaba semanas haciendo viajes por toda Venezuela viéndolo poco.La chica nunca imaginó que aquel viejo descendiente de indígenas, cojo de una pierna y de aspecto desaliñado, tenía más contactos que el servicio de inteligencia nacional, más aún, en la capital. El hombre guardaba en su privilegiada memoria todos los datos que ella inocentemente le aportaba para luego hacer sus propias averiguaciones, pues se había obsesionado con la joven y deseaba saber su verdadero orig
Al quedar sola en la cocina, se dirigió a la sala para curiosear un poco y conocer a esa pareja de ancianos que tanta bondad le trasmitían. Miró con interés la cantidad de ornamentos que adornaban las paredes y las repisas, las hermosas flores naturales que desprendían olores relajantes y los cuadros con oleos de paisajes playeros.Le llamó la atención una placa redondeada de cobre del tamaño de un plato de postre ubicada en un estante, que poseía tallada la figura de un jaguar. Se sorprendió al reconocer que tenía la misma forma del que su madre le había regalado hacía tiempo y llevaba colgado del cuello: el talismán que protegía a su alma de espíritus malignos.Se aproximó a él y acarició con un dedo su perfil. No podía explicar la casualidad de haber hallado ese objeto en ese lugar. Siguió hurgando en el estante, pero su sangre se congeló al llegar a un grupo de fotografías enmarcadas.Un frío mortal le recorrió el cuerpo, perturbándola. Las dos imágenes que resaltaban en ese grupo
Caminaron por la playa con los pies descalzos y los pantalones arremangados hasta la rodilla. Como nota mental, Trini estableció que para próximas visitas al mar iría vestida de otro color. La ropa negra resultaba incómoda con el ardiente sol.Sin embargo, pudo disfrutar de las hermosas vistas y de la brisa indomable. El suave romper de las olas en aquella arena color crema producía una espuma blanca que le hacía cosquillas en la planta de los pies. Una sensación que le fascinaba.Gregory la llevó hasta un restaurante ubicado junto al muelle, a pocos pasos del agua, sumido entre altas palmeras que los cubría con una reconfortante sombra. Sentados en una especie de picnic sobre la arena comieron el delicioso pescado frito que él le había prometido y degustaron una ensalada de mango, aguacate y rúcula. Como postre, la chica se devoró una exquisita conserva de coco servida en una hoja de naranja, que a su juicio, era más deliciosa y acaramelada que las que elaboraba su madre.Tanto el am
Gregory se aproximó y encerró las manos de la chica entre las suyas, para infundirle calor y calma. Deseaba aplacar sus nervios.—Déjame ayudarte a averiguar el motivo por el que estás relacionada con Miguel Robles. Quizás sea por eso que soñaste con Albert. Ellos eran hermanos.Trini negó con la cabeza.—Es un ángel, él tomaba mi cuerpo…—Los ángeles no participan en posesiones. —Gregory la silencio, enfadado por la terquedad de ella—. Tu madre es experta en estos temas, debió explicártelo.—¡Mi madre me aseguró que él era mi protector! —exclamó apartándose. Gregory apretó el ceño, confundido.—¿Tu madre sabe de esas apariciones?—Sí. Por eso ella me consagró a su cuidado, me entregó la imagen del arcángel para que le sirviera con oraciones y me dio una medalla como protección.Al decir eso último, Trini sacó los collares que tenía colgados del cuello y estaban escondidos bajo su blusa, para enseñarle a Gregory la medalla del arcángel Miguel. El medallón del jaguar también quedó a la
Los guerreros esperaban a Gregory en un claro en medio de la montaña. Se extrañaron al ver que su hermano no aparecía, pero sí el viejo Fiat de Baudilio.El líder llegó a ellos y bajó con una gran sonrisa dibujada en el rostro.—¿Tenemos fiesta?Todos resoplaron menos Deibi, que se carcajeó, divertido.—¿Trajiste ron?—Tengo un poco de aguardiente en el maletero. Si vas por unos cocos, te preparé un licor que te hará tocar las estrellas. Traje las especias indicadas para eso.Deibi aumentó las carcajadas, pero el resto apretó aún más el ceño.—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Gregory? —preguntó Jonathan.—Sé paciente, muchacho —dijo, sentándose con cansancio en una roca junto a Gabriel—. Pronto llegará, sin María Trinidad, pero con noticias.—¿Y eso lo sabes porque lo viste en tus caracoles? —inquirió Javier con ironía.—No. Él me llamó y me lo dijo. —Baudilio y Deibi rieron. El resto negó con la cabeza aunque no pudieron evitar sonreír—. ¿Están aquí para hacer alguna travesura?Los guerr
Ninguno de los presente podía salir de su asombro. Ni siquiera Baudilio, que pensaba que había visto todo lo sobrenatural que podía producirse en la tierra.—Llevé a María Trinidad a casa de Pablo porque los espíritus que me visitan día y noche me lo han aconsejado. —Ahora le tocó el turno al líder de explicar sus averiguaciones—. Cuando la chica llegó a la casa, hubo una conexión total entre ella y los viejos. Fue algo natural, se quisieron al instante y encajaron como parte de una misma pieza. Pablo se perturbó por la similitud que encontraba en ella con sus propios hijos, era como tenerlos a ellos en casa de nuevo.—Eso suena aterrador —dijo Deibi con el ceño fruncido. Javier lo reprendió para que cerrara la boca y dejara terminar el relato.—Mientras la llevaba a la casa de los Robles, la interrogué. Ella me habló algo de su madre y de su padre, es evidente que no tiene buena relación con ellos porque no solo rehúye el tema, sino que miente para aparentar que son una familia norma
Trini aprovechó un descuido de Isabel y de Jesenia para escapar a la selva. Tenía algo en mente y deseaba probar su efectividad. Se adentró entre la vegetación con su mochila al hombro, cargando la imagen del arcángel Miguel, así como velas y otros accesorios que tomó de la casa de Williams para atraer a espíritus.Buscó uno de los árboles más altos y de tronco envejecido. Esos contenían las energías que ella necesitaba para llevar a cabo su tarea. Con sal trazó un círculo con una estrella de David en medio, ubicó las velas en las puntas y al arcángel en el centro. Buscó flores, semillas y brotes mientras entonaba cantos que había aprendido de su ángel, que ella había canturreado cuando deseaba «relajarse con los espíritus», pero que en realidad, se trataba de canciones ancestrales de la sociedad que la chica desconocía.Se fue creando un ambiente de paz y sosiego mientras se arrodillaba frente a su altar improvisado y continuaba con oraciones. Cerró los ojos y respiró hondo para sose
Había pasado casi una hora y ella aún no tenía noticias de Gregory, o de alguno de sus hermanos. «Están bien», le aseguraba Isabel, contándole las veces en que ellas habían tenido que esperar luego de la aparición de las bestias.Cientos de ideas pasearon por su mente tratando de comprender lo ocurrido, pero cada cosa en la que pensaba le generaba más dudas. Comenzaba a sentirse copada, presa de la incertidumbre.Se levantó de la cama y fue a la planta baja donde estaban reunidos Baudilio y Williams, conversando por vía telefónica con el resto de los líderes que se hallaban en el pueblo y en la cosecha. Los habitantes estaban nerviosos por los rugidos y los temblores que azotaron a la región minutos antes. Había quienes presagiaban que el mal de nuevo había sido liberado en La Costa, asustando a los pocos turistas y los inversores que trabajaban en los proyectos de recuperación.Ellos debían detener cuanto antes esas habladurías o perderían todos los esfuerzos que habían hecho hasta l