Las piernas largas de Gregory lo ayudaban a ser más rápido cuando quería escapar. Trini tuvo que correr a través de una ancha avenida para alcanzarlo, pendiente de que ningún auto la atropellara.—¡Espera! ¡Espera, maldición! —exigía, respirando con resuello.Se apresuró por atravesarse en su camino para obligarlo a detenerse. Él la miró desde su altura, muy serio, con una mezcla de enfado y pena reflejada en el rostro.—Eres muy susceptible —se quejó ella, recibiendo un resoplido como respuesta—. No tenías que meterte en ese asunto.—¿Te gusta que te humillen? —quiso saber, molesto. Trini apretó la mandíbula.—Es mi trabajo. Sé manejarlo.—No tienes que hacer eso para ganarte la vida.La chica lo observó con los ojos muy abiertos.—¿Qué no tengo que hacerlo? No soy rica, no provengo de una familia millonaria como tú.—Yo no provengo de ninguna familia millonaria.—En La Costa tienes propiedades.Él sonrió con poca gracia y se cruzó de brazos observándola con agudeza.—¿Propiedades? ¿
Ante los gritos de Trini y los sonidos de la pelea, algunas personas se habían agrupado en el camino de tierra para observar de lejos el lío. Nadie se atrevía a acercarse, debido a la mala apariencia de los sujetos que se enfrentaban a Gregory. Algunos grababan el hecho con sus teléfonos móviles, otros corrieron para avisar a los guardias de seguridad del parque.Él recibió infinidad de golpes, pero también, dio muchos otros. A uno de sus atacantes lo lanzó por la colina y a otro le fracturó un hueso de la pierna con una patada. Su fuerza no era despreciable, pero nada en comparación a cuando tenía a la bestia. Por eso, entre los dos chicos que lo golpearon, lograron tumbarlo al suelo, donde aprovecharon para darle infinidad de patadas en el estómago y la espalda.Daniel luchó con Trini procurando evitar los golpes y mordiscos de ella, e incluso, sin atender a los supuestos hechizos que la chica vociferaba imponiéndole un mal de ojo. Pero cuando vio que se acercaban con rapidez unos v
Gregory intentó erguirse a pesar de las dolencias mientras ella se ubicaba frente a él. Trini le tomó las manos y colocó las palmas hacia arriba.Al tocarlo, no pudo evitar degustarse un instante con su tacto suave. Él tenía las manos callosas por el trabajo constante en la tierra y se notaban fuertes, pero a ella la piel le parecía tersa y muy cálida. Sintió deseos de posarlas en sus mejillas y restregarse en ellas como si fuera un gatito en busca cariños. Deseaba besarlas y pasárselas por el cuerpo para que tocaran cada curva y cada rincón oculto…Cuando se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo adorando aquellas manos masculinas, alzó el rostro hacia él. Se estremeció al recibir el fuego de su mirada anhelante, las emociones le estallaron en el vientre creándole un oleaje de sensaciones que la volvió susceptible. Pronto descubrió que él estaba casi encima de ella, a punto de besarla, bañándole el rostro con su aliento cálido, que le hacía temblar los labios.El loco latir de s
—Me diste un susto de muerte —le confesó Trini cuando ambos estaban sentados en el borde de la cama.—Tú también me asustaste. Te pusiste dura y estabas fría, hasta tuviste más fuerza que yo. No podía hacer que soltaras mi mano.Ella sonrió con algo de vergüenza.—Lo he visto en mi madre, creo que es una especie de posesión.—¿Demoníaca?—No, tonto —aclaró y lo golpeó suavemente con su hombro—. Mi ángel debió tomar mi cuerpo para ayudarte con la bestia.Gregory la observó confuso mientras hacía mover la mano que antes le había dolido. Ahora no sentía ninguna molestia, era evidente que con el regreso de la bestia sus capacidades curativas volvían a funcionarle.—No sabía que los ángeles de la guarda podían hacer eso —comentó—, pensé que solo los espíritus de difuntos o los demonios tenían ese poder.Ella apretó los labios demostrando también su desconcierto.—Eso creí. —Se miraron un instante, con suspicacia—. Es mucho lo que aún debo aprender.—Yo también.Trini notó que Gregory podía
En La Costa, los cuatro guerreros se habían reunido en uno de los patios donde se encontraban las bodegas en las que guardaban las semillas de cacao recolectadas, habían realizado inventario de equipos y se disponían a marcharse a sus casas.—Gregory está en camino, acaba de enviarme un mensaje de texto —comentó Jonathan aproximándose a sus hermanos mientras revisaba su móvil.—Esa es una buena noticia —dijo Javier—. Así cuatro de nosotros irán a la montaña mientras uno se queda vigilando el trabajo en la cosecha.—¿Lo echamos a suerte? —bromeó Deibi.—Cuándo Gregory llegue, lo acordamos —decidió Jonathan—. No viene solo.Todos lo observaron con recelo. El moreno alzó los hombros con indiferencia.—Gregory dice que es una amiga, pero enseguida Baudilio me envió un mensaje asegurándome que podría ser la solución a nuestros problemas.Los guerreros mascullaron maldiciones.—¿Cuándo se detendrá esta situación? —se quejó Deibi, dando una ojeada cansada a la selva que los rodeaba. Cada vez
El auto subía por la empinada carretera zigzagueando entre sus pronunciadas curvas. Trini había iniciado el viaje pegada a la ventanilla, admirando maravillada aquel paraje selvático tapiado por una vegetación muy verde y bañado por una suave niebla.En cada rincón podía observar la magnificencia de la naturaleza al ver los jardines de helechos mezclados con el colorido de las orquídeas, bromelias y heliconias. Las hojas de palmas se entrelazaban entre sí, dando paso en algunos lugares al crecimiento de enormes bambúes que bordeaban la vía.Todo era hermoso, un ambiente mágico que parecía transportarte a otro mundo, pero el constante serpenteo de su camino destrozó el estómago de la chica, impidiéndole disfrutar del viaje por culpa de las náuseas.Gregory tuvo que pedirle al chofer que había contratado para que los llevara a La Costa, que se detuviera unos minutos junto a una pequeña caída de agua que se hallaba junto a la carretera. Trini agradeció el gesto y calmó la tormenta de su
Trini se esforzaba por ser sociable, pero las ansiedades le impedían estarse quieta en aquella casa. Isabel y Rebeca se desvivían por Max, el niño era juguetón, quería tomar todo e ir a todos lados, y ellas lo seguían. Jesenia era de esas chicas que siempre tenían algo que hacer, cuando no hablaba por teléfono, hurgaba en el clóset de Isabel probándose las prendas que llamaban su atención, buscaba a William para preguntarle un millón de cosas, o iba a la cocina a preparar bebidas para todos.Las veía ir y venir mientras ella estaba sentada en el borde de la cama, hojeando un libro que Isabel tenía sobre una mesita de noche. Era una versión ilustrada de Mujercitas.Gregory se había marchado con sus hermanos a resolver un problema y, aunque hubiera preferido estar con él, debía dejarlo atender sus asuntos, a eso había ido el chico a La Costa. Pero ella no quería quedarse allí, deseaba salir, conocer esas tierras que tanta curiosidad le despertaba. Su ángel de la guarda solía mostrarle e
Habían recorrido casi toda la ruta trazada a través de la montaña sin haber visto, oído o sentido algo fuera de lo normal. Los guerreros llegaron a la cima pudiendo observar la magnificencia de un mar interminable por un lado y una cadena de montañas cubiertas de una selva indómita por el otro.—Y ahora, ¿qué hacemos? —quiso saber Javier, respirando con resuello.—¿Este es el final de la ruta? —preguntó Gabriel.—De la que yo tracé, sí —explicó Deibi—. Pablo me recomendó que no fuera tan larga ni complicada, para que pudiera ser utilizada por senderistas novatos y concediera hermosas vistas. Me pareció que hasta este punto se lograban los objetivos.—Pero no hay nada. La teoría de que el espectro los quería conducir a algún sitio estratégico donde hubiera un hecho sobrenatural muere aquí —reflexionó Javier.—No. Este es el final de la ruta trazada por Deibi, no de la ruta del espectro —agregó Jonathan y miró las lejanías. Al pasar las escarpadas montañas se llegaría al otro lado de La