Una vez que le dieron de alta, le expliqué lo sucedido y lo que le pasó a la esposa del doctor. vi a Austin tan avergonzado. ―¿No me lo pudiste advertir, Kari? ―Se llevó una mano al rostro. Nunca ―Te pisé ―Me defendí.―Eso no fue suficiente. ¿Por qué pensaste que un pisotón me haría darme cuenta? El auto se detuvo en el estacionamiento de la casa y bajamos. Maya nos seguía el rastro sin decir ni una palabra. ―En las películas siempre funciona. Cuando pisas a alguien significa que te calles porque soltaste un comentario que no debía. Deberías saberlo. Pasamos la puerta principal sin dejar de discutir. ―Pero es la vida real. Debiste hacer algo que en verdad me hiciera cambiar de tema. Ofendida, refunfuñe. Nos sentamos en el sofá, uno frente al otro, sin apartar la mirada. ―¡Ay, perdón! Debí meter mi dedo en tu herida de bala. ¿Eso querías? ¿Sería suficiente estímulo para hacerte olvidar el tema? ¿Qué te parece si lo hago ahora para dejar esta conversación atrás?―¡Ya b
La puerta se cerró detrás de nosotros. Austin me cedió el paso para que me sentara en uno de los sillones frente al escritorio de mi padre. Mi esposo se sentó a mi lado, ajustándose los gemelos como si no estuviera frente a su enemigo mortal. ―Cuánto tiempo sin verlo, Cornelio. ¿Cómo está todo? Lo extrañamos en nuestra boda ―Soltó mi esposo. Un comentario mordaz dicho con una sofisticación que dejaba en duda si estos hombre se llevaban mal. Se llevó mi mano a sus labios y la besó. Unió nuestras manos que llevaban los anillos de matrimonio y las dejó caer sobre su rodilla. Mi padre exhaló con fuerza. Cerró los ojos y no se permitió perder el control. Nos sonrió con mezquindad pero sus ojos no podían disimular la molestia. ―Acabo de recibir una llamada de la policía de otro país. Supongo que les debo agradecer a ustedes por eso ―habló con falso placer. Le seguimos el juego. ―Por favor, no te quites el mérito. No hubiéramos llegado a esta situación si no fuera por ti ―hablé
―El famoso empresario, Cornelio Call, fue arrestado en su oficina esta mañana. Se le acusa de los siguientes cargo: Contratación de sicarios, múltiples intentos de homicidio, homicidio en primer y tercer grado, daños a propiedad privada, secuestro, asalto a mano armada, admisión de posesión de drogas, distribución de drogas, manejo de medicamentos ilegales, manipulación de evidencias y extorsión ―La reportera realizó una breve pausa antes de continuar, añadiéndole suspenso―. El fiscal piensa agregar más cargos en lo que va del día. Estos descubrimientos fueron posibles gracias al testimonio de su hija, Karina Cooper y de su yerno, Austin Cooper. Que además, entregaron evidencia de los actos delictivos del señor Cornelio Call, que incluye una grabación donde admite muchos de los cargos imputados y ni siquiera muestra arrepentimiento. A continuación, escucharemos la grabación. El audio que grabamos ayer comenzó a reproducirse. Salimos de la estación de policía hace media hora luego d
••Austin•• ¡Austin, Austin! La voz no era más que un eco que iba abriéndose paso en mi mente hasta llegar a los más profundo de mi subconsciente. Abrí los ojos cuando por fin pude distinguir la voz. Kari. Me levanté como un relámpago. Pensé que tenía que correr a auxiliarla, pero ahí estaba, caminando de un lado a otro dentro de nuestra espaciosa habitación. Su mano cubría su nuca y sus ojos estaban centrados en el suelo. Las lágrimas bañaban sus mejillas y la preocupación estaba tallada en su bello rostro. ―Kari, ¿qué pasa? Recorrí su cuerpo cubierto nada más que con un fino camisón de seda. No había ninguna herida visible, ni sangre, ni cortaduras, moretones, nada. No me respondió, así que repetí la pregunta. No me miró, solo negó con la cabeza mientras seguía caminando sin descanso. ―¿Por qué no me lo dijiste? No comprendí. ―¿A qué te refieres? Se detuvo y fijó sus ojos en mí. Tragué saliva, su mirada era intensa. ―¿Por qué no me dijiste que estuviste conmigo en
Pude sentir el estado de ánimo de Kari decaer. Su gesto lastimero acompañó la palidez de su rostro. Pude notar como se encogía de hombros, como si un nuevo peso se alojará sobre ellos. Su pecho subía y bajaba cada vez más rápido, pensé que estallaría en rabia, mas me equivoqué. Lo único que reflejaba su bello rostro era decepción. Ya no le sorprendía lo bajo que podía caer su padre ni lo podrido que estaba su corazón. Solo le quedaba aceptar cualquier mala acción que realizó en el pasado y aliviarse porque en la cárcel no podrá lastimarnos más. ―Estuviste en coma ―Dijo para si misma. Algo parecido al arrepentimiento cruzó sus ojos. Pude distinguir su labio inferior temblando y supe que se intentaría disculpar por algo que no era su culpa. ―Quedarme en coma fue un consuelo, sabes ―Me rasqué la nuca mientras sonreía―. Cuando me desperté mis facturas estaban curadas y los puntos que me agarraron en la cabeza habían cicatrizado. Tuve a mis padres a mí lado, mi hermana asistiéndome y
―Un parajito me contó que amaneciste con reflujo estomacal ―dijo Maya a través del celular. Me levanté de la cama jugueteando con los cordones de mi vestido. ―Ah… sí. Fue una mentirita piadosa. No estaba de ánimos para visitar a mi progenitor. Por más fuerte que fingiera ser, la noticia que me dio ayer Austin me afectó. No era capaz de ver a ese hombre sin perder el control, confrontarlo por sus acciones, por arruinar cinco años de nuestras vidas. Pensé que solo se había aprovechado de las circunstancias, pero fue el causante de que eso pasara en primer lugar. ―Hay unas pastillas de colores muy bonitas en la cocina, son de frutas, para el reflujo. También pídele a la sirvienta que te haga un te de orégano orejón. Es excelente para el reflujo, los gases, dolores abdominales. Es la poción milagrosa. Caminé por los pasillos con lentitud mientras la escuchaba. ―No me gusta el orégano. ―Oh, vamos. No es tan malo. ―Discúlpame si no me fío de alguien que ama el te negro ―Me mof
Corrí entre los túneles. El sonido de mis pasos hacían eco en el lugar. Gracias a eso, podía escuchar las voces de aquellos hombres. Entre más fuerte era el eco, más rápido corría. Iba de un túnel derecho a uno izquierdo.―Sepárense ―El eco de la voz de Williams fue estridente y cargado de resentimiento. El frío era insoportable, pero la adrenalina me ayudaba a disminuirlo. Mi camisón de tela fina no cooperaba con las bajas temperaturas a las que se estaba exponiendo mi cuerpo. Me estaba mareando, los pulmones me ardían y mi garganta estaba seca. Muchos túneles, túneles por doquier. ¿Cómo saldría de aquí? Si lograra despistar a Williams y sus secuaces, ¿cómo conseguiría la salida? Entre más avanzaba las luces iban titilando, otras eran de baja intensidad y al
Me obligó a caminar frente a él, con el arma apuntando mi espalda y su mano disponible sobre mi hombro. Nos metimos túnel tras túnel. Empezaba a dudar que Williams recordara la salida. Afortunadamente, no nos encontrado con los demás matones. Aún tenía esperanza de escapar. Y para eso, necesitaba mantener lejos a la mayor cantidad de enemigos. Desafortunadamente, estos túneles carecían de armas improvisadas. El piso y las paredes eran lisas. No había antorchas, sillas, palos, tubos, nada con lo que le pudiera pegar. Los músculos me estaban pasando factura por el esfuerzo que hice en escapar. Sentía la garganta seca al igual que los labios. Me relamía constantemente en busca de consuelo. Mis pulmones me molestaban. Y ya casi no sentía mis extremidades por culpa de las bajas temperaturas. Hasta Williams estaba temblando, lo sé por la m