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Los planes de Iván

Ambos conversaban divinamente, y Betty comenzó a hablarle de su vida, haciendo que Iván se interesara aún más en conquistarla.

Iván solo estaba escuchando muy atento cada palabra que Betty le decía; definitivamente se estaba dando cuenta de que había encontrado en ella una posibilidad de liberarse de Rebeca y emprender un nuevo vuelo. Aunque un poco mojigata para su gusto, Betty le podía brindar la posibilidad de vivir como un rey. Solo bastaba conquistarla y convertirse en su obsesión. Tenía que hacer que ella se enamorara de él a como diera lugar y, después de tenerla bien segura, comenzaría a sacarle dinero. Entre Rebeca y Betty, prefería mil veces quedarse con la segunda: era una mujer hermosa, sus padres tenían una fortuna y ella era la única heredera. No podía pedirle nada más a la vida.

En lo único que pensaba era en poder sacar a Rebeca de su vida; ya no soportaba verla ni a un metro de distancia. Le causaba mucha repulsión ver lo gorda que estaba y lo descuidada que se había puesto en los últimos años. Se veía tan fea que ni ella misma tenía el incentivo de querer arreglarse para verse mejor.

A Iván solo le gustaba vivir de las mujeres, y eso era lo que había hecho durante muchos años al lado de Rebeca. Para él, era mucho más cómodo vivir de ella y soportar su obesidad, la cual le causaba mucha repulsión. Pero al menos tenía un techo seguro y sin tener que hacer mucho esfuerzo.

Gracias a los encantos que tenía Iván para tratar a las mujeres y envolverlas con su forma tan caballerosa de actuar, poco a poco fue envolviendo a Betty esa misma noche hasta lograr que ella terminara bebiendo no solo un cóctel, sino unos cuantos más que la entonaron en gran medida y comenzó a sentirse cada vez más alegre y relajada. Por su parte, Iván ya había agarrado mucha más confianza en su trato hacia ella y hasta habían comenzado a tutearse, cosa que tenía muy contenta a Betty porque sentía que se estaba acercando cada vez más a Iván. Realmente estaba muy atraída por él, y con esos traguitos de más que se había bebido, se sentía muy desinhibida.

Iván, al ver a Betty tan contenta y relajada, enseguida se acercó y le dijo:

— ¿Te gustaría bailar?

Ella se sonrió con picardía.

— ¿Bailar? Yo no soy muy buena bailando y con esos traguitos de más que me acabo de tomar no creo que pueda mantenerme de pie durante mucho tiempo; es más, no sé ni cómo voy a llegar a mi casa. Te lo dije, Iván, que no estoy acostumbrada a beber licor.

Iván, muy entusiasmado al ver lo alegre que se veía Betty y lo fácil que sería manipularla por lo ebria que se encontraba, enseguida la ayudó a levantarse de la silla mientras le decía:

— Pues no acepto un no por respuesta, así que vamos poco a poco; yo te voy a llevar hasta la pista de baile y allí te voy a abrazar fuerte para que no te caigas.

Betty estaba totalmente vulnerable, no solo por los cócteles que se había tomado, sino también por la atracción que sentía hacia Iván. Era tan fuerte que se dejaba llevar por lo que él le decía. Quería sentir el roce de su piel y tenerlo muy cerquita de ella. Estaba embelesada con su perfume y la forma en que la trataba, que la volvía loca: muchas veces con ternura y al mismo tiempo dominante. Esa combinación definitivamente lo hacía muy atractivo, y ella se sentía realmente fascinada por sus encantos.

Sin darse cuenta, de pronto se encontraba en la pista de baile abrazada a Iván. En el fondo, sonaba una melodía muy suave y romántica que inmediatamente hizo volar a Betty; ella estaba en las nubes. Además, el aroma del perfume de Iván la tenía completamente extasiada. Solo deseaba que la música nunca se terminara y que ese momento se hiciera perpetuo.

Estaban de lo más compenetrados, bailando suavemente al son de la música, cuando de pronto sonó el celular de Iván. En ese momento, Betty reaccionó y él enseguida sacó su teléfono. Cuando miró la pantalla, se dio cuenta de que se trataba de Rebeca; ella lo llamaba insistentemente, pero Betty lo miraba sintiendo que quería desaparecer de allí porque sospechó que la llamada provenía de su esposa.

— ¿Y por qué no contestas el teléfono? ¿Acaso es tu esposa?

Iván la miró y no pudo mentirle; no le respondió, pero su silencio fue más que suficiente para Betty. Así que, en medio de lo mareada que se sentía gracias a los cócteles, dejó a Iván parado en medio de la pista de baile y regresó a la mesa a buscar su bolso para largarse de ese lugar inmediatamente.

Por su parte, Iván no contestó la llamada de Rebeca, sino que se fue detrás de Betty mientras le decía ansioso tratando de detenerla:

— Por favor, Betty, ¿A dónde vas? Espera, no te pongas así, déjame explicarte.

Betty hizo caso omiso al llamado de Iván; ella solo quería salir de allí. En ese momento, se dio cuenta del papel que estaba haciendo y se sintió realmente incómoda y humillada. Se había dejado llevar por los encantos de aquel hombre que desafortunadamente para ella, estaba casado con otra, que encima era la madre de su alumna.

Mientras tanto, Rebeca se encontraba molesta. Ya era tarde y no había llegado Iván; estaba desesperada porque Ivanita había presentado fiebre. Estaba muy angustiada, se sentía sola, sin saber qué hacer, y encima Iván no le respondía ninguna de las llamadas.

“Dios mío, ¿pero dónde estará metido Iván? Ya es tarde y ni siquiera me responde las llamadas. Qué tortura es todo esto para mí, de seguro está con una mujer y yo como una estúpida afrontando todo…”

(…)

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