Las rehenes

Diego era un hombre muy astuto y no en vano conocía a Iván muy bien. Sabía de lo que era capaz y por esa razón, no pensaba quedarse de brazos cruzados sin que Rebeca, al menos le diera una pista de lo que estaba pasando:

— Rebeca, por favor, escúchame y préstame mucha atención. No necesito que me digas lo que está pasando si no puedes hablar; solo quiero que respondas con un sí o un no a lo que te voy a preguntar: ¿Acaso Iván está allí con ustedes?

Rebeca, sintiendo que su corazón latía con fuerza, no dudó ni un segundo y le respondió, con su voz temblando ligeramente:

— Sí, claro que sí, mi amor. Te agradezco que consigas el dinero.

Diego Armando, al escuchar la confirmación, sintió una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo. La mención de Iván lo puso en alerta, y su mente comenzó a trabajar a mil por hora. Inmediatamente le dijo a Rebeca, con un tono firme:

— Muy bien, tranquila, amor. No te preocupes, síguele la corriente en todo lo que te diga. Yo me voy a encargar d
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