En cuestión de minutos aquella castaña ojos saltones llamada Jul nos aborda, plancha su inmaculado vestido en lino blanco y, metro y medio antes de acercarse deja ver su espléndida dentadura. Por supuesto, la ortodoncia debió ser su truco.─Sin duda eres Verónica ─comenta sin reparo de mi disgusto ─, mujer joven, alta, hermosa y muy segura. Tengo el don de percibir grandes potenciales en las personas, y tú eres... brillante.─ ¿En serio? ─sonrío y miro a Ricardo, luego a Jul y por último sus zapatos. Mi abuela decía que una mujer segura se media con miradas y buenas preguntas, entre esas estaba mirar su calzado. ¿cuántas han sentido incomodidad cuando les miran sus zapatos? Bueno, era exactamente lo que decía mi abue, que si quería ver el nivel de seguridad que poseía una mujer tenía que mirar abajo y luego arriba para detallar la forma en que sus gestos se marchitaban y perdían confort.─Te puedo llevar a la tienda donde los compré ─comenta. De inmediato la miro y sonrío. 100% segura
Chris me trae de regreso a casa, mi madre se opone, quiere cuidarme, Sam me sugiere que vaya con ella pero no, ahora quiero descansar y en lo posible hablar con Ricardo de lo sucedido.Finalmente, después de una ardua lucha por sacarlos de mi camino, voy sola al apartamento, sé que creen que no estoy en condición de hacerme la fuerte, pero la verdad es que sí estoy.Me pego a la pared del ascensor, cierro los ojos e inspiro hondo. Espero encontrarlo en casa, necesito verlo.El aparato se abre y un horrible presentimiento me aborda al ver la puerta de par en par, mis pasos son ligeros e inseguros. Entro a la casa y encuentro vidrios por todos lados, la mesita que decora los sofás ya no existe, como varios jarrones carísimos del diván, algunos cuadros, las macetas que decoraban el balcón. ¡Por dios, qué hizo!Camino en medio del caos hasta que escucho su voz en la cocina, de inmediato hago presencia y lo encuentro sentado en la isla, con los puños llenos de sangre, su camisa blanca manc
Ricardo.─Aqui le dejo su late, señor ─escucho a mi secretaria. Cuando me permito levantar el mentón recurro a la taza de café y le doy un sorbo.Advierto que mi secretaria sigue de pié esperando que le dé una última orden después de su agitado día, son las cinco y debe irse.─Si terminaste el papeleo que te encargué, vete ─reacomodo mi metro noventa en el infame sillón.─No es eso señor, afuera hay una chica preguntando por usted pero me he negado...─Déjala pasar ─sé quién puede ser.─Como diga.Minutos después tengo delante de mí a Walker, después de los rollos que se ha inventado para sabotear mi relación con Verónica empieza a fatigarme. ─Bárbara, que haya aceptado el sobre con las fotos no implica que tengas algún tipo de relación, amistad, vínculo o contrato conmigo ─puntualizo.─Solo quiero que abras los ojos de una buena vez. Verónica no es...─Verónica es y seguirá siendo mi pareja, que ahora no estemos juntos no determina nada.─ ¿Lo que viste en las fotos no te dolió un p
Estando más calmada se separa de mí dejando un vacío profundo entre mis brazos, necesitaba adorarla otro rato más, mi sed de su cuerpo y su cercanía no llegaba al punto límite.El sutil silencio entre nosotros se extendió durante un largo tiempo, no quise reprocharle su irresponsable salida a aquel bar, ni la confianza que le brindó a su ex para aceptarle los shots cargados de heroína, y mucho menos el hecho de haberse ido sin explicarme el infame revolcón con Evan.Desayunó sin objetar, de vez en cuando me miraba de soslayo palideciendo instantáneamente, y lo todavía preocupante era que su cuerpo seguía experimentando las réplicas nerviosas de la pesadilla, estaba fundida en una inseguridad de la que no me quería hacer parte, quizá por orgullo o vergüenza.─Gracias ─dice con voz inestable.─ ¿Te sientes mejor?─Sí ─suspira tragando en seco el último bocado del beicon.─Te preparé la tina, puedes usarla ya mismo si gustas. Sobre mi cama hay un conjunto de interiores que te mandé a comp
Las persianas se agitan con fuerza mientras Ricardo y yo intentamos cerrar las puertas corregidas de vidrio. El albornoz que sujeta mi melena sale volando por el balcón y se pierde entre los árboles de la calle.─Vamos, cariño, insisto en que entres puedes agarrar una pulmonía ─me pide Ricardo.Echo otro vistazo más a la calle, silenciosa y vacía. Pocos autos ocupan los andenes, hasta entonces la calma prevalece y me gusta.─ ¿Qué esperas ver? ─siento sus manos deslizarse suavemente por la piel de mi abdomen, su aliento aterriza en mi cuello cuando su barbilla también lo hace.Quedo en silencio varios minutos hasta inspirar hondo.─ ¿Estas agotada? ─niego, me remuevo entre sus brazos hasta volverme a él ─, ¿qué sucede? Te conozco, sé que algo te preocupa.─ ¿Qué piensas de mi perdida?─Nuestra ─corrige con despotismo ─, cariño ─añade para suavizar ─. No quiero hablar del tema.─Esta bien. Perdón.Frustrada, porque así es como me hace sentir con sus evasivas, vuelvo a la cama para rein
VerónicaMuy dentro de mí no existía rastro de tranquilidad, estaba herida, muerta si se podía decir. Incluso ir agarrada de la mano del hombre que amo había pasado a un segundo plano, ni siquiera tenía razón de ser.─ ¿Sigues conmigo? ─después de varios minutos lo miro perdida. Seguimos en el hospital dando vuelta por los pasillo para dar con la salida ─, no te me vayas, ¿Okey?─ ¿Podemos detenernos? ─me siento tan mal que no consigo mantenerme en pie.─Cariño, vayamos al auto, ahí será más cómodo.─Quiero hacerlo ─suelto sin entender la magnitud de mis palabras.Ricardo por supuesto sonríe, sabe que le he pedido algo no propio de mí en momentos así.─Verónica, amor, no estás bien ─sus suaves y húmedos labios rozan mi frente.─Ahora ─hinco mis largas uñas en barniz rojo en su mandíbula, me mira fijamente con fascinación, sonríe y niega.─Dijimos que nada de hacer el amor hasta...─Ya sé ─planto ─, pero no quiero hacer el amor, quiero sexo.Veo cómo su expresión tranquila y juguetona
─Ya te dije que sí. Prepárate para un triple orgasmo ─le digo al oído y finalmente le doy un beso en el cuello ─, vayamos a casa, necesitamos descansar.─ ¿No dejas nada a la mitad aquí en la oficina? ─recoge las bolsas con comida y me alcanza en la puerta.─No, ya terminó mi día ─entrelazamos las manos y salimos hacia la recepción, me despido de mi secretaria y de varios colegas.─Ric, ¿Irémos al viaje? ─menciona otra vez, miro a mi alrededor para cerciorarme de que nadie note que estoy a punto de apretar el culo de mi mujer ─, Auch.─Ese tema lo hablaremos en la cama cuando lleguemos, ¿entendido? ─se muerde el labio y asiente.El ascensor se abre y para mi sorpresa aparece mi jefe, al ver a Verónica se petrifica y duda en saludarme.─Gregory, ¿cómo te va? ─tomo la iniciativa.─Ehm... digamos que bien ─muestra sus alineados dientes en una sonrisa genuina ─, muy bien después de conocer a la famosa Verónica. Vaya que es hermosa y joven.─Cariño, él es mi jefe ─los presento.─Un placer
Ricardo─ ¿Verónica? ─la busco por toda la planta baja ─, Cariño, ¿dónde estás?Subo los escalones apresurado, sé que algo no anda bien, tanto silencio no es normal cuando se produce por la ausencia de una persona naturalmente escandalosa.─ ¿Estás aquí? ─la puerta de la habitación rechina, las luces siguen apagadas. Doy tres pasos al interior y me esfuerzo por divisar su silueta ─, amor, ¿intentas jugar a las escondidas? Verónica sabes que no es momento para bromas.«Definitivamente no está aquí»─ ¿Ibas a tener los ojos azules como tu padre? ─la escucho ─, quizá ibas a ser rojiza como yo.La charla proviene del cuarto de baño, doy cautelosos pasos hasta quedar cerca de la ranura para poder observar lo que sucede dentro.─Tal vez no iba a ser la mejor mamá del mundo, pero hubiese dado todo por serlo, ¿sabes?─se mira en el espejo mientras toca su abdomen plano. Suspira y añade con melancolía ─, aunque creo que no te merecía, pero él sí, estoy completamente segura de lo que Ricardo hab