Sofía. Bruno me envía su ubicación, es una forma de decir que está bien. Prepara mi viaje a Manhattan y eso aún lo debo resolver, ya que tener que escapar de la mira de Ronald no será fácil, como tampoco factible a estas alturas. Es una ciudad con antecedentes que nadie querría vivir personalmente. Me quito los zapatos y vuelvo a mi dormitorio. Con el poco tiempo que he convivido con Kilian sé que no va a despertar y más ahora que según el médico lo tendrá somnoliento unas cuantas horas más, así que le encargo a Lori que no le quite los ojos de encima en mi ausencia. Verifico que no haya tanto movimiento de los vigilantes al frente, sus rondas me las sé de memoria, conociendo a cada uno de ellos a la perfección ya que, Dylan es tan paranoico que no confía en nadie que no conozca y por ello se ha rehusado a cambiar a uno solo. La casa, más parecida a un palacete es de dimensiones adecuadas para tener lo que creo que están fabricando, y que nadie más que quienes trabajan en ello lo
Donovan. Escucho gritos y gritos de alguien que sacude los brazos frente a mí, diciendo algo que mis oídos no captan. Las palabras de Sofía son las que me joden, me tienen con la mente cerrada para el resto, dejándome con su demanda arruinando mi humor. No sé ni para qué me complico si es lo que dije que haría. No vine por ella al inicio. Ella tampoco me quiere en su vida y es mejor así. Por mi culpa la volvieron mierd@. Estar conmigo es una condena que ya no desea y debí suponer eso desde el principio; no lo hice, pero dejó claro que no será de esa forma. Ella quiere una vida lejos y yo debo volver a lo que era antes de conocerla. —Apenas escapé de ellos con ayuda de mi cuñado que habló con ellos. Todos creen que los asesiné yo ¡Y no lo hice!— se altera la hija de Raúl frente a mí, con desespero limpiando su rostro. —Me dejó ahí con una copa bañada de sangre y un muerto encima. Bebo tranquilamente el contenido del vaso, dejando solo el hielo, en lo que me repito que debo continu
Donovan. Voy hacia el holograma de los planos en la sala, sintiendo a Lukyan seguirme y por lo que encuentro en la sala de sistemas, me doy cuenta de que es donde ha pasado cuándo desaparece. —¿Ahora qué te pasó? Y no me vengas con que nada. —lanzo toda su basura al bote de la esquina. —Tienes cara de haber obtenido una condena. Volteo los ojos yendo a mi computador, en donde reviso los planos. Se me había olvidado trabajar más en ellos, lo cual era mi ocupación antes de cobrar algunas deudas que no me satisfacieron tanto cómo quería. No fue suficiente. —De seguro tiene que ver con la perra que te puso en esa prisión— farfulla Lukyan con un cinturón de explosivos que prepara. Que me recuerde a Sabine sólo empeora mi humor, enfocándose en eso, en lugar de lo que está haciendo. Es experto en ese tipo de artefactos y sé, por experiencia que serán de gran utilidad cuando entre a donde quiero. Pero es una maldición que sepa todo, porque jamás se guarda sus comentarios. —¿No tienes un
Sofía.Verme al espejo nunca ha sido posible sin fijarme, al menos en una de las cicatrices que llevo conmigo. Todas las recuerdo, cuando se hicieron, como y quién. Lo tengo grabada todo en mi cabeza, sus rostros, sus voces, le objeto usaron jamás podré olvidarlos. Me quisieron matar y no lograron. Eso les pesó más, porque no pudieron ni siquiera sobre alguien que no tenía nada por qué pelear. Aun cuando todo se volvió una pesadilla. Un sueño recurrente que me ponía a sudar en medio de la noche, impidiendo que dormir fuera un descanso, para convertirse en una pesadilla. Pero esta noche planeo hacerlo. Esta noche quiero ignorar el hecho de que le di poder sobre mí a alguien que nunca se ha dignado ver por alguien más allá que él mismo. No quiero pensar en nada. Solo quiero respirar y vivir. Con la bata de baño me acuesto en la cama que había arreglado previamente. Cierro los ojos, pero antes de poder dormir, el pequeño en el lado izquierdo de la cama se remueve para acomodarse en
Sofía. Subo al dormitorio, pero bajo cuando Lori me avisa que ya no hay nadie molesto en la casa.Me traen la pelota para el niño, a quien le explico de qué va el juego que formamos en unos minutos. Le gusta verme corriendo, pero ninguno de los dos da una para esto. Creí que él sí sería bueno, dándome cuenta de que me equivoqué, siendo la diversión de verlo corriendo y riendo de mis fallos y los suyos, lo que no permite que el momento sea dañado.Su risa, por alguna razón me completa. Escucharlo reír es un tanto relajante y hasta diría que compensa mi mal humor de los últimos años. Le digo que juegue solo cuándo entiende la base del juego, ya que tengo trabajo, pero se niega, por lo que me acompaña, volviendo a esa actitud de siempre. Rehusandose a que alguien ajeno a Lori o yo estemos cerca.Ella es a quien elijo que se encargue de cuidarlo el tiempo que esté fuera para ir por la dichosa muestra de los ingleses.El movimiento en la bodega es extraño. No sabía que se enviaba cargame
Sofía —¿Estuviste en mi salón privado? —la voz de mi suegro me hace respingar. Lo veo de soslayo, sintiendo que su cercanía es mayor a la de antes. —¿Lo estás afirmando o preguntando? —logro controlar mi pulso para no delatarme. —Porque no sé si preguntar quién te dijo esa mentira o por qué crees que lo estuve. Sus labios se ensanchan. Me recorre sin pudor, viéndose como el morboso hombre que no teme verse expuesto ante tantos. —Hay rastros de que alguien metió sus narices en donde no debe— dictamina. Solo son suposiciones las que tiene. —Nadie más que tú se atrevería a entrar a mi lugar más privado aún cuándo lo tengas prohibido. Tienes la habilidad de buscar motivos para ser castigada, Sofía.Su aliento alcoholizado me golpea la nariz provocándome más repudio. Está demasiado cerca.—¿Por qué no solo aceptas que buscas una excusa para ponerme en aprietos? —acorto aún más el espacio jugando mis cartas. Siento los ojos de alguien más sobre mí. Fríos y rabiosos. —Que tú plan de hace
Sofía.Retrocedo. Escalón tras escalón siendo acompañada de sus pasos al mismo tiempo. Me quieren acorralar. —Es mejor que lo entregues por las buenas— no emito un solo ruido llegando al final de las escaleras. Mis manos hurgan en la tela gruesa del vestido. —Lo mío se queda conmigo. Y sabes que el niño me pertenece. —No hagas que tu castigo anterior sea nada comparado a este —amenaza Sabine sonriéndome. Sigo mostrando mi miedo —Sabes que no miento cuando digo que el siguiente nivel eres tú volviendo a donde te dejé. —¿Donde está? —vuelve a preguntar y borro mi cara de terror. —Lejos de tu alcance —me río al ver que ya estamos en donde nos quería. Las cuchillas las ubico entre mis dedos en lo que seguramente intuye, porque Sabine manda la mano al cinturón de Ronald para tomar el arma.Una ráfaga de balas se cierne sobre todos. Alcanzo a lanzar las cuchillas a los interruptores que nos dejan en la oscuridad, mientras los destellos siguen por todos lados. Corro lejos, pero soy inte
DonovanLe ira me tiene ensordecido. Los pulmones reciben mucho oxígeno por segundo. Mi mente trabaja a una velocidad que me deja sin respiración.—¡¿Donde está?! —me lanzo del auto, avanzando a grandes zancadas con arma en mano y la furia controlando mi cabeza. —Señor, está herido. Debemos curar— me dice Gull junto a Lori, la mujer que me informaba los movimientos de los Myers desde que regresé. —¡¿Donde carajos está?! —grito hastiado. Enfadado por haber tenido a Ronald al alcance y no pude más que abrirle la espalda con dos balas. El infeliz tenía un arsenal como respaldo que se fueron contra mí en cuánto la orden de los Myers fue dicha. Sabía que regresaría, siempre vi a los Myers como ratas que solo buscan como sobrevivir y eso los lleva a buscar a quién quiera unirse a ellos. Nunca les creí la lealtad que prometían. Tenía razón y sé que podrían estar abriendo aún más la boca, posiblemente dando mi ubicación, por lo que debo enfocarme en la prioridad. —¡Donovan, estás sangrand