Wari

Después de la noticia, ambos se sentían muy emocionados. Sisa, corrió por toda la aldea gritando y anunciando a todos la novedad. En la tribu, aquella noche se celebró la noticia de que vendría un nuevo integrante a la tribu. Durante la fiesta todos en la comunidad bailaban, comían y bebían un líquido al que llamaban chicha, compuesto de yuca fermentada.  Debido a la fermentación de la bebida, cuando la consumían tenían una sensación de tranquilidad y relajación, muy similar al estado etílico. Además, consumían cierto tipo de hierbas como tabaco y chamico. Era un momento muy importante para la tribu ya que dentro de su comunidad cado año nacían aproximadamente tres niños. Los nacimientos eran escasos debido que los miembros dedicaban largas horas a sus labores diarias. Al finalizar el ritual, el kuraka le otorgaba la bendición de los dioses a los futuros padres.  

El embarazo de Sayani fue bastante tranquilo, para evitar el esfuerzo físico de Sayani, Sisa decidió hacer también las labores ella. Debido a la gran cantidad de esfuerzo físico que realizaban en su trabajo, muchas mujeres anteriormente habían perdido sus embarazos y muchas también había muerte. Sayani sentía mucha molestia hacia Sisa porque él no la dejaba ni siquiera caminar sola por la aldea. Él después de sus largas jordanas, iba recolectando frutas y flores que llevaba para Sayani.  

Sayani, debido a que no podía realizar ninguna actividad fuera de su morada, se dedicaba únicamente a fabricar canastos para el cultivo. Cierto día Sayani decidió ir a darse un baño en el río más cercano, sin avisarle a Sisa. Mientras se aseaba en el río, comenzó a caer una llovizna tenue. El pie de Sayani se atoro en una grieta formada por dos rocas, ella cayo y tuvo un golpe fuerte en la cabeza y espalda baja. Del golpe en la cabeza se quedó inconsciente, al despertar, se encontraba en su vivienda, aún aturdida, pudo ver a el rostro de Sisa y del Kuraka frente a ella.  

— ¡Gracias a los dioses has despertado! ¿Me escuchas? — Dijo Sisa mientras se arrodillaba y sostenía su cabeza.  

— ¿Qué paso? No puedo recordar, me duele la cabeza fuertemente — Respondió Sayani tomando la mano de Sisa.  

— Te encontramos tirada en el río, junto a las rocas. Te trajimos a tu morada cargada.  

— Acabo de recordar algo, me resbalé en las rocas y caí.  

— ¿Por qué saliste sola? Me tenías muy preocupado.  

— No pensé que pasaría nada, solo quería entrar al río un momento.   

Debido a la caída, Sayani tenía una herida en su espalda, el kuraka la atendió con una pasta hecha a base de sábila y matico. Debido a esto Sayani no podía moverse, sentía mucho dolor. Con preocupación y enojo, el kuraka reviso el vientre de Sayani con sus manos para asegurarse que el bebé estaba bien. Recorrió el vientre con de un lado al otro con sus palmas, al sentir que el bebé se movía se tranquilizó, supo que estaba bien. Desde ese día Sayani decidió seguir los consejos del kuraka, quien le había dicho que no saliera sin compañía y que no hiciera ningún esfuerzo.  

Unos días más tarde, Sayani y Sisa se encontraban dando un paseo por la aldea. Iban a paso lento debido a que el vientre de Sayani había crecido tanto que ella no podía moverse con mayor velocidad. De repente Sayani sintió algo raro en su vientre y vio como la sangre comenzaba a correr entre sus piernas. En ese instante comenzó a sentir un dolor intenso entrando así, en labor de parto. Sisa hizo un gran esfuerzo para cargarla y llevarla con las mujeres de la aldea, quienes se encargaban de recibir a los niños que nacían.  

Las mujeres de la tribu al ver llevar a Sisa con Sayani en sus brazos, entendieron lo que pasaba. Todas se movilizaron con rapidez para preparar el lugar donde nacería el bebé. Recibieron a Sayani recostándola en un montículo de hojas. Eran cuatro mujeres quienes estaban a cargo del parto. Llenaron un cuenco de madera con agua caliente, trajeron un atado de hojas de banano y un retazo de piel de animal. Entre las cuatro mujeres levantaron a Sayani llevándola hacia el lugar asignado para los partos.  Al llegar ahí, posicionaron a Sayani, de pie, apoyando su espalda sobre un árbol. Sayani con un dolor desgarrador debido a las contracciones gritaba mientras trataba de mantenerse en pie.  Dos de las mujeres que la acompañaban estaban encargadas de realizar un agujero en la tierra de aproximadamente cincuenta centímetros de profundidad, mientras que las otras dos estaban encendiendo dos antorchas a los lados de Sayani, una para encomendarse al padre sol y otro para la madre luna.   

Al terminar el agujero empieza el parto, entregando las hojas de banano, que representa a la pacha mama. Sayani poniéndose en cuclillas deposita las hojas en el agujero. Sayani apegó su espalda al tronco del árbol y se fue deslizando hacia abajo hasta quedar en cuclillas sobre el agujero. La mujer más anciana de las cuatro, tomo un poco de ceniza en su dedo y dibujo una luna en la frente de la joven como símbolo de protección. En ese momento las cuatro mujeres se alejaron de Sayani, observándola a unos metros de distancia, ella debía dar a luz sola.  

Mientras tanto el joven Sisa con un miedo abrumador esperaba las noticias de Sayani a la distancia. Él no sabía que no debía acercarse y comenzó a correr hacia donde estaba ella. Unos metros antes de llegar, fue detenido por una de las mujeres.  

— Tú no puedes observar el nacimiento. Ya que este es un acto de conexión del bebé con la madre — Dijo la mujer con un tono firme.  

— Pero necesita mi ayuda, está gritando — Dijo Sisa con angustia.  

— No te preocupes, no está sola. Tiene la protección de la madre luna y a su alrededor hay tres mujeres que la ayudaran si es necesario, pero no pueden interferir durante el parto.  

— Pero quiero acompañarla. 

— Si tú vas, lo dioses enviaran un castigo para el niño. 

Sisa se queda en silencio, mira al cielo y pide por la vida de su hijo y de Sayani. Decide retirarse Sisa, pero se queda cerca por si necesitaran algo. Por otro lado, Sayani con gritos desgarradores, hace un enorme esfuerzo por parir a su hijo. El dolor es intenso, no sabe cómo es que se mantiene de pie, por momentos piensa que se va a desmayar porque su vista se torna oscura, sin embargo, intenta concentrarse y terminar lo antes posible. Al cabo de una hora, Sayani está demasiado cansada, toma un último respiro y con todas las fuerzas que le quedan, acompañado de un fuerte grito desgarrador, comienza a pujar y comienza a sentir como los huesos de su cadera se abren violentamente y observa como lentamente aparece la cabeza del bebé emergiendo de ella.  

Tomando un respiro y haciendo un esfuerzo sobrehumano, logra sacar al bebé totalmente de ella. El bebé cae suavemente resbalando por las hojas de banano. Sayani se deja caer sobre la tierra, con mucho cansancio. Observa a lo lejos a las mujeres celebrando el nacimiento. Una de ellas le recuerda, con un gesto, que debe cortar el cordón umbilical. Ella vuelve a levantarse con dificultad toma el cordón umbilical y lo desgarra con sus dientes hasta romperlo. Es entonces cuando se da cuenta que el bebé no ha llorado, como suele pasar cuando otras mujeres han dado a luz. El niño se veía como si estuviera dormido, aunque Sayani no sabía mucho sobre partos, estaba segura de que lo que estaba pasando no era normal.  

Tomo al bebé apresuradamente en sus brazos y lo acerco a su rostro y notó que no respiraba. Dio un grito desesperado y las mujeres a su alrededor se acercaron rápidamente. Sayani cayó al piso arrodillada mientras una de las mujeres tomaba al bebé en sus brazos tratando de reanimarlo. Al ver que el bebé no reaccionaba, dejaron a Sayani a solas con la criatura para que se despida. Ella lloraba con desesperación, levantó al niño hacia el cielo, pidiendo a los dioses que le devuelvan la vida. Sayani pidió a la madre tierra que la ayudara, entonces comenzó a formarse una nube negra sobre la aldea, Sayani destrozada por la pérdida de su hijo, lo dejó junto al árbol donde había nacido, se despidió de él con mucho dolor, se recostó a unos centímetros de él. Es entonces cuando un fuerte viendo azotó la selva, los animales gritaban y se podía escuchar como corrían con rapidez. Sayani, se incorpora e intenta ponerse de pie con dificultad, en ese momento, ve que Sisa se acercaba a ella apresuradamente. La ayuda a levantarse, él ya sabe lo que ha ocurrido porque las mujeres de la aldea se lo dijeron.  

Cuando Sayani ya se encontraba de pie, tambaleando, Sisa la abraza fuertemente, ambos con el dolor en su corazón se miran directamente con los ojos llenos de lágrimas, Sisa con un tono de voz fuerte exclama “ ¡ Pacha mama ayúdanos!”, en ese momento se ven destellos de electricidad en el cielo, ambos abrazados con fuerza lloran la pérdida de su hijo, en medio de la tormenta que se avecina, entonces ambos levantaron la mirada al cielo y vieron como un destello de luz cayo directamente sobre el árbol donde se encontraba su hijo. Al instante escucharon el llanto del bebé, ambos se acercaron hacia el bebé emocionados y agradecidos con la Pacha mama.  

Al acercarse observaron que el bebé tenía una quemadura que recorría desde su corazón hasta los dedos de su mano izquierda, esto producto del trueno que había caído. La quemadura parecía imitar las rices de un árbol, que brotaban desde su corazón. Ambos cayeron arrodillados frente al niño, con llantos de felicidad. Sayani lo tomo en sus manos y lo envolvió en las hojas de banano y luego con la piel que las mujeres habían dejado allí.  Sisa tomo la placenta y la introdujo en el agujero donde había nacido la criatura y lo cubrió de tierra, así estarían devolviendo una parte de ese milagro a la Pacha mama.

Comenzaron a caminar hacia el interior de la aldea y notaron como los animales a la distancia los observaban con intensidad. 

— Mira el regalo que no han brindado los dioses — Dijo Sayani con una sonrisa cansada.  

— Siempre estamos en la mira de los dioses y responden a nuestras peticiones — Dijo Sisa devolviéndole la sonrisa.  

 Al ingresar a la aldea todos los miembros de la tribu los esperaban con tristeza, ya que se había anunciado que el niño había nacido muerto. Todos los vieron con sorpresa llegar, porque venían con una sonrisa y con el bebé en brazos. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, la tribu logró escuchar el llanto.  

Entonces el ambiente cambió repentinamente de tristeza a alegría. Sayani y Sisa se acercaron al Kuraka para presentarle al bebé.  

— Este niño es un regalo de los dioses para nuestra tribu — Dijo el jefe — La marca que tiene en su cuerpo lo confirma.  

— Los dioses nos han dado una razón para vivir y serles leales de por vida — Dijo Sayani. 

— jefe, he pensado en el nombre perfecto para este niño. Se llamará Wari (salvaje, indomable, el protegido de los dioses) — Dijo Sisa. 

El anciano tomo al niño en sus manos y lo levanto sobre su cabeza, dando cese a la tormenta, todos en la tribu pusieron sus miradas sobre el niño mientras un destello de luz de sol lo alumbraba. “Este niño es Wari, el protegido de los dioses” grito el kuraka para que todos lo escucharan. Los miembros de la tribu levantaron sus manos como símbolo de agradecimiento hacia el cielo. Dándole así, la bienvenida a un nuevo Rumi. El kuraka les dio un ungüento de sábila y miel de abeja para tratar la marca que había sido dejada por los dioses en el cuerpo de Wari. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo