NATHANIELQue Faith me llamara para hablar era un avance. La consideré muy madura y sincera, confesándome sus miedos para que los afrontáramos juntos. Había algo detrás de todo eso, algo que ella misma aún no comprendía del todo: que no había aprendido a vivir sin mi.Aquella noche, mientras dormíamos juntos, sentí cómo su cuerpo se relajaba junto al mío porque por mucha m****a entre los dos, yo siempre sería su — seguro como ella era el mío.Por la mañana todavía la notaba algo pensativa mientras desayunábamos los tres. Ella, de pie y apoyada en la encimera con la vista algo perdida. Estiré la mano y enredándola en su pijama la hice sentarse en mi regazo.—¿Sigues pensando demasiado?Me miró entre sus pestañas largas y negó suavemente.—No —dijo y sé que me mentía—. ¿No trabajas hoy?—Sí —mentí también.Aquel era mi fin de semana con Alan, pero esperaba que Faith se quedara en mi casa todo el fin de semana. Eso si no se enfadaba conmigo por el tema de su hermana.Se me echó contra el
FAITHDesde el momento en que Nate me recogió del trabajo, sentí que había algo en el aire, algo que no podía identificar pero que me tenía en una mezcla de ansiedad y expectación. Lo notaba en su mirada, en la forma en que me sonreía como si supiera un secreto que yo desconocía. Recogimos a Alan de la escuela y se subió al coche con su energía habitual, parloteando sobre su día y mostrando orgulloso su dibujo.—Mira, he hecho esto en clase. —dijo, extendiéndome una hoja.—Es precioso, cariño. —Se lo enseñé a Nate que le dio una rápida mirada.—¿Podemos ponerlo en la nevera? —preguntó tan animado que entendí porque en mi nevera ya se solapaban sus dibujos.—Claro que sí —respondí.Nate me miró de reojo mientras conducía, su sonrisa era enigmática. Estuve a punto de preguntarle por qué estaba tan... raro, pero no lo hice.Llegamos a su casa, atravesamos la verja de entrada y Nate aparcó dentro del garaje. Alan salió del coche corriendo con la energía propia de su edad agitando su dibuj
FAITHSí, estaba llorando y yo estuve a punto de hacer lo mismo. Al recomponerme, le sequé las lágrimas y me sentí muy materna, como si ocho años distanciadas hubieran desaparecido en un instante. Clara siempre había sido mi hermana pequeña. Durante muchos años mis padres confiaron en mi para cuidarla, para recogerla de clase y para llevarla al parque... Hasta que empecé a salir con Nate y toda su confianza en mi desapareció.Se limpió las mejillas con las mangas de su fina camiseta.—No quería llorar —dijo.Sobre sus hombros vi como Alan salía escopetado de dentro de la casa, correteando por la hierba más feliz que una perdiz acercándose a toda velocidad hasta que se dejó caer en mi regazo intentando treparme. Su pelo me hizo cosquillas debajo de la nariz.—¿Qué pasa, cariño?—Tiene mamitis —bromeó Clara.—Tiene lo que le conviene —aseveré y, acariciándole la cabeza, le dije—: Sabes que no puedes salir aquí solo.—No estoy solo, estás tú —me contestó.Era un listillo, era como su pad
FAITHMi vida siempre había estado ligada con la Nate. Desde que me enamoré de él siendo una adolescente hasta todo lo que pasamos juntos, Nate lo había sido todo para mi. Consideraba que yo me sacrifiqué más por nosotros de lo que él jamás lo hizo. Dejé de estudiar para trabajar y poder mantenernos mientras él se buscaba un hueco en el mundo de los negocios con sus dotes persuasivos; porque Nate era persuasivo, podía hacer que cualquiera le siguiera el rollo. Así fue cómo pasó. Consiguió su meta: dinero y éxito. Entonces dejamos de ser un "nosotros" para ser Faith y Nathaniel. Nos hicimos insostenibles. Yo no aguantaba su codicia y lo presuntuoso que se estaba volviendo, un completo gilipollas que llegaba de madrugada de sus fiestas de empresa. Él seguramente no aguantaba que yo le discutiera por todo y que no fuera como esas mujeres que tenían sus compañeros.Nate ya no era mi Nate y por sorprendente que pudiera ser, él me dejó a mi. Pese a ello, nuestras vidas no podían separarse p
FAITHMe quedé embarazada siendo aún muy joven y cuando la estabilidad sentimental entre Nate y yo era más importante que la económica. Ya no podía considerar ni que fuéramos amigos y eso era triste, muy triste, porque Nate lo había sido todo para mi: mi mejor amigo, mi pareja, el chico con el que me casaría y formaría una familia...Llamé al timbre de su casa. Recuerdo que fue lo primero que compró cuando tuvo dinero: la casa. Antes vivíamos en un pequeño piso alquilado, demasiado pequeño pero nos mantenía juntos; al mudarnos, las dimensiones de la casa empezaron a sentirse como una metáfora de nuestra relación.Nate abrió la puerta de entrada: un portón blanco de madera oscura. Escuché a Alan llamarme desde alguna parte de la casa y lo vi salir desfilando de la cocina.—Ha hecho los deberes —comentó, seguramente antes de que yo pudiera echarle en cara que no sería la primera vez que ignoraba sus tareas—. Y dice que tienes un nuevo amigo que se pasa por el apartamento.Lo ignoré. A v
FAITHHelen era una buena amiga. La había conocido tras la ruptura con Nate cuando me mudé al apartamento porque, aparte de ser mi mejor amiga, era mi vecina. Vivía en el piso de arriba y debíamos ser las más jóvenes de todo el edificio.El sábado se quedó con Alan. Bajó en pijama y se acopló en mi sofá.—No me importa dormir aquí si quieres pasar la noche entera fuera —dijo.—No sé... creo que volveré pronto.—Estás muy guapa como para que no dejes que Zed lo disfrute.Le lancé un cojín. Zed me escribió a los pocos segundos:ZED: estoy abajoLlevaba toda la tarde corriendo de un lado a otro y no me había puesto el vestido hasta el último minuto para no arruinarlo. No tenía muchas más opciones de vestimenta. Cogí el pequeño bolso de hombro del sofá y le repetí a Helen lo que ya sabía sobre Alan.—Dile a tu madre que estaremos bien —le dijo y mi hijo me miró—. ¡Te quedas con tu tía favorita!Me incliné sobre el respaldo y le di un beso en la mejilla tersa y suave. Alan me lo devolvió.
FAITHA veces parecía que me tenía rencor.—¿Vienes a molestarme?Sus zapatillas pisaron el césped, crujió y se sentó en la fuente a mi lado.—Sólo vengo a fumar —dijo como si nada, encendiéndose un cigarro.Lo dejé pasar. Desde que dejamos, no habíamos pasado más de diez minutos juntos, ni siquiera hablamos nunca las cosas. Lo dejamos y fue como si aquello nos convirtiera en extraños.El humo de su cigarro se entremezcló con el olor de su colonia.—Alan está con Helen —dije—. Es mi mejor amiga, vive en el piso de arriba.Era raro que no supiera quién era Helen. Antes, Nate sabía todo de mi vida, hasta los detalles más irrelevantes y tontos. Nate siempre había sido el primero para mi, la persona a la que corría por cualquier cosa. Entonces, ya ni siquiera sabía quién era mi mejor amiga, como tampoco sabía que mi hermana había vuelto a contactarme y que yo estaba pensando en responderle el correo electrónico que me mandó.—Podrías haberme llamado.—Ya... no sé. Estás muy gilipollas y c
FAITHNate no tenía mucha familia. Sus padres murieron a sus diez años y se había criado con su tía (que le odiaba), así que para él fue muy fácil coger las maletas. Pero yo tenía una familia perfecta, con unos padres que me querían y mi hermana pequeña que era adorable. Los problemas llegaron a mi casa junto a Nate. Tenía trece años y él catorce. Mis andadas adolescentes a medida qué crecía se hicieron tan frecuentes que llegaba tarde a casa y suspendí un par de exámenes. Yo siempre supe que no era culpa de Nathaniel, sino de las hormonas adolescentes y el primer amor, pero resulta que explicarle eso a los padres es casi imposible. Según ellos yo sólo debía estudiar, entrar en una buena universidad y darle ejemplo a mi hermana pequeña.Nunca entendieron que pudiera enamorarme de alguien tan rebelde que parecía no tener futuro.Nunca entendieron que Nate siempre me animaba a sacar mejores notas.Nunca entendieron que Nathaniel me hacía feliz.El colmo fue querer seguirlo. No iba a ir