FAITHPoco a poco Helen me fue ayudando a saber qué llevarme y qué tirar. Como unos zapatos que yo jamás me ponía y que se los quedó ella.c¿Has venido a ayudarme o a saquear mi armario?Se rió echada en mi cama.—Es para no echarte de menos. Si ya me caía mal antes imagínate ahora —dijo, y si no fuera porque la vi sonriendo, diría que iba enserio.Le había contado a Helen tantas cosas de Nate que estaba segura de que sí, lo odiaba un poco. Le había tenido tanto rencor por no luchar lo suficiente por lo nuestro, que puede que contara de más.—Ha dejado de ser un gilipollas.—Ya —dijo y se levantó de mi cama—. Venga, a ver qué más que tienes por ahí.Para el día que ya tenía casi todo apilado, Nate se pasó por el apartamento y empezó a cargar cajas por las escaleras. Para cuando llevaba tres viajes, Helen se asomó por el marco de mi puerta y debió ver cómo estaba tirándome de los pelos.—¿Necesitas ayuda? —canturreó.—No... Nate está bajando cajas. ¿Puedes vigilar que Alan no quiera ti
FAITH—Seguro que estabáis haciéndolo antes de que llegara —dijo.—Pues claro —admití y nos echamos a reír.Hablar de sexo se terminó cuando Alan salió corriendo de casa, atravesando todo el jardín con su bañador puesto y arrastrando una toalla por el césped. Soltó la toalla y trepó por mi hamaca hasta sentarse en el borde.—¿Os habéis metido? —Y sacudiendo las piernas inquieto, insistió—. ¿Jugamos?Helen se levantó de su hamaca y le dio la mano. Alan sabía que no podía bañarse solo, y todavía cuando Nathaniel jugaba a tirarlo a la piscina a mi me daban microinfartos. Los dos se cansaron de jugar al rato. Helen volvió a tomar el sol a mi lado y no el quité el ojo a Alan tumbado en su toalla de dibujos.—Alan, cariño, ¿has visto a papá?Se encogió de hombros. Aunque no necesité respuesta, a cosa de media hora después vi a Nate a salir a través de las puertas correderas junto a otro hombre. No lo conocía, pero por cómo Nathaniel me había hablado de su vida aquellos años separados, lo re
FAITHAl final dejé el trabajo pronto, como a mitad de verano cuando Clara fue a pasar una semana con nosotros en sus vacaciones. Y no eché de menos trabajar. Me pasé los días con mi hermana, tomando el sol y jugando con Alan, y aprendiendo recetas de Nara en la cocina.—Estás súper morena —me dijo Clara—. Jo. Voy a echar de menos estar aquí contigo.—Puedes quedarte más.Chasqueó la lengua.—Seguramente si no vuelvo a casa con mamá y papá llamarán a la policía pensando que estoy secuestrada. Tengo que ir con ellos.Cuando Clara se marchó el resto del verano con nuestros padres, apenas podía hablar con ella. Me entretuve con otras cosas: quedando con Helen y escuchando sus cotilleos con Regan.—Es que está buenísimo —soltó—. Me gusta muchísimo.Regan se había pasado algunas tardes por casa para hablar de cosas de Nathaniel, y también le había escuchado hablar sobre Helen, hasta preguntándome si le gustaban las flores. Por la mañana Helen me dijo que le había llegado un ramo a casa.—P
FAITH5 años después—Si quieres evitarlo podemos no ir, lo sabes ¿verdad? Ya vendrá ella pronto.—Quiero ir. Es su graduación y estaba súper emocionada por que fuéramos a verla.La verdad es que me estaba haciendo un poco la orgullosa y por dentro era todo un manojo de nervios y ansiedad. Clara no me había tenido que insistir mucho para que fuéramos a su graduación, después, cuando pensé en que allí también estarían nuestros padres empecé a dudar, pero ya le había prometido que nos vería en las butacas que nos había reservado.—No te hagas la dura conmigo, sé que anoche no pegaste ni ojo —dijo de todas formas—. Mirando el lado positivo que se van a poner a rabiar cuando nos vean. Que les follen a esos estirados.Abrí la boca, pero no tenía ni una sola palabra para defender a mis padres, así que seguí haciendo la maleta. Sólo nos iríamos el fin de semana, pero resulta que viajar con tres hijos era toda una odisea por corto que fuera el viaje. Miré a Nathaniel, y me sentí reconfortada
FAITH—¿Faith? ¿Qué hace aquí? —No me lo preguntó a mi, sino a mi hermana. La voz de mi madre sonó tan fría y distante que de algún modo no la recordaba así.—Se gradúa mi hermana, he venido a verla —respondí.Me miraron con una mezcla de sorpresa y desaprobación, dos emociones que luchaban dentro de ellos con orgullo. Ya no era la adolescente que "se les escapaba de las manos"; y tampoco era la que se marchó a gritos arrastrando su maleta fuera de casa.El rostro de mi madre se endureció, como si intentara mantener su compostura ante la presencia de alguien que había decidido no seguir sus normas. Mi padre, con su postura rígida y la mandíbula apretada, no dijo nada, pero sus ojos reflejaban la desaprobación que había sentido por mis decisiones.¿Así que finalmente has decidido aparecer? —dijo mi madre con un tono que mezclaba ironía y resentimiento—. Pensé que ya no te importaba la familia.Sentí que una punzada de rabia se abría paso en mi pecho. A pesar de los años, seguían viéndo
FAITHNunca solucioné las cosas con mis padres y, a veces, cuando lo pensaba, me daba pena. Era inimaginable para mi el no estar en la vida de mis hijos. No verlos felices y creciendo, asistiendo a sus teatros del colegio y a los partidos de fútbol, viéndolos pelearse por la película de los domingos...Un balón atravesó la ventana de la cocina, rebotó por todas partes y de milagro no tiró al suelo el frutero. Noah se asomó con su sonrisa inocentona pareciendo un angelito.—Perdón, mamá. ¿Nos lo pasas? Ha sido Owen.Cogí el balón y se lo tendí. A veces a me sacaban de quicio.d—Mira que el jardín es grande para que os vayáis a la otra punta.—Ya ya —se inclinó tanto que medio cuerpo le atravesó la ventana y me dio un beso en la mejilla—. Perdón, mamá.Lidiar con ellos de niños había sido agotador a ratos. Lidiar con ellos siendo adolescentes era más llevadero, a ratos.Nathaniel atravesó el marco de la cocina arrastrando los pies con sus calcetines de lana a juego con los míos. Un regal
FAITHEra mitad de curso y hacía un frío de narices. Llevaba estornudando toda la semana y de tanto sonarme los mocos tenía la nariz roja a juego con las mejillas. Solía pasar tan desapercibida que nadie me guardaba el sitio en clase y cada día me sentaba en la mesa libre que quedara.—Estás en mi mesa.Levanté la cabeza de mis apuntes y lo vi.Nathaniel había llegado al instituto una semana atrás, en plena época de exámenes era raro que llegara un chico nuevo, sobre todo uno que era más mayor que el resto. Era un repetidor. Y hasta aquel día yo no me fijé en él. Era guapo, también se lo escuché cuchichear a unas chicas de clase, y era verdad. Quizás atraía porque era un chico mayor, o por sus ojos oscuros, o por cómo siempre llevaba el pelo revuelto y se veía perfecto.—Las mesas no llevan nombre —repliqué.En el año de instituto que llevaba allí yo no reclamé mi asiento en ni una sola clase. ¡Él era nuevo! Podía hacerse respetar en otro lugar que sería fijo para él.Viéndolo, Nathani
FAITHEra raro no vernos juntos. Nathaniel me encantaba. Era un chico increíble y ser la única que entendía su vida me hacía sentir especial. Habíamos pasado del saludo casual en los pasillos a las largas conversaciones después de clase, y ahora estábamos en una etapa en la que, sin darnos cuenta, se había convertido en mi constante. Ya no era solo un amigo, sino alguien con quien compartía más de lo que había compartido con nadie.Nate había conseguido entrar en el equipo de baloncesto del instituto, entrenaba muy pocas tardes y yo solía hacer mis deberes en las gradas esperándolo. A veces también hacía sus tareas.—Te he dicho que no tienes que hacerlo por mi —me dijo al acercarse a las gradas, sudoroso y con una sonrisa satisfecha. Se inclinó para recoger su botella de agua, mientras yo guardaba mis cosas en la mochila.—Ya he terminado mis deberes, no me importa hacer los tuyos —respondí, encogiéndome de hombros.Sabía que éramos mucho más que amigos, algo que yo todavía no entend