FAITH—¿Faith? ¿Qué hace aquí? —No me lo preguntó a mi, sino a mi hermana. La voz de mi madre sonó tan fría y distante que de algún modo no la recordaba así.—Se gradúa mi hermana, he venido a verla —respondí.Me miraron con una mezcla de sorpresa y desaprobación, dos emociones que luchaban dentro de ellos con orgullo. Ya no era la adolescente que "se les escapaba de las manos"; y tampoco era la que se marchó a gritos arrastrando su maleta fuera de casa.El rostro de mi madre se endureció, como si intentara mantener su compostura ante la presencia de alguien que había decidido no seguir sus normas. Mi padre, con su postura rígida y la mandíbula apretada, no dijo nada, pero sus ojos reflejaban la desaprobación que había sentido por mis decisiones.¿Así que finalmente has decidido aparecer? —dijo mi madre con un tono que mezclaba ironía y resentimiento—. Pensé que ya no te importaba la familia.Sentí que una punzada de rabia se abría paso en mi pecho. A pesar de los años, seguían viéndo
FAITHNunca solucioné las cosas con mis padres y, a veces, cuando lo pensaba, me daba pena. Era inimaginable para mi el no estar en la vida de mis hijos. No verlos felices y creciendo, asistiendo a sus teatros del colegio y a los partidos de fútbol, viéndolos pelearse por la película de los domingos...Un balón atravesó la ventana de la cocina, rebotó por todas partes y de milagro no tiró al suelo el frutero. Noah se asomó con su sonrisa inocentona pareciendo un angelito.—Perdón, mamá. ¿Nos lo pasas? Ha sido Owen.Cogí el balón y se lo tendí. A veces a me sacaban de quicio.d—Mira que el jardín es grande para que os vayáis a la otra punta.—Ya ya —se inclinó tanto que medio cuerpo le atravesó la ventana y me dio un beso en la mejilla—. Perdón, mamá.Lidiar con ellos de niños había sido agotador a ratos. Lidiar con ellos siendo adolescentes era más llevadero, a ratos.Nathaniel atravesó el marco de la cocina arrastrando los pies con sus calcetines de lana a juego con los míos. Un regal
FAITHEra mitad de curso y hacía un frío de narices. Llevaba estornudando toda la semana y de tanto sonarme los mocos tenía la nariz roja a juego con las mejillas. Solía pasar tan desapercibida que nadie me guardaba el sitio en clase y cada día me sentaba en la mesa libre que quedara.—Estás en mi mesa.Levanté la cabeza de mis apuntes y lo vi.Nathaniel había llegado al instituto una semana atrás, en plena época de exámenes era raro que llegara un chico nuevo, sobre todo uno que era más mayor que el resto. Era un repetidor. Y hasta aquel día yo no me fijé en él. Era guapo, también se lo escuché cuchichear a unas chicas de clase, y era verdad. Quizás atraía porque era un chico mayor, o por sus ojos oscuros, o por cómo siempre llevaba el pelo revuelto y se veía perfecto.—Las mesas no llevan nombre —repliqué.En el año de instituto que llevaba allí yo no reclamé mi asiento en ni una sola clase. ¡Él era nuevo! Podía hacerse respetar en otro lugar que sería fijo para él.Viéndolo, Nathani
FAITHEra raro no vernos juntos. Nathaniel me encantaba. Era un chico increíble y ser la única que entendía su vida me hacía sentir especial. Habíamos pasado del saludo casual en los pasillos a las largas conversaciones después de clase, y ahora estábamos en una etapa en la que, sin darnos cuenta, se había convertido en mi constante. Ya no era solo un amigo, sino alguien con quien compartía más de lo que había compartido con nadie.Nate había conseguido entrar en el equipo de baloncesto del instituto, entrenaba muy pocas tardes y yo solía hacer mis deberes en las gradas esperándolo. A veces también hacía sus tareas.—Te he dicho que no tienes que hacerlo por mi —me dijo al acercarse a las gradas, sudoroso y con una sonrisa satisfecha. Se inclinó para recoger su botella de agua, mientras yo guardaba mis cosas en la mochila.—Ya he terminado mis deberes, no me importa hacer los tuyos —respondí, encogiéndome de hombros.Sabía que éramos mucho más que amigos, algo que yo todavía no entend
FAITH—¡Hoy voy a llegar algo tarde! —grité para salir escopetada de casa cuanto antes y librarme de una bronca—. ¡Adiós!—Eh eh, espera.Frené a un paso de la puerta y giré ligeramente el cuello para ver a mi padre.—¿Qué pasa?—Que ya hemos hablado de esto, Faith. Ese chico no nos gusta.Y de nuevo el tema. Ellos no lo entendían pero gracias a Nathaniel el instituto era mucho más llevadero y la vida era mucho mejor. ¿Qué pasaba? ¿Qué había llegado tarde un par de veces? ¿Que las matemáticas se me daban peor que en el colegio y sacaba peores notas en álgebra?—Pero a mi sí... Llegaré antes de las once, lo prometo. Sólo voy a ver su partido de baloncesto y estaré de vuelta.—A las diez aquí —sentenció.—¡Guay! ¡Adiós!Seguramente le hubieran aceptado menos sabiendo que solía esperarme un par de casas calle abajo con su coche, y que era un año mayor, y que era un desastre en las clases y aprobaba porque yo le hacía muchos trabajos extra y le dejaba copiarse en algunos exámenes. Y aún a
NATHANIEL—¿Y si nos quedamos aquí hasta que cumpla dieciocho? Total, mis padres no pueden enfadarse más.Su voz consiguió sonar más fuerte que el agua de la ducha cayendo y que el sonido de los coches pasando de refilón por el hostal. Había algo especial en pasar las noches allí aunque fuera un sitio de mala muerte, y aunque tuviera que llevarla a casa antes de que se hiciera de día para fingir que no se había escapado. Por unas horas podíamos ser simplemente nosotros, conviviendo a solas anticipando lo que vendría dentro de poco. En cuanto Faith cumpliera los dieciocho nos largaríamos. Yo ya había cumplido los dieciocho, y aunque la libertad que venía con la mayoría de edad era emocionante, también me hacía sentir impotente porque sabía que hasta que Faith no alcanzara esa misma edad, todavía estábamos atrapados en ese limbo.Escuché el sonido de la mampara del baño y el chapoteo de sus pies descalzos en el charco que siempre se formaba en el suelo. Me asomé lo justo para ver su cue
FAITH—¡No puedes hacer esto! ¡Estás castigadísima!El sonido de la puerta cerrándose con un golpe resonó en toda la casa, y sentí cómo la tensión en mi pecho se acumulaba a niveles insoportables. Mis padres estaban echando humo y yo temblando de rabia y emoción. Era mi cumpleaños, cumplía 18 años, y una parte de mi esperaba disfrutarlo un poco con mi "familia" antes de huir.No estaba siendo así.—No puedes simplemente abandonar todo lo que has construido aquí para irte con ese… ese chico.—Sí que puedo, miradme. ¡Y qué narices! ¡Esto es culpa vuestra!Mi padre, que siempre había sido el más callado de los dos en estas discusiones, finalmente alzó la voz.—Vuelve a tu cuarto, Faith. Deja esta niñatada. ¡Suelta la maleta! —Intento quitarme el asa y al final la maleta terminó cayendo escaleras abajo.—¡Que no! —chillé.Corrí por las escaleras para salvar las pocas cosas que me habían cabido en la maleta. La mochila se me resbaló por el hombro y fue todo un desastre.—¡¿Y qué hay de tu
NATHANIELVeía los esfuerzos de Faith, veía su sacrificio cada día cuando se levantaba temprano para trabajar y lo cansada que llegaba. Mientras, estaba intentando colarme en el mundo de los negocios. Haría mucho dinero y nos sacaría de esa caja de cerillas en la que vivíamos. Nos compraría buenos coches y seríamos más felices. Faith dejaría de madrugar, se le quitarían las ojeras y sería el triple de feliz.—¿Qué son todos esos papeles? —cotilleó.Se dobló sobre el respaldo del sofá y me besó.—Cosas de una reunión a la que iré el sábado. No te importa quedarte sola por la noche, ¿verdad?—¡Qué va! —sonrió y me volvió a besar. Al final terminó tirándose sobre el respaldo para sentarse en mi regazo—. Tengo un par de películas guardadas que quiero ver. Son de amor, de esas que no te gustan. Aprovecharé las horas.—Qué planazo.Sonrió más. Pese a todo, Faith siempre sonreía por lo mismo por lo que yo lo hacía: porque estábamos juntos. Joder. Era preciosa. Era como si todo en el mundo gi