Capíulo 56

La hacienda era grande, de tres niveles. Tenía balcones en las habitaciones que daba vista a mar desde lo alto de una colina. Era de un concepto rústico y al mismo tiempo moderno.

Al llegar en las horas de la tarde, todos los empleados nos esperaban, principalmente el capataz de la hacienda, el cual al ver los autos llegar daba órdenes para que todo estuviera perfectamente arreglado, después se dirigió a recibirlos con una gran sonrisa.

El grupo, emocionado, comenzaron a instalarse, queríamos bajar a la playa porque lográbamos escuchar el mar. Al llegar, encontramos una cabaña de concepto abierto. Había un bar exclusivamente para nosotros con meseros que nos atendían con mucha amabilidad.

—Entonces, toda esta playa ¿le pertenece a tu padre? —pregunté a Adam.

—Es privada, hace parte de la hacienda —respondió.

El agua era cristalina, la arena blanca y suave; estaba siendo rodeada por el paisaje tropical y exótico que me maravillaba.

Me senté en una silla playera, Adam me untaba bloquead
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