Andrea caminaba por el pasillo con su café en mano, intentando enfocarse en su rutina. Pero algo dentro de ella no estaba bien. Desde hace días, sentía que algo había cambiado en la empresa. No sabía qué era exactamente, pero lo sentía en la forma en que Eliana e Isaac hablaban en voz baja cuando ella entraba, en las miradas fugaces que parecían evitar cruzarse con la suya.Fue entonces cuando, sin proponérselo, escuchó algo que la dejó en shock.Se detuvo al pasar cerca de la oficina de Eliana. La puerta estaba entreabierta y las voces en su interior eran lo suficientemente claras como para captar sus palabras.—No sé cómo pude dudar de la lealtad de Andrea —decía Eliana con tono arrepentido—. Ha estado a mi lado desde el principio, siempre fiel, siempre profesional… y aun así, en algún momento la consideré sospechosa.—Lo importante es que ahora sabemos la verdad —respondió Isaac—. No podemos cambiar lo que pensamos en su momento, pero sí podemos reconocer nuestro error.Andrea sint
Isaac entró a la empresa con su usual energía, listo para un nuevo día de trabajo. Sin embargo, en cuanto cruzó la puerta de la oficina de Eliana, supo que algo no estaba bien. Ella estaba sentada en su escritorio, con la mirada perdida en un punto fijo sobre la mesa, y un suspiro pesado escapaba de sus labios.—¿Qué pasó? —preguntó con el ceño fruncido mientras se acercaba.Eliana levantó la vista con una tristeza evidente en sus ojos. No intentó disimularla, lo conocía demasiado bien como para fingir que todo estaba bien.—Andrea renunció.Isaac se quedó en silencio por un momento, intentando procesar la noticia.—¿Renunció? ¿Por qué?Eliana tomó la carta de renuncia que aún reposaba sobre su escritorio y se la extendió sin decir nada. Isaac la leyó rápidamente, su expresión endureciéndose con cada palabra.—¿Esto es por lo que pasó con Nicolás? —preguntó finalmente, levantando la mirada hacia ella.—Sí… —Eliana se pasó una mano por el cabello, agotada—. Nos escuchó cuando hablábamo
Eliana se acomodó en la silla frente al escritorio de Alejandro, con el ceño apenas fruncido. Desde que había llegado, la reunión había transcurrido sin problemas, con ambos discutiendo detalles técnicos y estratégicos del proyecto. Pero entonces, Alejandro hizo una pausa significativa antes de lanzar su siguiente comentario.Alejandro la recibió con una sonrisa cortés y le señaló la silla frente a su escritorio.—Me alegra que hayas venido, Eliana. He revisado tus informes y debo admitir que son impresionantes.—Gracias —respondió ella, sin perder su postura profesional—. Espero que encuentres viable la colaboración.Alejandro entrelazó los dedos sobre la mesa y la observó con atención.—Lo es. Sin embargo, hay un detalle que me preocupa.Eliana arqueó una ceja, esperando que continuara.—Hay una parte del proyecto que requiere un trabajo extremadamente preciso y especializado. Algo que solo un diseñador con la experiencia adecuada puede manejar —explicó Alejandro con calma—. Y si no
Eliana llegó al lugar que José Manuel le había indicado: un restaurante discreto, elegante, con luces tenues y una atmósfera tranquila. No era precisamente el tipo de sitio donde imaginó que discutirían un proyecto, pero tampoco le sorprendía que José Manuel escogiera un lugar así.Apenas entró, lo vio sentado en una mesa junto a la ventana, con una copa de vino en la mano y una expresión de absoluta calma. Como si él no fuera el que la había obligado a salir a esas horas.—Llegaste más rápido de lo que esperaba —comentó con una leve sonrisa cuando la vio acercarse.Eliana se sentó sin responder de inmediato. Solo lo miró con seriedad.—Vamos al punto, José Manuel. ¿Quieres unirte al proyecto o no?Él apoyó la copa sobre la mesa con parsimonia.—Depende. Quiero que me cuentes más detalles.Eliana entrecerró los ojos.—No me citaste aquí para pedirme detalles, esos te los pudo haber dado Alejandro.—Alejandro me dio información, sí, pero quiero escucharlo de ti —se inclinó levemente ha
Eliana llegó temprano a la sala de reuniones, revisando por última vez los documentos que presentarían ante Alejandro. Sabía que todo debía estar en orden, especialmente ahora que José Manuel formaba parte del proyecto.La puerta se abrió y entró Isaac con su usual energía.—¡Buenos días, jefa! —dijo con su tono animado, dejando una taza de café sobre la mesa frente a ella—. Como sé que no puedes vivir sin esto, aquí tienes.Eliana sonrió, aceptando la taza.—Gracias, Isaac.—Para eso estoy —respondió, inclinándose un poco para mirarla con una expresión traviesa—. Y porque me gusta consentirte.Eliana rodó los ojos con diversión.Antes de que pudiera responder, la puerta volvió a abrirse y José Manuel entró. Su mirada pasó directamente de Eliana a Isaac, fijándose en la cercanía entre ambos.—¿Estoy interrumpiendo algo? —preguntó con tono neutro, aunque sus ojos reflejaban cierta incomodidad.Isaac se enderezó, sonriendo con amabilidad.—Para nada. Solo asegurándome de que Eliana comi
La reunión transcurría con normalidad. Alejandro lideraba la discusión sobre los ajustes al proyecto mientras José Manuel y Eliana exponían sus avances. Eliana tomaba notas con atención, pero de reojo notaba que Isaac estaba inquieto.De repente, su teléfono vibró sobre la mesa. Todos lo escucharon, pero él lo ignoró. Sin embargo, unos segundos después, volvió a sonar. Isaac lo tomó y miró la pantalla. Su expresión cambió de inmediato.Eliana vio cómo su mandíbula se tensaba y su agarre en el teléfono se volvía más fuerte. Sin decir una palabra, se levantó de su asiento.—Disculpen, tengo que atender esto.Eliana frunció el ceño. Isaac nunca abandonaba una reunión sin una razón de peso. Algo no estaba bien.Cuando él salió apresuradamente, Eliana dejó su pluma sobre la mesa y se levantó con intención de seguirlo.—Voy a ver qué pasa.Pero antes de que pudiera dar un paso, José Manuel la sujetó del brazo con suavidad pero firmeza.—No —dijo con seriedad—. Esto es más importante.Eliana
La reunión de la tarde se desarrollaba con normalidad. Alejandro repasaba los avances del proyecto con su tono analítico, mientras José Manuel intervenía ocasionalmente con observaciones estratégicas. Eliana, como siempre, escuchaba con atención, pero su mente no estaba del todo en la conversación. Algo en el comportamiento de Isaac le parecía inusual.A diferencia de otros días, donde su actitud relajada le daba un aire despreocupado, ahora estaba serio, incluso distante. No hacía comentarios irónicos ni intentaba aligerar la tensión, como solía hacerlo. Algo lo tenía inquieto.De repente, Isaac carraspeó y se enderezó en su asiento.—Antes de continuar, necesito decirles algo —anunció con un tono firme.Eliana giró la cabeza de inmediato hacia él, sintiendo que su pecho se apretaba sin razón aparente.—Se me presentó un asunto personal y debo viajar a Nueva York por unos días. Mañana en la mañana tomo el vuelo.El silencio cayó sobre la sala.Alejandro asintió con comprensión.—Tóma
La mañana llegó demasiado rápido. Eliana apenas había dormido, dando vueltas en la cama, repasando la despedida que la esperaba. Aunque Isaac le había asegurado que no era nada grave, que todo se solucionaría y que volvería pronto, algo dentro de ella se negaba a creerlo del todo.El sonido del cantar de los pájaros la sacaron de sus pensamientos. Se subió al auto y condujo en silencio hasta el aeropuerto. Isaac estaba a su lado, con su mochila sobre las piernas y la mirada fija en la carretera. No era común verlo tan callado.—¿Estás seguro de que no quieres contarme qué está pasando? —preguntó Eliana, rompiendo el silencio.Isaac soltó un suspiro y esbozó una pequeña sonrisa.—Cuando todo esté claro, te prometo que serás la primera en saberlo.Eliana apretó el volante con fuerza. No era la respuesta que quería, pero tampoco iba a presionarlo más.Al llegar al aeropuerto, caminaron juntos hasta la zona de embarque. Eliana intentó mantenerse firme, pero con cada paso, la idea de que I