Capítulo 58
Andrés apartó la mirada con indiferencia y se marchó.

Debía volver a preparar el desayuno de María; no tenía tiempo para tonterías.

Y definitivamente no sentiría lástima por dejar fuera a ese canalla.

Cuando Andrés llegó a casa con las compras, María ya estaba despierta.

Sentada con las piernas cruzadas en el sofá y vestida con un camisón, miraba la puerta con expresión desconcertada.

—¿Dónde fuiste? —preguntó María bostezando, con los ojos vidriosos de sueño.

—Compré algunas cosas para hacer el almuerzo. ¿Ya te aseaste?

Andrés llevó las bolsas a la cocina y María lo siguió para ayudar.

Lo abrazó por detrás, apoyándose mimosa contra su espalda: —¿Por qué no me despertaste? Podría haberte ayudado con las bolsas.

Andrés le acarició el pelo: —Con esos bracitos delgados, mejor descansa en casa. Además, no quería interrumpir tu sueño, después de lo cansada que quedaste anoche.

—... —María hizo un mohín, bajando la cabeza avergonzada. Todo era culpa de él. Después de una vez, siempre venía o
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