Capítulo LII

La mujer mira por la ventana sentada en nuestra cama. Su cabello castaño rojizo está echado a un lado. Entre sus manos aprieta la taza de té con hierbas medicinales que le preparé. Aún humea. Viste una camisa de mangas largas que le presté. Sus piernas están cubiertas por una cobija de lana azulada y su espalda está recta, sin apoyarse en la pared. Desde aquí puedo ver la cicatriz que parte su ojo derecho a la mitad, la cual se extiende de su frente hasta el costado de su mandíbula. Debió doler. Ella no me habla, permanece en silencio, como si sopesara por qué está aquí. No la juzgo, yo estaría igual.

Contengo el aliento y me levanto para atizar el fuego.

Si no hubiera sido porque una sombra me advirtió de su llegada, la hubiera atacado sin contemplación. No sé qué es lo que planea Eli, pero de seguro involucra a esta extraña. Resp

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