Del otro lado de la puerta, ignorante por completo de lo que acontecía en aquel cuarto, una prostituta se encontraba quejándose con uno de los camareros, quien la observaba sin saber que sería adecuado para agregar a la situación.
—Pero, se supone que a esta hora me toca a mí, a mí, ¡mi maldito turno!, la habitación a ésta hora siempre está libre para mí, ¿lo entiendes? —preguntó la muchacha de pelo grasiento y corto por el cuello. Caderas escuálidas y senos pequeños, pero sensuales. Entre sus largas manos engalanadas con uñas de color esmeralda sostenía un vaso de licor barato—. ¿Entiendes lo que digo?—No —soltó algo frio el hombre—. Apenas sé de qué me hablas, ¿a qué te refieres con que era tu turno?La mujer le dio un trago al licor antes de responder.—Este es mi turno, luego de las cuatro de la mañana me toca a mi ocupar esa habitación, y fui, porque tengo, bueno, tenía, a un cliente en espera, y la maldita habitación cerrada, con llave. Grité y empujé como pude,«¿Cuánta probabilidad hay de que algo así suceda? Esto se trata de una broma del destino que se carcajea en mi cara, como siempre», se dijo entre pensamientos la muchacha.No era capaz de dar crédito ninguno a la imagen que sus ojos le presentaban, y sabía que, estaba, en parte, siendo un tanto dramática; aquella situación se trataba de una gran coincidencia que jamás conjeturó ni en su más celoso delirio, aquello lo aceptaba, pero de haberse tratado de otra persona, ella no se encontraría sumergida en un asombro y rechazo tan profundo como lo estaba en aquel instante. Inmediatamente la vio, llamas se vieron detonar en sus pupilas, sintió algo deslizándose, derrumbándose por todo su pecho, lo más parecido a una quimera, pues no se trataba de cosa alguna que ella pudiese tocar, se trataba de envidia, de aquel veneno tan nefasto, tan dañino, tan letal.
Sun hee llegó corriendo a su cuarto, sus pisadas eran escandalosas, aunque no lo suficiente como para alertar a nadie en la casa.Una vez en su cuarto, presa de un frenesí de ira que no supo entender, golpeó la pared con sus puños repetidas veces, casi hasta arrancarse la piel de los nudillos: sentía celos, muchos celos, se sentía sofocada por ellos, habían lagrimas escurriéndose por sus ojos brillosos y un ardor incinerándole el pecho como si se tratase de fiebre. Sentía celos, celos porque ella no era tan hermosa como lo era Adalia, celos porque Chad jamás sentiría por ella lo que por Adalia sentía, celos porque no creía jamás poder significar para Chad algo más que una amiga.Ni todos esos consejos que Sun hee le había dado a Chad, habían funcionado para lograr sacar de la mente de él, a aquella hermosa rubia. Y eso estaba enloqueciend
Al principio ella se notó algo dudosa en cuestión a aceptar aquella propuesta que Kenzo le había hecho, a base de mucho sufrimiento había aprendido que no era lo mejor confiar en el rostro más angelical que ella viese, que quien parecía cargar tras si las más puras intenciones, cuando se bajaba el velo y se llegaba al punto del límite se retiraba la máscara hipócrita que cubría su rostro, perfectamente recordaba como Derek al principio se había presentado hacia ella como una persona un tanto singular, aunque no del todo desagradable, pero con el tiempo, ella aprendió que había caído en el error más grande de su vida confiar en él, en ocasiones quería retroceder en el tiempo y correr hacia su yo del pasado, a, entre lágrimas de puro sufrimiento, advertirle sobre monstruo con que se estaba enfrentando, aunque, también solía culparse a sí misma, pues había sido advertida el principio, por aquella muchacha, Sarah, recordaba perfectamente las palabras de la muchacha, y con mucha perfecci
Los minutos transcurrían con más rapidez de la habitual, el aire parecía tornarse más tupido de lo usual, y pese a la rapidez desvergonzada con la que corrían los minutos, de manera paradójica el amanecer parecía tardar más en hacer su sublime y encantadora entrada.Kenzo se encontraba conduciendo en total silencio, las calles por donde transitaba, un tanto desérticas se encontraban, aquello auxiliaba a que el silencio hiciera todavía más presencia. De vez en cuando veía a una que otra persona, pero eran tan escasas las ocasiones que más que personas, parecían suspiros de vidas que se desvanecían en el aire. De vez en cuando, por el espejo retrovisor, Kenzo observaba a la muchacha rendida, por completo dormida, siempre hermosa como solo un ángel enviado directamente desde del cielo podría ser, estaba del todo seguro de que, podría mirarla mil veces, y
Eran cerca de las seis de la mañana, pocos minutos eran los que restaban para aquella hora, a pesar de ello, el ambiente continuaba inundado en oscuridad, y parecían ser todavía las cuatro de la madrugada. Palabra alguna no podía describir lo inquieto que Derek se encontraba, parecía que en cualquier momento sería víctima de un colapso nervioso. Su parpadeo era continuo, su respiración acelerada, sus labios secos como lo estaba el corazón de quien odiaba, cuello adolorido y hombros cargados de tanta tensión que amenazaban con acabarle, había fumado alrededor de unos quince cigarrillos de manera compulsiva, los dejaba a la mitad, apenas les daba unas cuantas caladas y los soltaba, pisándolos con furia para luego patearlos lejos de en donde se encontraba, lejos de su campo de visión. Como si solo buscaba usarlos, solo para que perdieran el buen aspecto, solo dañarlos y desecharlos.—Maldición —murmuró con un deje de intolerancia.No perdía la esperanza de poder encontrar
Respiró más hondo, meditando mejor sus decisiones. ¿Sería prudente hacer aquello? ¿Cuáles consecuencias podría tener llevar aquello acabo? ¿Podría controlar sus impulsos una vez empezado aquello? No se creía capaz de controlarse si empezaba a hacer aquello; sentía dentro de sí a una bestia afanosa y muy sedienta, con fragilidad sujetada por cadenas, del cuello y los pies, cadenas oxidadas a causa del propio sudor degenerado de la bestia, y solo era cuestión de tiempo para que él no pudiese encerrar a aquella bestia más. Kenzo respiró más hondo, su cabeza incluso empezaba a doler. Sus pensamientos solo parecían empeorar la situación. Su mente no maquinaba lo suficientemente rápido como para darle las respuestas urgentes que él necesitaba. Alzó su mano y con ella tapó la boca de la muchacha, pero ésta continuaba gritando, alterada ante algo a lo que él era por completo ajeno, a una pesadilla de la que él no era parte. En vis
Cuando por fin las mujeres se terminaron de aproximar al carro de Kenzo, lo único que consiguieron, o suponieron, ver fue a una pareja besándose con pasión, como parte de aquel plan de cierta manera un tanto descabellado, cuando notó a las mujeres, seguro confundidas ante todo, Kenzo alzó su cabeza y les ofreció una dura mirada, tal vez buscando decir, con un fastidio disimulado, «¿No ven que este es un momento íntimo? ¿Qué hacen irrumpiendo acá?», calcinadas ante esa mirada masculina dura como el asfalto, ambas mujeres se alejaron, y en su caminata la más joven se vio obligada a hablar:«Estoy segura de haber escuchado gritos provenientes de allí. Y pese a lo que vimos no hay nadie que pueda convencerme de lo contrario; de ahí se escuchaban gritos de una mujer, y eran gritos muy, muy desesperados».
Su azul mirada se dilató como si hubiese visto el rostro de la muerte misma y sus labios empezaron a temblar mientras miraban con un huracán de sensaciones a Kenzo. Adalia cerró sus piernas y dibujó en su rostro una expresión profunda de dolor, sentía una fuerte presión en su área íntima, su respiración era agitada, sus ojos quemaban, pero ella no permitiría que una sola lágrima se derramara por ellos, al menos de eso quería convencerse. Entreabrió su boca en un intento de hablar, en un intento de al menos intentar entender lo que sucedía, pero él se le adelantó.—Esto... no es lo que parece —le dijo, nervioso—. Esto... no es lo que crees, ¿bien? —Kenzo alzó su mano, queriendo acercarla al rostro de Adalia, pero de un manotazo ella la ret