Capítulo 88.

Del otro lado de la puerta, ignorante por completo de lo que acontecía en aquel cuarto, una prostituta se encontraba quejándose con uno de los camareros, quien la observaba sin saber que sería adecuado para agregar a la situación.

—Pero, se supone que a esta hora me toca a mí, a mí, ¡mi maldito turno!, la habitación a ésta hora siempre está libre para mí, ¿lo entiendes? —preguntó la muchacha de pelo grasiento y corto por el cuello. Caderas escuálidas y senos pequeños, pero sensuales. Entre sus largas manos engalanadas con uñas de color esmeralda sostenía un vaso de licor barato—. ¿Entiendes lo que digo?

—No —soltó algo frio el hombre—. Apenas sé de qué me hablas, ¿a qué te refieres con que era tu turno?

La mujer le dio un trago al licor antes de responder.

—Este es mi turno, luego de las cuatro de la mañana me toca a mi ocupar esa habitación, y fui, porque tengo, bueno, tenía, a un cliente en espera, y la maldita habitación cerrada, con llave. Grité y empujé como pude,
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